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Lo dice Luis Bagué Quílez (Palafrugell, Girona, 1978), autor de 'Clima mediterráneo' (Visor), libro por el que fue galardonado con el último Premio de la Crítica a la mejor obra de poesía publicada en 2017: «Procuro no confundir la sensibilidad con la sensiblería, ni la ternura con la hiperestasia». Poeta, crítico literario y actualmente investigador en la Facultad de Letras de la UMU, también es un buen conocedor del estado de la poesía en la Región de Murcia, que estudió a fondo para hacerse cargo de la edición de 'Composición de lugar. Antología de poetas murcianos contemporáneos', publicada por La Fea Burguesía. Bagué, para quien el triunfo en las redes de algunos poetas de dudosa calidad se debe «a que se parecen a las tazas de Mr. Wonderful: son 'cuquis' y el mensaje es lo de menos», conquistó a los críticos con una belleza de poemario que navega, aprovechando el azul, la historia y el viento soleado del Mediterráneo, lo mismo por la sensualidad del oleaje que por la sangre derramada, lo mismo por su historia familiar que por nuestra Guerra Civil, acompañados según en qué momento por Velázquez o por el toro de Osborne, por Goya o por las visiones del ciberespacio y de una naturaleza que se está rebelando contra el hombre. Un poemario crítico, dedicado a «la memoria de Tomas Tranströmer y a su poema-río 'Bálticos'. En 'Clima mediterráneo' he cambiado el atrezo: la espesa bruma escandinava por la implacable luz mediterránea». 'Ababol' publica hoy su poema inédito 'Compro oro', escrito en un período de transición, que todavía se alargará en el tiempo, hasta que vea la luz un nuevo poemario suyo. Un poema, que incluye los versos «la joven de la perla ha empeñado / la perla», que el pintor murciano Manuel Pérez ha ilustrado para disfrute de los lectores.
-Vaya usted a saber. Nací en un pueblo de Girona, vivo en un pueblo de Alicante y trabajo en Murcia. Tengo un hijo de nueve meses. Me gustan la música de los ochenta y el pop art. Antes iba a nadar.
-Tener un hijo le obliga a uno a bajar más todavía a la prosa de la realidad, y digo más todavía porque yo vivo pisando la realidad, incluso en mi poesía, y no en las nubes. Ahora vivo con una serie mayor de obligaciones, de exigencias, y con otros horarios. Da igual, me está gustando mucho la experiencia, pero no tengo una visión sublime o elevada de la paternidad. En realidad, descubres que puedes dormir menos horas y que no pasa nada. Hay muchas cosas que, a priori, podrías contemplar como una limitación, como el hecho de dejar de hacer tus rituales -en mi caso, ir al cine todas las semanas, por ejemplo-, pero no lo son. Yo asumo los cambios con una satisfacción inmensa.
-Sí, incluida la de que cambie tu horizonte vital, porque ahora tienes que estar atento siempre a una criaturita que depende de ti. No, no me agobia asumir responsabilidades, creo que viene bien hacerlo. De la gente de mi generación se dice que tenemos mucho miedo al compromiso, pero yo, hasta ahora, no le he tenido ninguno. Ni a las responsabilidades, ni a enfrentarme a retos.
-Nunca he pensado que cualquier tiempo pasado fue mejor. En ese sentido, soy muy poco elegíaco. Digamos que, metafóricamente, me gusta más mirar por el parabrisas que por el retrovisor, ver lo que está por venir que lo que ya ha pasado.
-Uno ya está curado de espanto.
-¡Son tantos! Quiero pensar que tengo una concepción lúcida y nihilista de la existencia. Uno ya ha visto muchas cosas que funcionan mal en mucho ámbitos, y de alguna manera asumes que el mundo dicta mucho de ser perfecto. Un mundo que se está insensibilizando. Yo confío en conservar todavía un ápice de sensibilidad, algo que resulta cada vez más difícil en esta sociedad de la imagen en la que vivimos, que en buena medida es responsable de eso. Hemos visto ya tantas y tantas atrocidades, que a veces no sabemos si las estamos contemplando en una película o en un informativo.
-Intento vivir como un título de Ángel González: sin esperanza, con convencimiento. Lo que equivale a no dejar de tener nunca una mínima esperanza. No la tengo en que se vaya a producir un cambio redentor y utópico, eso no. Pero procuro fortalecer la voluntad de mantener unas convicciones.
-La de que debo cumplir con todas mis obligaciones, por ejemplo. Y la de que debo actuar siempre de manera que no haga del mundo un lugar peor. Por eso, pongo mis palabras a disposición de cualquier causa noble. Sé que con las palabras no se va a cambiar el mundo, pero sí, al menos, confío en que se removerán algunas conciencias.
-Me niego a cultivar el molestar a los demás. Hay ocasiones en las que uno tiene que contraatacar, pero no me gusta nada la violencia.
-Cuando conduzco, alguna vez [risas]. Pero soy bastante pacífico.
-Una de ellas: el ecologismo. Me parece un tema muy importante, cada vez más crucial, al que sin embargo no le prestamos mucha atención. El medio ambiente nos importa bastante poco, y no nos tomamos en serio la necesidad de actuar en este campo si queremos que nuestros hijos no lo vayan a tener mucho más complicado que nosotros. Yo, al menos, reciclo. No creo que vaya a protagonizar ningún hecho heroico en este campo, pero colaboro, haciendo lo que esté en mi mano, para que las cosas no vayan a peor.
-Habitualmente, no. Aunque, a veces, cuando conduzco piso más de lo necesario [ríe de nuevo].
-[Risas] Creo que está muy mitificado eso de estar fuera del sistema y de salirse de la norma. Las cosas solo se cambian desde dentro del sistema. Uno puedo ser 'outsider' a ratos, pero creo que lo más eficaz es luchar desde dentro.
-El cine ha sido mi gran pasión mantenida a lo largo del tiempo. Soy un cinéfilo apasionado desde los quince años; de hecho, mi primera vocación fue la de ser director de cine.
-Que iba en serio.
-De nada. Al contrario, con el tiempo uno va creando más vínculos.
-Temo al olvido, al dolor, a la muerte; es decir, a lo que teme toda la gente. Tampoco me caen simpáticos los reptiles ni ciertas razas caninas.
-Un mundo raro, como decía la ranchera.
-Por fortuna, no. Nadie debería sentirse a sus anchas en esta esquina del siglo XXI.
-Podría afirmar que desde la invención de la rueda hemos caído en picado, pero estaría exagerando.
-Me preocupa muchísimo, como le preocupaba a Machado y a Unamuno y le preocupa hoy a Manuel Vilas. Nuestra visión es pesimista... Hay algunas cuestiones, como los males de la política, que son ya casi endémicas y a las que nos hemos acostumbrado. Los políticos, sean del signo que sean, no nos van a sacar las castañas del fuego. Alguna tentativa hubo que parecía que podría llevar a buen puerto; me ilusionó bastante el movimiento del 15-M, pero aquello acabó convertido en agua de borrajas.
-El incremento de la pobreza, la desigualdad de oportunidades, la falta de conciencia ecológica, los coletazos de una crisis económica que están pagando quienes no la ocasionaron...; y podría seguir.
-Tomas Tranströmer, Wisława Szymborska, John Ashbery, Ángel González, Aníbal Núñez, Luis García Montero.
-Para transformar la realidad en un lugar habitable, a pesar de sus grietas y cicatrices. Para contemplar el presente a través de la historia. Para manifestar nuestra indignación. Para reírnos de todo, incluso de nosotros mismos.
-Que el mar donde nació la civilización, el mar que bañaba la Grecia y la Roma clásicas, ahora se ha convertido en una especie de vertedero, de basura y también de sueños, que muchos intentan cruzar soñando con un mundo mejor. Gente que se queda a medio camino, o varada en nunguna parte. Demasiados ahogados en su búsqueda de una vida mejor. Las crisis migratorias que estamos viviendo actualmente forman parte de la historia trágica del Mediterraneo. Me resulta inconcebible lo que está pasando, y que lo asumamos, y que incluso haya personas que ven estas muertes como fruto de la mala suerte. No puedo aceptar que a Europa le resulta tan imposible evitar esta tragedia; lo que creo que sucede es que Europa no quiere, o no le apetece, o le da mucha pereza lidiar con esta situación. Y también está la contaminación, la basura, los plásticos, los vertidos ilegales por parte de empresas que lo utilizan como desagüe de sus desechos contaminantes.
-De una mala salud de hierro, como la que se cultiva en el resto del planeta. Hace tiempo que corren malos tiempos para la lírica [sonríe]. Se escribe mucha poesía, es sorprendente el número de poetas, con libros publicados, que hay. Entre los poetas muy estimables, los hay que no han tenido la resonancia que deberían, y también están los que sí la tienen. Y, como es normal, hay muchos autores que tienen un nivel mediano. Valoro mucho la existencia de tantos jóvenes poetas y de iniciativas editoriales que están muy bien. Que haya en la Región varias editoriales que apuestan por la poesía, sabiendo que es una apuesta complicada, me parece algo casi heroico. Están creando mucha cantera y generando vida cultural, dos cosas muy importantes.
-En realidad, podríamos hablar de tres: una tendencia más postmoderna, que juega con las redes sociales y las nuevas tecnologías; otra de crítica social, de compromiso social muy fuerte; y una tercera que supone un intento de volver a los cauces de la lírica, de volver a hablar del yo sin la vergüenza torera que existía años atrás. Y las tres conviven y, en ocasiones, se mezclan, porque hay autores que son al mismo tiempo postmodernos y comprometidos, o líricos y postmodernos.
-Podríamos decir que la decana sería Dionisia García, que creo que es un referente imprescindible si partimos de la década de los 50; de los años 60 y 70, José María Álvarez y Eloy Sánchez Rosillo; y de los años 80 en adelane, hay varios autores por los que yo apostaría. Me gusta mucho, por ejemplo, la poesía de Alberto Chessa, de Javier Moreno y de José Alcaraz.
-Por razones estrictamente biológicas. Abrir el libro con Dionisia García era hacerlo con una voz de la promoción del 50, que era el límite generacional fijado para la antología. Francisco Sánchez Bautista escapaba a esos márgenes cronológicos. Además, su afinidad estética lo vincula con nombres como Julián Andúgar, Rafael García Velasco o el mismísimo Miguel Hernández. En todo caso, me merece un enorme respeto la figura de Sánchez Bautista. De hecho, el año pasado dirigí un trabajo de fin de grado dedicado a su obra.
La joven de la perla ha empeñado
la perla.
Gargantillas de reinas y diademas de vírgenes,
aureolas de santos a mitad del martirio,
fabulosas sortijas de señoras de alcurnia
y turbantes y piercings de pintores flamencos.
La muchacha de Vermeer
y el usurero Alfio cara a cara.
Ahora el escaparate del nuevo prestamista
anuncia su dudosa mercancía
pregonando comprar lo que en realidad vende:
la corona de Isabel la Católica,
el collar con la b de Ana Bolena,
el anillo de pescador de almas
en la lánguida mano de un presunto Inocencio,
la perla de la joven
sin la perla...
Todo para llegar a fin de mes.
(Luis Bagué Quílez, inédito)
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