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Laboratorio del Centro Tecnológico del Mueble, en Yecla. CETEM

Muebles de origen hortofrutícula

Los centros tecnológicos de Molina de Segura y Yecla desarrollan un proyecto para obtener adhesivos, barnices y lacas para la industria de la madera aprovechando parte los residuos que genera el agro regional

Martes, 7 de mayo 2024, 00:43

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El fomento de la economía circular, como se conoce básicamente el concepto de reaprovechar todo lo posible un producto para ganar en sostenibilidad, crea sinergias en principio insospechadas. El Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y Alimentación (CTNC), con sede en Molina de Segura, lleva años abriendo vías para la reutilización en el sector agroalimentario de la ingente cantidad de desechos que genera esta misma industria (entre el 15 y el 60% de la materia prima empleada). En la Región de Murcia, compone un volumen de entre 500.000 y 750.000 toneladas de vegetales desperdiciados al año. «En principio todos estos restos vegetales son susceptibles de valorización por diferentes caminos y para la obtención de distintos productos», apunta el responsable del departamento de Medioambiente del CTNC, Miguel Ayuso. A partir de ellos se pueden obtener fertilizantes, ingredientes alimentarios, energía, biomateriales... y ahora también elementos como adhesivos, barnices y lacas específicos para el sector del mueble.

El CTNC tiene en marcha un proyecto de investigación junto al Centro Tecnológico del Mueble (Cetem), ubicado en Yecla, para dar una segunda vida como componentes sostenibles para el sector del mueble, además del de la alimentación, a esos desechos vegetales que no tienen un valor comercial y que pueden originar problemas como la emisión de gases de efecto invernadero.

El proyecto, patrocinado por el Instituto de Fomento de la Región de Murcia (Info), persigue expresamente «la valorización de residuos vegetales procedentes del sector alimentario de la Región de Murcia», explica Ayuso. El especialista subraya que entre el 15 y el 60% de la materia prima procesada en la actividad agroalimentaria «se convierte en residuos vegetales que, en la actualidad y en general, no se aprovechan desde un punto de vista comercial». Gestionar adecuadamente estos restos, de los que no se está extrayendo un valor económico, supone un coste a las empresas que repercute en el incremento del precio final de los productos. Para darles una salida resulta común su desvío hacia la alimentación animal. Pero esta práctica plantea problemas ambientales y económicos, «como emisiones de gases de efecto invernadero, lixiviados, pérdida de competitividad, pérdida de valor económico». Se trata de cortezas, hojas, tallos, hollejos sin valor comercial directo, con «componentes de interés, como fibra, antioxidantes, azúcares y vitaminas, que pueden ser recuperados y utilizados por la propia industria alimentaria, o como materia prima en el desarrollo de productos y aplicaciones en otros ámbitos». Y en este punto, el experto cita, como ejemplos, la industria cosmética, la farmacéutica, la de biomateriales y los biocombustibles, «o, como en nuestro caso, para la obtención de sustratos adecuados para el crecimiento de hongos orientado a la producción de quitosano fúngico».

Este es el material clave del proyecto, denominado, de hecho, 'Obtención de quitosano fúngico a partir de la valorización de subproductos agroalimentarios generados en la Región de Murcia: Validación en uso alimentario y materiales sostenibles'. Y también conocido como ET4Quitosan.

El quitosano tiene propiedades adherentes, «además de tener capacidad para la formación de film», precisa Ayuso al apuntar su condición de «candidato idóneo para su aplicación en el desarrollo de adhesivos para madera o de recubrimientos, como barnices o lacas». Al tratarse de «un compuesto de origen biobasado y no tóxico», añade, «es una alternativa idónea para reemplazar la naturaleza de los adhesivos y recubrimientos convencionales utilizados en el sector del mueble, cada vez más limitados por legislación debido a su alta toxicidad»

No se trata de una alternativa complicada de obtener: «Cualquier empresa de alimentación con un laboratorio o departamento de I+D sería capaz de implementarlo». Y, en todo caso, «existen cada vez más empresas dedicadas a los bioprocesos y a la extracción de compuestos de alto valor a partir de material orgánico», lo que abre la vía a «la colaboración entre varias empresas para desarrollar y comercializar este proceso». Para el caso de aquellas empresas del mueble más tradicionales y con una capacidad de I+D limitada, «deberían trabajar en colaboración con sus proveedores bien de adhesivos o de recubrimientos, que serían realmente los que aplicarían estos desarrollos», apunta el responsable del departamento de Medioambiente del CTNC.

Para su aprovechamiento en la industria del mueble, los más adecuados son los residuos procedentes de frutas (sus azúcares facilitan el crecimiento de los hongos que permiten la obtención del quitosano fúngico), y en menor medida los de hortalizas. En el proceso, se consigue, de forma paralela, fibra alimentaria, «aprovechando al máximo el protocolo desarrollado y encaminados hacia el concepto de residuo cero». Ayuso calcula que aún pasarán unos años para que se pueda implementar este proceso a nivel industrial: «Sobre todo porque debe alcanzarse una viabilidad industrial, es decir, que sea rentable su producción».

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