UNA ROSA Y UNA SOMBRA
Palabras para el poeta Luis Antonio de Villena, que participa este lunes en un encuentro con Juan Antonio González Iglesias en la II Semana 'Cultura Es+' de la Universidad de Murcia
SOREN PEÑALVER
Lunes, 10 de febrero 2020, 11:16
¿Es preciso escribir un libro que recoja toda una vida, o dos vidas, una y otra unidas en el amor y con los vínculos ... profundos de la intensidad dichosa y una dosis de íntimo antagonismo, y cuyas páginas muestren, delaten al lector la riqueza oculta, cotidianamente atesorada entre una madre y su hijo?
«Es este (lo sé) un extraño libro...», confiesa su autor, Luis Antonio de Villena, en el breve epílogo. 'Mamá' es uno de los testimonios más hermosos que uno ha leído acerca de una madre. Y nos atrevemos, particularmente, a afirmar que el más hermoso de los hasta ahora conocidos. Y, por supuesto, si un defecto habría de encontrarse en su conjunto, sin duda no es el de la extrañeza.
'Mamá' abre su páginas con dos citas ; una de ellas muestra un estado emocional propio de la orfandad final: «Un enfant, je l'étais un peu à mes propes yeux, tant que ma mère existait. A partir d'aujourd'dui, je ne suis plus, hélas, qu'un homme» («Un niño, lo era a mis propios ojos, en tanto vivió mi madre. A partir de hoy, ay, no soy sino un hombre»). Las palabras de Roger Peyrefitte, engloban todo el conjunto de 'Mamá'.
Ángela había nacido la primavera de 1924 en un pueblecito de Segovia, del que salió siendo muy pequeña y que nunca olvidó. Sus cenizas volvieron a su origen, en la primavera de 2015, por su deseo, y cada nueva primavera nace con la floración que colorea el Moros, «un pequeño y bonito río de meseta, rodeado de álamos», el Guadarrama al fondo, cerca de la medieval Santa María de la Real de Nieva, entre verdes arboledas, viñedos y campo de cereal. 91 años de una vida intensa y no exenta de tragedia. Una señora bella, de carácter amable; inteligente, elegante, abierta al mundo, gran amiga de sus amigos y, sobre todo, hermosa. Alguien a quien (hablo en primera persona) me hubiera gustado conocer y tratar; aunque me quedo con el privilegio del regalo auditivo de su voz de muchacha, su conversación encantadora cuando por teléfono hablamos en no pocas ocasiones, en relación con su célebre hijo único, admirado por mí, tan querido y protegido por ella. Y al respecto, me gustará añadir mi refutación a lo que a menudo se afirma referido a las voces de los que mueren, como que es lo primero que se olvida de ellos. Yo no estoy de acuerdo. Existe un poema de Cavafis, 'Voces' ('Fonés'), que me da la razón: «Ideales y amadas voces/ de aquellos que murieron.../ A veces en nuestros sueños hablan;/ a veces en el pensamiento les escucha la mente...». La voz de Ángela Cecilia (éste era su nombre completo) me acompaña junto con la de mi querida madre que también se marchó por esos mismos días, ayer, hace un momento, una eternidad.
Un poema propio, bellísimo, Luis Antonio cita al principio de su libro; se titula 'El enigma de Edipo', y expresa para el lector inteligente la honda y exquisita verdad compartida entre una madre y un hijo, al margen de vagas interpretaciones. Luis Antonio está entero en sus versos: «... Porque en ti / me parece la vida sin peligro.../ Pero tu sabes cuánto te necesito / y que nos sueño juntos, cual aves extravagantes / en salones de lujo...» (pág. 38).
Luis Antonio de Villena, poeta phytios (apolíneo, luminoso...), único entre la gran fanfarria de mucha de la poesía española actual, con 'Mamá' nos ha dado un libro precioso, a veces inspirado por una dolorosa delicadeza. En este libro, qué cercana y querida nos ha hecho a Ángela su hijo... Formaban, en un tiempo no lejano, una escueta familia: madre, hijo y una longeva siamesa, Esmeráldica («no Esmeralda a secas... Sin embargo, por la fuerza atávica de la economía del lenguaje, terminó siendo Merita, Morita y, a la postre, solo Mori»).
Con 'Mamá', Luis Antonio golpea con los nudillos suave al corazón: «Creeré mañana tenerte más cerca. Me preguntaré -algunos lo hicieron ya- si uno no pierde cosas irreparables con la muerte de una madre. Cosas del todo irreparables. Leído en un libro sobre James Dean, que perdió apenas muchacho a su madre. «Creo que no se sobrevive a la muerte de una madre». Sí se sobrevive, pero llevas siempre contigo una rosa y una sombra...» (pág. 29).
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