Vásquez o la ficción sin ficción
Novela. El autor colombiano narra la vivencia revolucionaria de un cineasta descendiente de exiliados españoles
IÑAKI EZKERRA
Lunes, 15 de marzo 2021, 21:02
Hay familias a las que la política ha marcado como un hierro candente o como un vendaval que entró por la ventana arramblando con las ... cortinas, los muebles y sus propias vidas. El motivo debe de ser más hondo que la experiencia de esa clase de acontecimientos violentos que acarrea la Historia de un país o una sociedad. Y probablemente resida en el arraigo de un fuerte adoctrinamiento ideológico que modela a sus miembros. Hay familias que han padecido en sus carnes guerras, persecuciones, encarcelamientos y fusilamientos, pero que se han sabido sustraer de estos sin que la fidelidad al recuerdo de su infortunio les impidiera después retomar una existencia normal, mientras otras parecieran, en cambio, hallarse condenadas a relevarse generacionalmente en la asunción de una causa política y un destino dramático: el bando perdedor en la Guerra Civil española, los terrorismos de la década de los 60... Es ese el caso de la historia que cuenta el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez en 'Volver la vista atrás', una novela cuyo personaje central está tomado de la vida real y no es otro que su compatriota y amigo, el cineasta Sergio Cabrera.
Estamos ante alguien que posee una biografía ciertamente singular que redondea el perfil de ese grupo generacional que abrazó la violencia revolucionaria en Latinoamérica en torno al emblemático año de 1968. Nacido en Medellín en 1950, no solo se alistó a los 19 años en la organización guerrillera de extrema izquierda llamada Ejército Popular de Liberación sino que antes, a los 16, había militado en el movimiento de los Guardias Rojos nacido en 1966 en la China de Mao para perseguir mediante los métodos más totalitarios a los sectores sociales reacios a la Revolución Cultural. Este insólito salto de la Colombia gobernada por el conservador Frente Nacional a la China maoísta se produjo en la existencia del protagonista gracias a la invitación que recibió su padre, Fausto Cabrera, un conocido hombre de la vida teatral y la televisión colombianas, así como un convencido marxista, para impartir unos cursos de español en Pekín, que comprometieron de forma definitiva a la familia con el ideario revolucionario. En realidad, 'Volver la vista atrás' es la historia de un fanatismo, y del modo en el que este puede llegar a marcar sombríamente la trayectoria de los seres cercanos a quien lo padece. La infausta sombra de Fausto planea sobre todo el libro y de manera especial sobre su hijo, que no dio un paso en su producción cinematográfica sin consultárselo y sin tenerle a él como adorada, autoritaria y saturnal referencia, hasta el punto de que, en 'La estrategia del caracol', la más conocida de sus películas, dicho progenitor comparece haciendo el papel de un carismático líder anarquista. Sin embargo, dicha relación paterno-filial escondía unas inevitables tensiones que encuentran su expresión desde el mismo inicio de la novela y cuando el hijo, que ha viajado a Barcelona para recibir un homenaje consistente en un ciclo de los títulos más famosos de su filmografía, decide no sacrificar ninguna de las jornadas de ese calendario de reconocimientos profesionales para asistir durante unas horas al funeral de ese padre, que acaba de fallecer en Bogotá a los 92 años.
Ese viaje a España, que hace escala antes en Lisboa, el cineasta lo aprovecha para intentar recomponer una relación conyugal rota así como para reencontrarse con Raúl, un hijo de un anterior matrimonio, y compensar durante unos días la atención que no había podido prestarle hasta ahora. Pero, en las 475 páginas que tiene el libro, Sergio Cabrera no sabe explicar esa reacción, que sería más que comprensible, sino incluso se avergüenza de ella. Por el amplio, inconmensurable, relato que nos brinda una tercera persona omnisciente del modo en que las ideas del padre radical marcaron no solo a Sergio sino también a su hermana Marianella, el lector tiene un sobrado conocimiento de las razones que tendría ese hijo para que todo el libro fuera un sumarísimo ajuste de cuentas que, sin embargo, no se llega a producir, porque este flota en la abrumadora acumulación de los hechos y de la epopeya de la saga familiar en la que brilla un tío abuelo militar exiliado y leal a la República española.
En la 'Nota del autor' que cierra el libro, Vásquez aclara que esta es «una obra de ficción, pero no hay en ella episodios imaginarios». La verdad es que resulta innecesario ese empeño en llamar ficción a un texto excelentemente escrito, pero cuyo defecto es que de literario tiene muy poco y, de ficticio, nada.
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