'El sueño de Leteo': morir, dormir, tal vez soñar
El quinto poemario de Vicente Cervera es por encima de todo, según Eloy Sánchez Rosillo, un libro de poemas «de amor puro y romántico». El autor de los primeros versos sabe sacarle todo el partido posible al juego de los encabalgamientos y a cada una de las palabras que emplea, con guiños borgianos
En la mitología clásica, Lete o Leteo es uno de los ríos que transcurren por el Hades. Beber de sus aguas te inducía al olvido. ... Era preciso beberlas antes de la reencarnación para olvidarnos así de la vida pasada.
En este mito se basa buena parte de la obra que ahora nos presenta Vicente Cervera (Albacete, 1961), conocedor de dicha tradición, conocedor de la buena música, que desparrama por estas páginas, y experto en la literatura y la filosofía alemana con una buena selección de citas de autores como Hegel, Hölderlin y Shiller, que justifican e iluminan aquellas composiciones que le siguen.
Es el quinto libro de poemas de Cervera, que sacó a la luz su primera obra hace ahora, justamente, treinta años, con la aparición de 'De aurigas inmortales' (1993), al que le siguieron 'La partitura' (2001), 'El alma oblicua' (2003) y 'Escalada y otros poemas' (2013). Un camino lento, pero seguro, con textos admirables que hablan de un escritor conocedor de su oficio, empeñado en ahondar en el alma humana y, ya de paso, en la suya propia.
Tanto Piedad Bonnett, la escritora colombiana, como los poetas Luis Bagué y Eloy Sánchez Rosillo, dejan constancia, en la contraportada, de las excelencias de esta nueva entrega, en una editorial de gran prestigio como Renacimiento. Este último, Sánchez Rosillo, asegura que 'El sueño de Leteo' es, por encima de todo, un libro de poemas «de amor puro y romántico». Y añade: «Un soplo hölderliniano de exaltación y desgarro recorre los poemas de la primera parte del libro, con una evocación del tiempo de la dicha y dolor y resignación de un presente conflictivo y vacío».
Increíble inspiración
Sin embargo, esa feliz travesía que se observa en la primera parte del libro no se aprecia más allá de esos límites, y, después, como un río Guadiana que aparece y luego se oculta para volver a surgir a plena luz del día, en la tercera parte surge nuevamente el poeta de los primeros versos, de la parte inicial, con igual ímpetu y fuerza, con una increíble inspiración que se concreta, en esa parte tercera, en el poema titulado 'Rosas y apotegmas', dedicado a su padre, el profesor y escritor José Cervera, que vale por todo un libro: un inicio deslumbrante ('Quiero adentrarme contigo en las sombras'), que nos recuerda a ciertos versos de la 'Divina Comedia', y que se prolonga, con verdadera emoción y lucidez, hasta el final de este poema que le sirve de despedida, antes de adentrarse en la noche oscura del recuerdo, o, acaso, en el olvido que proporcionan las aguas cristalinas del Leteo.
Los poemas que forman la primera parte de la obra son, sin duda, los más brillantes. Repletos de imágenes, de bellas metáforas, de perfectos endecasílabos, de inquietantes versos que, en ocasiones, tienen su raíz en la más pura filosofía clásica, como sucede en ese primer poema con el que se abre el libro, titulado, precisamente, 'Leteo', en el que se plantean asuntos relacionados con la identidad del poeta, que trata de desenmascarar a ese otro que 'está en ti'. Un tema recurrente, que aparece una y otra vez, con sus variaciones, en el libro, junto con otros asuntos como la espera, la nostalgia, el regreso o el dolor garcilasiano.
En poemas como 'Anima Dannata', uno de los más lúcidos de esa primera parte, Cervera hace una auténtica demostración del valor que tiene para el devenir poético el orden de las palabras, con un inicio repleto de clasicidad, con el recuerdo de los grandes vates grecolatinos, como Horacio o Virgilio: 'Ingenuo, limpio de culpa, / herido como un ciervo por las cosas/ que de verdad nos hacen padecer/ y ajeno a cuanto el tiempo torna fatuo/ o baladí, así lo veo aún'.
Se mencionan esos momentos inquietantes en la vida de todo ser humano, con la presencia del 'viento helado', del inexorable paso del tiempo cuando, con las primeras luces, como sucede en el poema titulado 'Despiertas', observamos que, un día más tarde, después del sueño, nada ha cambiado, que todo sigue igual, que tu pelo 'no ha vuelto al brillo negro de antaño'. Un sentimiento humano, de ámbito universal, con aquel glorioso y shakespeariano 'morir, dormir: dormir, tal vez soñar' como música de fondo.
La riqueza lingüística, el saber sacarle todo el partido posible al juego de los encabalgamientos, el extraerle el mayor sentido a cada una de las palabras que emplea, así como los guiños borgianos que hallamos en cada uno de estos rincones, son aspectos que se perciben con facilidad en esa primera y espléndida primera parte.
Inesperado cambio de tono
Sin embargo, esa destacada y, diríamos, resplandeciente primera porción de 'El sueño de Leteo' no tiene la continuidad que todos esperábamos en la parte que viene a continuación, donde se percibe un inesperado cambio de tono, un vocabulario de menor peso y una preocupante falta de originalidad, como si la inspiración hubiera abandonado por completo al poeta. Se observan, de este modo, rimas internas, poco gloriosas -'en su atelier, con vistas a un vergel', por ejemplo-, acaso no deseadas por el propio autor. Y se insiste, en poemas poco logrados como 'El vuelo del azar', en el indiscriminado empleo de verbos en tiempo futuro que llegan a producir un sonido poco agradable al oído en una obra en la que, curiosamente, la música tiene tanta importancia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión