«Me encontré con la tristeza en su retrato»
El artista ha elegido esta «época de cambios de luz muy fuertes» para pintar al natural las salinas de los poemas de Alberti: «'Rosasos', violetas, magentas por la tarde y por la mañana, y te preguntas: ¿Cómo es posible esta belleza?»
A Carlos Pardo (Murcia, 1970), pintor, escultor, alarife y empedrador, además de restaurador de pianos y violines y cultivador de habas y guisantes («porque eso ... forma también parte de mi trabajo»), el retrato que ha realizado de Rafael Alberti para esta serie del Centenario del Suplemento Literario (1923-1926) de LA VERDAD no le agradaba en un primer momento. «Porque está tristón, como muy exiliado, ¡más exiliado que la hostia!, que es una realidad también, claro, pero no me gusta verlo así. Soy muy psicológico con el retrato, me gusta profundizar en los personajes, y al final me he encontrado con su dolor y su tristeza. Aunque me hubiera gustado desposeerlo de esa historia oscura». Esa tristeza la interpreta Pardo como fruto de la pérdida, por haber tenido que tomar distancia con un país que no se soporta a sí mismo, y que durante aquella década de los años 30 se volvió una trampa mortal para todas las ideologías.
«Suelo pintar sitios que no son fáciles, no pongo el culo enseguida, a no ser que lo vea rápido. Puedo pasar la tarde mirando, buscando, sin una pincelada, solo observando: como hacen los paisajistas japoneses»
Alberti es «un conocido» de mi familia, dice Pardo, sobrino del artista Antonio Gómez Cano e hijo del escultor 'Perico' Pardo. «Lo conozco de toda la vida, y he cantado con la guitarra cuarenta mil canciones de Paco Ibáñez, esas cosas marcaron mi juventud, yo me he criado con esas referencias». Aunque dice Carlos Pardo que es más tendente a otras voces líricas como Blas de Otero y Gabriel Celaya: «Mis primeros libros fueron de poesía para niños, por ejemplo de García Lorca, porque mis padres me animaban a leerlos».
«Lo que pasa es que, en concreto, a la hora de hacer ese retrato de Alberti para este Ababol, me he metido más en el aspecto personal que en el literario, y quizás ese mal rollo de su vida está reflejado», insiste Carlos Pardo, que también ofrece hoy en LA VERDAD otras cinco obras realizadas para este especial: un autorretrato mirando tres gaviotas reidoras revoloteando en la orilla de un mar aparentemente en calma, que luce en portada de este número, y cuatro obras que ilustran los tres poemas publicados por Alberti en LA VERDAD y que aparecen en 'Marinero en tierra': 'Mar y tierra', donde dice que su madre le ha escondido el traje de marinero para que no vaya al mar; 'Salinero', donde suspira por «ser salinero, granito del salinar», y el que no lleva título pero aparece encabezado como 'De La Habana ha venido un barco...', dedicado a José María Chacón, que acaba con un deseo: «¡A las Antillas me voy, por unas mares de menta amargas!».
¿Dónde le ha pillado al artista todo este trabajo? «Entre el campo [en un oasis perdido en la serranía de Mazarrón] y las salinas de Guardamar. He estado ahí pintando prácticamente todo este tiempo. Es un escenario real. Esos cuadros tienen 15 días, un mes como mucho, y el que va en portada en Ababol es un autorretrato, porque me acordé de esos versos en que dice Alberti que su madre le ha guardado el traje y no puede navegar. Te quedas muchas veces con las ganas de navegar mirando las gaviotas, es la pura verdad», admite.
«Al final pienso que es todo lo mismo: música y poesía»
Vivir en aquellos años 20 cuando LA VERDAD publicó a los autores más destacados de la Generación del 27 es ya imposible. En todo caso, sí podemos revivirlo, y esta serie en la que estamos rescatando algunas perlas de aquel tiempo obedece a ese deseo. «Por supuesto que fue un tiempo duro, muy difícil, todo lo que sucede después. Lo que ocurre a gente como Alberti, o a Ramón Gaya, o Juan Gil-Albert, que tienen que marcharse a un exilio incierto. Yo lo veo una locura tener que marcharse y dejar todo lo que es tu vida, tu familia, tu mundo...».
Es la primera vez que ilustra poemas de un autor de la Generación del 27, algo que le lleva a pensar «que yo nunca he sido un pintor muy literario, aunque piense que mi pintura tiene molla literaria, quizás en un sentido más abstracto. Pero no pienso yo que sea un artista muy lírico».
«He cantado con la guitarra cuarenta mil canciones de Alberti y Paco Ibáñez, me crié con esas referencias»
Del retrato de Alberti dice que es «complicado» pintarlo sobre un fondo frío, azul, «y es inevitable asociarlo al mar». Pero también introduce en las obras para este especial rosas, «porque estamos en una época de cambios de luz muy fuertes, y las salinas están ahora preciosas, y te encuentras los 'rosasos', violetas, magentas por la tarde y por la mañana, y te preguntas: ¿Cómo es posible esta belleza permanente ante tus ojos? Voy, me suelto con las acuarelas, y disfruto por aquí y por allá, admirado entre los pájaros. A veces se para la gente a mirar, pero suelo pintar sitios que no son fáciles, tardo en poner el culo, no pongo el culo enseguida, a no ser que lo vea rápido. Puedo pasar la tarde solo mirando, buscando ese sitio, sin dar una pincelada, solo observando: como hacen los paisajistas japoneses».
Esperanza
El aliento de la vida, de mantenerse despierto, después de una experiencia traumática como puede ser el exilio es algo que percibe en la creación de Alberti. «Esto está en su trabajo, que es un grito de lamento, pero también de esperanza. Y plasmarlo a través de las palabras y de la belleza de la poesía, es una maravilla», afirma Pardo.
En la música sí ha encontrado el pintor murciano la gran inspiración. «Es dramaturgia pura», concluye. «Al final pienso que es todo lo mismo: música y poesía».
Pardo, entusiasta del mar, no ha tenido apenas oportunidades de navegar, «aunque me gustaría». ¿Construirá algún día un barco? «Primero habrá que llamar a alguien que me pasee. En la orilla se pueden hacer muchas cosas».
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