Almudena Grandes y una historia de otro conflicto
En el quinto de sus 'Episodios de una guerra interminable', la autora madrileña recrea el caso real de una madre que concibió a su hija como un experimento y la mató en tiempos de la República
IÑAKI EZKERRA
Lunes, 3 de febrero 2020, 22:40
En 2010, Almudena Grandes publicó 'Inés y la alegría', la primera obra de sus 'Episodios de una Guerra Interminable', que girarían en torno a la ... contienda española del 36. El propio título elegido para la serie llevaba implícito el propósito de incluir, entre los años de la susodicha e interminable guerra, los de la posguerra franquista. Tal propósito no puede reducirse a una pura licencia literaria, pues queda avalada por la propia dictadura, que se erigió heredera de la victoria del 1 de abril de 1939. Así, llegaron 'El lector de Julio Verne' en 2012, 'Las tres bodas de Manolita' en 2014 y 'Los pacientes del doctor García' en 2017, que ya planteaban como escenario narrativo la España triste de la posguerra desde una perspectiva acusadamente ideológica.
'La madre de Frankenstein', quinta novela del ciclo, ofrecía por su temática argumental y por su personaje central (una madre mentalmente enferma que mató a la hija en la que veía encarnada la mujer del futuro) la gran oportunidad de romper las costuras ideológicas de las que adolecieron las anteriores entregas, en favor de esa 'sagrada ambigüedad de la novela' sobre la que teorizó Milan Kundera, para quien la locura de don Quijote constituía un antídoto contra los maniqueísmos de la Edad Moderna. Y es que la locura no tiene bando político.
Grandes toma el personaje de esa madre parricida de un caso de la vida real. Aurora Rodríguez Carballeira fue una mujer culta que planeó la maternidad como algo muy parecido a un experimento, y que dio a luz una niña prodigio, Hildegart, que aprendió a leer y escribir cuando era un bebé y que en 1933, cuando fue asesinada con dieciocho años, ya se había convertido en una autoridad intelectual que publicaba libros e impartía conferencias sobre la liberación sexual.
Estamos, de este modo, ante dos personajes, madre e hija, que desbordan con mucho el clásico marco político de la época, porque encarnan un buen número de las contradicciones de esta. Por un lado, estaba el feminismo sufragista y el sueño de la mujer nueva. Por otro lado, la joven Hildegart abandona el PSOE y se adhiere a una Liga por la Reforma Sexual que predica unas ideas eugenésicas lindantes con el nazismo, y con la interpretación más grosera del superhombre nietzscheano. La misma manera en la que Aurora seleccionó a un hombre sano para que la fecundara responde a un deshumanizado ideario que llenó Europa de sangre en el ecuador del pasado siglo. Sin embargo, 'La madre de Frankenstein' no profundiza en esas contradicciones que, curiosamente, vuelven a ser hoy de una gran actualidad debido a los populismos, y que dan fe de otra guerra que no es la del 36. Frente a esa patológica figura materna que nos interroga, se limita a oponer el sórdido marco de la España de los 50, o sea, de los años sin ilusión en los que se había ido la esperanza política de derrocar al régimen y no había llegado todavía el consuelo apolítico del progreso desarrollista.
Ese trillado planteamiento de izquierdas y derechas; ese consabido panorama de vencedores y vencidos, al que cabe añadir poco más que el grupo de los espíritus acomodaticios que encarna José Luis Robles, el director del manicomio de Ciempozuelos en el que Aurora ha acabado interna, es la única respuesta que se le ofrece al lector frente a un delirio complejo por sus connotaciones ideológicas que le viene al libro demasiado grande. La novela amaga una reivindicación ideológica de la mujer que colisiona con el hecho de que es, paradójicamente, una mujer la que ha matado a la otra en nombre de la ideología. Lejos de superarse esa paradoja, esa madre, que padece una esquizofrenia paranoide, permanece hermética en sus 556 páginas y es un enigma para los otros dos personajes centrales de la trama, que pivotan en torno a ella: el psiquiatra Germán Velázquez y la enfermera María Castejón. El primero ha estado exiliado quince años en Suiza adquiriendo los conocimientos que le estaban vedados en su país, y es hijo de un eminente catedrático de Psiquiatría represaliado por el bando vencedor. Su regreso le conduce a Ciempozuelos y al reencuentro con la famosa asesina que ya le impresionó en su adolescencia. A su vez, María es una enfermera de familia humilde a la que Aurora Rodríguez enseñó a leer y a escribir cuando era niña. Ambos personajes tienen un doloroso pasado que sabotea la atracción que el uno siente por el otro. Los dos permanecen unidos a la madre infanticida por una relación, entre problemática y forzada, de fascinación, que, como la propia novela, no acaban de resolver.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión