El día que Pérez Galdós se enamoró de Murcia
Alberto Sevilla Pérez fue el «amigo incomparable» del gran novelista y dramaturgo, uno de los máximos representantes del Realismo español del siglo XIX. Su nieto, Alberto Sevilla Albarracín, cuenta en ABABOL cómo fue esa amistad
ALBERTO SEVILLA ALBARRACIN
Lunes, 27 de enero 2020
Al cumplirse el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920), muchos serán, y bien merecidos, los ... recuerdos y elogios que al insigne escritor se dediquen. Especialmente próximo a nosotros fue la relación que don Benito tuvo con Murcia. Me lo recuerda a diario la entrañable fotografía que conservo en mi escritorio, afectuosamente dedicada de su puño, a mi querido abuelo: Alberto Sevilla Pérez (Murcia, 1877-1952), incondicional y devoto admirador del gran escritor canario, con quien mantuvo fraternal amistad de por vida: «Días y amigos de Murcia, ¿quién podrá olvidaros?»
Así recordaba y agradecía Pérez Galdós aquella inolvidable noche del año 1903, cuando en el Teatro Romea de Murcia se ponía en escena su obra 'Mariucha', a cargo de la compañía de doña María Guerrero y don Fernando Díaz de Mendoza.
Mejor que demos paso a lo que mi querido abuelo contara en sus 'Remembranzas' bajo el título de 'Pérez Galdós en Murcia':
«Al estreno de 'Mariucha' en Barcelona hubo de asistir Pérez Galdós, quien le previno a cierto amigo suyo, residente en esta capital, que vendría a presenciar la reposición de su obra cuando la compañía Guerrero-Mendoza se trasladara a nuestra tierra. Y vino Galdós, quedando encantado del clima de Murcia; de la feracidad de nuestro suelo; de la hermosura de las mujeres nacidas aquí; de los dulces con que le obsequiaron y de la afabilidad de cuantas personas se aproximaron a él. El glorioso dramaturgo no se olvidó jamás de aquella noche».
«Varios admiradores de Galdós, entre los que se encontraban el médico González Aguilar y los hermanos Tomás y Andrés Palazón, distribuyeron varios hachones y se organizó una manifestación a la salida del Teatro Romea. Don Benito recorrió varias calles entre aplausos y vítores que el entusiasmo popular le tributaba».
«Tenía muy presente el paisaje maravilloso de nuestra vega, y recordaba con cariño las horas rodeado de admiradores en el Eremitorio de La Luz... Cuando hablaba de nuestra tierra la solía llamar 'el jardín de las Hespérides'»
«El glorioso dramaturgo no se olvidó jamás de aquella noche. Años después la recordaba con fruición, y escribía: 'Días y amigos de Murcia, ¿quién podrá olvidaros? Tenía muy presente el paisaje maravilloso de nuestra vega, y recordaba con cariño las horas que pasó, rodeado de admiradores que le agasajaron, en el Eremitorio de La Luz. Al llegar al recodo del camino que asciende hasta el convento, echamos pie a tierra; y al pisar la cumbre y abarcar con la vista el grandioso panorama que se ofrece a quien lo contempla, Galdós hubo de extasiarse. Apoyado en el bastón; calado hasta las cejas el sombrero, arrugados los ojos vivaces, para impresionar mejor su retina, el gran hombre permaneció absorto breve rato. Desde entonces, cuando hablaba de nuestra tierra la solía llamar 'el jardín de las Hespérides'».
La portada
«En la imagen se muestra a dos hombres apoyados sobre una mesa en una terraza en actitud reflexiva. El que está a la izquierda es mi bisabuelo, Alberto Sevilla Pérez, al que destino esa ubicación por ser zurdo quien le pinta. Se muestra serio y expectante a la vez que mira a su amigo, Benito Pérez Galdós, mientras sostiene un bolígrafo Bic. El bolígrafo es anacrónico, y demuestra que la literatura siempre es actual. Con tensión para empezar, una actitud pensativa, Benito crea esa impaciencia bendita. Tras ellos se cierran las fachadas de Murcia, al atardecer la torre de la Catedral actúa de bisagra entre todas esas pesadas páginas de balcones». Así es como describe el artista Alberto Sevilla Martínez la obra que ilustra 'Ababol'.
En el año 1909 se editaba en Murcia la obra de mi abuelo titulada 'Gazapos literarios', y en ella cumple el autor con su innegable muestra de admiración hacia su amigo, cuando escribe:
«Hay quien dice que no me canso de elogiar a Galdós; que todos mis artículos, referentes a él, son una serie de alabanzas que inspiran la admiración y el afecto personal que le profeso. Y, ¿cómo he de cansarme de elogiar al Maestro, si su labor nos honra ante el mundo? ¿Qué sería de nosotros, los españoles, si no contáramos con hombres que, como Galdós en la esfera literaria, ocupan puestos en la esfera de la ciencia y del arte? Borrad esos nombres gloriosos y habréis borrado el nombre de España; suprimid esas figuras y nos quedaremos con una cáfila de políticos fracasados que solo sirven para entorpecer la marcha progresiva de nuestra sociedad; que nos cubrieron de vergüenza con sus desaciertos, y con un pueblo falto de energías para salvarse por su propio impulso.
He aquí por qué gozo lo indecible al prodigar mis elogios cuando se trata de Galdós o cualquiera de nuestros grandes hombres».
Esto que mi abuelo decía a principios del siglo pasado es fácilmente aplicable, y de rotunda actualidad.
Relación epistolar
Mantuvieron Galdós y mi abuelo una extensa relación epistolar, felizmente tratada y recogida por mi inolvidable Brian J. Dendle, en su obra 'Epistolario entre Pérez Galdós y Alberto Sevilla'. Y fue don Benito muy pródigo con sus dedicatorias a su buen amigo de Murcia, cuando le obsequiaba con su fecunda producción literaria.
En el año 1905 le dedicó un ejemplar de su novela 'El doctor Centeno': «A Alberto Sevilla, a quien yo llamaría el 'Rey' de los amigos si no temiera lastimar con esta 'voz' su conciencia republicana». B. Pérez Galdós (rúbrica) Madrid, 18 oct. 1905.
Y al año siguiente, con su nueva obra titulada, 'Prim' (Ep. Nacionales), edición 1906: «Al incomparable amigo Alberto Sevilla, su affmo. B. Pérez Galdós (rúbrica)».
Y pródigo, como fue en su dilatada actividad literaria, también habría de serlo, incansable, en sus afectuosas dedicatorias. En el año 1907 se editó 'La de los tristes destinos' (Ep. Nacionales): «A Alberto Sevilla, el mejor amigo de Murcia... y del mundo. Su devotísimo B. Pérez Galdós (rúbrica)».
Llegaría después 'España sin rey' (Ep. Nacionales, año 1908): «Al bueno, sinceramente generoso amigo Alberto Sevilla. Su affmo B. Pérez Galdós».
Aquel año de 1909 publicaba don Benito 'España trágica' (Ep. Nacionales), y una vez más, dedicaba un ejemplar a su amigo murciano: «Al queridísimo y mejor amigo Alberto Sevilla, su atentísimo B. Pérez Galdós». Y habría de continuar aún, cuando al siguiente año daba a la estampa 'Amadeo' (Ep. Nacionales): «A Alberto Sevilla, su afectuoso amigo que jamás le olvida. B. Pérez Galdós».
Obituario en 'El Liberal'
Los últimos años de don Benito, aquejado de una progresiva ceguera, que de tantas cosas le privara, encargaba a su sobrino don José Hurtado de Mendoza, que correspondiese a las misivas de mi querido abuelo, siempre próximo a su idolatrado Maestro Galdós, como gustaba llamarle. A su muerte, en el periódico 'El Liberal', año 1920, se publicaron sentidos recordatorios, con la autoría de don Miguel de Unamuno, doña Emilia Pardo Bazán, y de su gran y más devoto amigo de Murcia, mi querido abuelo Alberto Sevilla Pérez.
El día 20 de junio del año 1923, la agrupación 'Amigos de Galdós' dirigía un escrito a mi abuelo, invitándole a participar en la publicación de un Censo biográfico de todos los personajes que componen el Universo galdosiano, a semejanza del 'Repertoire de la Comedie Humaine de H. de Balzac', publicado en Francia por Anatolio Gerfberr y Julio Christophe. En aquella labor, correspondiole a mi abuelo desarrollar un trabajo sobre 'Voluntad'.
Mientras esto escribo, me acompaña el grato sonido del tic-tac de un viejo reloj de bolsillo, que hace más de un siglo, estuviera en aquellas manos, y al que doy cuerda cada día, para que siga latiendo, y trayéndome el susurro de un tiempo pretérito.
Ababol
Una feliz coincidencia me permite celebrar que esta pequeña colaboración mía se inserte en un semanario que lleva por título 'Ababol'. Pues, 'ababol' es la primera palabra que figura en el 'Vocabulario murciano' de Alberto Sevilla Pérez. «Ababol. M. Amapola. De los mozárabes tomó el árabe español hababáura, traducido por hababol en el 'Vocabulario Levantino del siglo XIII' [edic. Sehiapar, pág. 84]. R. Menéndez Pidal, 'Orígenes del Español', pág. 109: «Más roja que un ababol y los ojos bajos. Ella». Vicente Medina, 'Aires murcianos', pág. 47: «La Dibuja iba extraordinariamente hermosa, con las mejillas encendidas como los ababoles». Luis Orts, 'Mar, La Dibuja'. Pág. 28:
«Deseando estoy que llegue el mes de los ababoles,
pa regalarte, nenica,
un vestido de colores» (cantar popular)
En el año 1919 fue intervenido quirúrgicamente D. Benito Pérez Galdós de la avanzada ceguera que venía padeciendo, y mi abuelo, que se interesaba por su estado de salud, le anunciaba el envío de su 'Vocabulario murciano', editado en aquellas fechas, y le decía : «No aspiro a que V. lo lea, sino a que ponga la mano sobre su cubierta. ¡Esa mano que yo estreché siempre con orgullo y que beso mentalmente a todas horas...!». Imagino que D. Benito, cuando José Hurtado de Mendoza le leyera aquella carta de mi abuelo, pondría su mano sobre aquel modesto 'Vocabulario murciano', cuya primera palabra responde al hermoso nombre de 'ababol'.
De alguna manera... D. Benito Pérez Galdós y 'Ababol' habrían de reencontrarse un siglo después.
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