Francisco Jarauta: «Vivimos uno de los peores momentos de la historia política de la Región de Murcia»
«Una mirada sobre la situación global del mundo nos deja cargados de malestar y de incertidumbre», dice el filósofo y catedrático jubilado de la UMU
Francisco Jarauta sigue viajando por el mundo en ebullición con su mirada puede que ya cansada, pero siempre lúcida y abierta, así es que es ... poco probable que a este filósofo, catedrático jubilado de la UMU y habitual conferenciante en destacadas universidades e instituciones culturales, pueda pasarle lo que cuenta Bukowski a propósito de ese confiado capitán que salió a comer y cuyos marineros aprovecharon su ausencia para tomar el mando del barco. Jarauta se mueve con gran agilidad mental lo mismo en la luz que en las tinieblas, sin por ello dejar de sentir pasión por la vida, que encuentra en todo su esplendor amargo en la poesía de su admirado Paul Celan, a quien le gustaría robar la experiencia de sentir cómo «En mi mano/ el otoño devora sus hojas: somos amigos».
–¿En qué punto estamos?
–Una mirada sobre la situación global del mundo nos deja a todos cargados de malestar y de incertidumbre. Nos hemos convertido en espectadores globales: por delante de nosotros pasa, a una velocidad única, el mundo al que considerábamos nuestro y que, con transformaciones aceledarísimas, nos ha ido dejando detrás del espejo, como aquellos observadores que Thomas Mann identificaba ante el hundimiento de Occidente. Yo no hablo de hundimiento, y tampoco me gustan esos radicalismos morales, pero todo ha cambiado, y tan rápidamente, que hasta Paul Virilio dice que, antropológicamente hablando, la revolución más importante que ha ocurrido en nuestro tiempo ha sido la domiciliación de la velocidad.
«El PP de [Pablo] Casado le ha puesto en bandeja a Vox sus votos, sin crisis del PP no habría un Vox tan fuerte»
–¿Con qué consecuencias?
–Nosotros nos hemos hecho doblemente temporales, por fugaces. Viajamos en una dirección que ya no controlamos y no tenemos, ni siquiera, la cartografía inicial para decir: mira, aquí está Tahití, o las Maldivas, o allá la antigua Rodesia o Mombasa, no. Estamos en un mundo al que nos hemos ido adaptando por necesidad, y desde esa necesidad hacemos nuestros pequeños viajes de exploración sintiendo, muchas veces, confusión al no reconocer lo que pasa, y también incertidumbre al preguntarnos por cómo será el 'a corto plazo'.
–Dibuje una especie de mapa de la actualidad...
–...hay, sobre la mesa, un damero abierto donde se producen guerras contumaces, el final de la guerra de Siria...; y hay situaciones de complicidades calladas: el silencio de [Vladímir] Putin sobre el conflicto, la gran promesa sobre Israel de [Donald] Trump a [Benjamín] Netanyahu... Y en ese mapa de historias que vamos adaptando a nuestra geografía sentimental y política, aparece una anomalía no esperada, ese virus [coronavirus] que atraviesa las fronteras a una velocidad de meteorito, con una capacidad de penetración algo inédito en la historia contemporánea, donde todos los alardes son a favor de una seguridad sanitaria, una profilaxis aplicada y una buena salud. Es decir, la fórmula del bienestar aplicada al individuo. Hoy por hoy, la salud sigue siendo el valor más importante, el valor por el que todos optaríamos en algún momento. A lo que hay que sumar esas guerras de intereses pilotadas por el más esperpéntico personaje de la historia moderna, que es el presidente americano, que ha jugado con el mundo como si fuese una agenda de sus propios intereses y que, subido a la grupa de ese neoliberalismo salvaje, ha multiplicado una situación global sin mediaciones al debilitar las instituciones internacionales, que van desde la Organización Mundial del Comercio a las instituciones que se pueden llamar agencias de Naciones Unidas.
«Sabemos que la justicia social comienza por una política fiscal. No podemos ser ignorantes por más tiempo, sobre todo cuando lo que buscamos es que por lo menos se garanticen los mínimos humanos»
–¿Y el resto de gobernantes destacados?
–Predomina la ausencia de gobernanza para poder administrar un mundo terriblemente complejo y con unas cifras demográficas superaltas: estamos en 7.700 millones de habitantes [dato ofrecido por Naciones Unidas]. Y en ese proceso de cambios, lo que podríamos llamar aquellos ideales que se llamaron económicos, que nacieron sobre todo con la Revolución Industrial y que se encaminaban a construir lo que podríamos llamar un mundo más justo, no han dado el fruto esperado. El tema de la igualdad fue un sueño de la Revolución Francesa, pero la socialdemocracia tampoco fue exagerada en sus sueños: prefirió construir un bienestar. Socialdemocracia que tiene que revisarse, en estos momentos, para dar contenidos a ese bienestar, que pasa no solo por una comunidad de servicios, sino por una comunidad de ideales morales que se han ido tirando por la ventana. Hoy no se puede decir que es universal el derecho a la vivienda, como tampoco lo es al trabajo.
–¿Qué le sorprende?
–En Europa, la derechización se ha llevado a cabo a un ritmo que no creíamos que se pudiera producir. Al margen de la retórica, existe una 'realpolitik' orientada a lo que podríamos llamar políticas absolutamente conservadoras, que ya no dialogan con la realidad. A este nivel, tiene razón Paul Krugman en 'Contra los zombis'; zombi en el sentido de persona ajetreada, que no encuentra el camino. Nosotros somos zombis porque somos personajes de la noche. Recuerdo una bellísima conferencia de mi hijo Pablo, en Unesco, durante la cual proyectó una imagen en la que se veía un campo de luciérnagas: la pregunta era: ¿cómo se orientan las luciérnagas? En la medida en la que los procesos de articulación social no sean eficaces, tenderemos a ser más zombis, porque el 'sálvese quien pueda' generará un mapa extraordinario de conflictos. Hoy somos, realmente, lo que él definía como una sociedad del riesgo, inseparable de ese gran palacio de cristal de la comunicación donde se producen todo tipo de espejismos, de ilusiones, y donde la realidad comienza a ser relevante solo cuando se oyen los tambores de la guerra.
«La socialdemocracia tiene que revisarse para dar contenidos a ese bienestar que pasa no solo por una comunidad de servicios, sino por una comunidad de ideales morales que se han ido tirando por la ventana»
–¿Cuál es su opinión sobre la subida o no de impuestos como forma de garantizar los servicios públicos y la justicia social?
–No quiero ser clásico, pero lo soy, en muchos campos cada vez más, y sabemos que la justicia social comienza por una política fiscal. No podemos ser ignorantes más tiempo, sobre todo cuando lo que buscamos es que por lo menos se garanticen los mínimos humanos; tener un concepto fuerte de humanidad es lo único que nos permite abordar, justamente, una política universal, global. La política siempre ha sido pensada como el arte de los posibles: tiene que pensarlos y generar esperanza. No podemos renunciar a perseguir un horizonte moral que permita no solo ser regidores de las buenas costumbres, sino también de los principios.
Elección moral
–¿Ve fiables a los políticos de hoy, los ve capacitados, preparados, aptos?
–Este es un aspecto muy delicado y, al mismo tiempo, inquietante. He terminado de leer la biografía de Max Weber, uno de los intelectuales que más me han influido. Decía que la política es una elección moral, que quien la asume lo hace con la voluntad de pertenecer a una sociedad que le cede su responsabilidad para que construya soluciones. Pero, hoy, la precariedad que se ha instalado en la clase política es terrible; en política nunca he visto, y no quiero alardear de ningún tipo de cualidad, hablo como el espectador que soy, tanta incompetencia junta: la construcción de voces sin ningún tipo de contenido, ni de contexto; oportunismos feroces, arribistas... Falta un buen Valle-Inclán para agitar el zoco de la política. Son muy incompetentes, falsean permanentemente la realidad, se arropan de ese plus de legitimidad que dan lo que pueden ser los resultados electorales, cuando una democracia está más allá de éstos; sí, pasa por la voz del pueblo, pasa por las elecciones, pero el ejercicio político no está, digamos, supuesto, hay que construirlo. Sea cual sea la escala a la que apliques esta mirada...; si hablamos de la política regional, estamos viviendo probablemente uno de los peores momentos de la historia política de la Región de Murcia: los trueques, ese 'yo indagado, yo acusado..., pasas tú, que pareces un alma bella, administra tú'. Y esas coaliciones de turno, que también pagan favores, servicios...; toda esa gente que asume una responsabilidad como si fuese un ejercicio individual, personal, la gratificación de no sé qué. Terrible.
–¿Qué opina de los 52 diputados logrados por Vox en las últimas generales?
–Un resultado impresionante, qué duda cabe, fuera de cualquier expectativa. Son miles los votantes que han preferido esta opción, asociada, en todo caso, a una crisis instituacional muy fuerte del PP. Hemos asistido a una llegada de [Pablo] Casado sin norte y, al mismo tiempo, a un juego de fuerzas de neutralización de Ciudadanos que obligaba al partido a escorarse cada vez más y más hacia el extremo. El PP de Casado le ha puesto en bandeja a Vox sus propios votos, sin crisis del PP no habría un Vox tan fuerte. Pero no creo que Vox pueda ya subir más, su nicho ya es muy alto. Además, su trabajo parlamentario termina siendo panfletero; no olvidemos que se ha producido en torno a él un cinturón sanitario, administrado por el PSOE y el PP, y que no está presidiendo ninguna de las comisiones parlamentarias. Habrá mucho ronroneo, pero no fuerza política.
–¿Qué espera del PP?
–Ojalá una racionalización de la derecha sea cada vez más real. Un partido conservador puede representar muy bien los intereses de una gran parte de la poblacion española, pero tiene que ser un partido liberal, ilustrado, con una cultura como la ha habido en otros momentos y que se ha ido disolviendo hasta llegar, actualmente, a que el extremismo marque el ritmo incluso de los discursos.
–¿Y su opinión del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos?
–Yo me alegro de que se haya producido esta coalición, sin ninguna duda; una coalición que siempre pensé que era necesaria, y lógica desde el punto de vista de la relación de fuerzas y de la convergencia de ideas. Había muchos tabúes que impedían superar esa línea roja, porque nunca fueron buenas las relaciones del socialismo con el comunismo en la historia española; de hecho, la vieja guardia del socialismo todavía no acepta esta coalición. Les hubiera ido mucho mejor una coalición..., incluso con el PP. Me parece que esta de Gobierno es una coalición capaz de afrontar una historia social y económica española construida sobre los principios y los derechos. Hay una expectativa social favorable. Las tintas negras, el macabrismo clásico de mucha prensa de la derecha ya no convence, y el debate va a ser ahora sobre los proyectos que se vayan aplicando.
Triste final de viaje
¿Qué propone hacer con respecto al drama del Mar Menor?
–Lo ocurrido me ha provocado una tristeza terrible. El Mar Menor colapsado, qué triste final de viaje. Y el colapso no se improvisa. También hemos asistido, felizmente, a una respuesta social invocando, exigiendo, que se produzca una verdadera política que haga frente a un programa de intervenciones eficaces, si bien, a las alturas de hoy, no existe tal programa. Hay una exigencia moral de la ciudadanía, que había llegado a una indignación que superaba cualquier defensa de lo político. Debería crearse un ente específico para el Mar Menor, con todas las competencias y con la capacidad de intervencion y de financiación, y superior a lo que podrían ser las consejerías de turno. Tiene que haber un proyecto que globalice todo y que cuente con la participación del Estado.
«Debería crearse un ente específico para el Mar Menor, superior a lo que podrían ser las consejerías de turno»
–¿Qué es necesario no perder?
–La curiosidad no deberíamos perderla; qué triste sería. Si no mantenemos una curiosidad beligerante perdemos el tren. Me incluyo claramente entre los humanos sedientos... de preguntas. Sin ellas, somos póstumos en vida. Yo soy un escéptico apasionado. Soy muy romántico, pero sigo siendo ilustrado también, y creyendo, viendo a nuestros jóvenes –sigo teniendo alumnos aquí y allá–, que la Humanidad sabrá hacer frente a sus grandes desafíos, sabrá pensar e ir construyendo su futuro.
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