Vivir limitados: una situación a la que no nos acostumbramos
Los efectos de la pandemia causada por la Covid-19 se manifiestan, ahora más que nunca, en la salud mental y financiera de los individuos
El 14 de marzo de 2020 el tiempo se paró para los españoles. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretaba el Estado de Alarma y un confinamiento exhaustivo que se fue alargando durante semanas y que hizo que prácticamente todo se paralizase, tratando de poner freno a un enemigo desconocido: el virus SARS-Cov-2.
La Covid-19 ponía entre las cuerdas la vida de las personas a nivel mundial. Poco o nada se conocía de su existencia, viralidad, posible tratamiento... De ahí que la primera solución ante sus efectos pasase por evitar a toda costa el contacto entre humanos. Se sabía que esta situación, que todavía hoy colea, acarrearía consecuencias, prácticamente en todos los sectores y ámbitos de la vida. Y no era una sospecha trivial.
A nivel psicológico, las repercusiones de la Covid-19 se están dando tanto en la población general como en la clínica. Está provocando graves problemas de salud mental, entre los que destacan síntomas de ansiedad y depresión severa, niveles de estrés severo, estrés postraumático, etc. Según la catedrática de Psicología de la Universidad de Murcia, Ana Isabel Rosa-Alcázar, «un síntoma muy común son los problemas de sueño. El miedo a la enfermedad y al contagio, los duelos no resueltos junto con las conductas de prevención y seguridad, como lavarse las manos, distanciamiento físico, evitación de estímulos y situaciones, la hipervigilancia a las sensaciones somáticas y las reducciones en la interacción social están aumentando el riesgo de problemas psicológicos y enfermedades mentales». Y no es algo que se vea solo en personas con psicopatologías previas sino también en quienes estaban sanos.
«Es conveniente trabajar en prevención y detección precoz de los problemas psicológicos y psiquiátricos en infancia y adolescencia»
Y es ahora, que parece que llegamos a lo que algunos han denominado 'nueva normalidad', cuando se están presentando los verdaderos problemas psicopatológicos y cuando aparece una mayor demanda de asistencia sanitaria a nivel psiquiátrico y psicológico.
Deja Rosa-Alcázar una reflexión interesante: «Considero que el principal aprendizaje es que todos estamos expuestos a eventos que no controlamos y que nuestra salud física y mental es el principal valor del ser humano. Debemos apostar por seguir educando en salud mental a la que, en muchos momentos, no le damos la suficiente importancia. La prevención es la clave».
Efectos en la infancia
Parece innegable pensar que si a los adultos la situación les ha tocado de manera sobrevenida, a los más pequeños tampoco les ha supuesto un trago fácil. Con la dificultad añadida de ser personas totalmente dependientes.
Según el informe de la plataforma de Asociaciones de Salud Mental de la Infancia y Adolescencia de España, durante las diferentes fases de la pandemia se ha dado una acumulación peligrosa de factores de riesgo para problemas de salud mental en infancia y adolescencia de enormes proporciones: reorganización de la vida familiar, estrés masivo, miedo a la muerte de familiares, crisis económica con pérdida simultánea de casi todos los sistemas de apoyo, y oportunidades de evasión en la vida cotidiana, acceso limitado a servicios de salud, así como falta de estabilización social y control por parte de grupos de pares, maestros en la escuela, y actividades deportivas.
«En comparación con la crisis de 2008, se observa un impacto mucho más intenso ahora»
Para todas las familias, la pandemia supuso un cambio drástico en su forma de vida y la intensidad de las relaciones ha aumentado en cada núcleo familiar, quienes viven en hogares de bajos ingresos y hacinados, estos desafíos se exacerban.
Concepción López Soler, responsable de la Unidad de Psicología Infanto-Juvenil del hospital Virgen de la Arrixaca y creadora de la asociación 'Quiero Crecer', asegura que «los problemas de salud mental en infancia y adolescencia se han multiplicado, con un incremento de incidencia importante. Todas las alteraciones presentes antes de la pandemia se han agravado y menores no afectados previamente han desarrollado alteraciones».
Las dificultades emocionales y conductuales afectan a la autorregulación, la concentración y el rendimiento. De hecho, no ha hecho falta esperar demasiado para corroborar algo que los expertos sospechaban: «Este curso, que se ha vuelto a clase con una cierta normalidad, se perciben ya las diferencias en el nivel de aprendizaje que cada menor ha sido capaz de desarrollar a lo largo del curso pasado, y estas diferencias, en gran parte, son debidas a los distintos recursos familiares y económicos que han podido tener».
Los numerosos efectos que se están detectando han puesto de manifiesto la necesidad de mejorar la atención en salud mental en la infancia y adolescencia. López Soler asegura que «los recursos disponibles en el Sistema Nacional de Salud son muy insuficientes. La primera carencia importante es la ausencia de especialistas en Psicología Clínica y Psiquiatría de la Infancia y Adolescencia».
En su opinión, «es necesario mejorar esos recursos y aportar más apoyo a las familias, escuelas e institutos, pues, cuando se llega a los servicios sanitarios, los problemas suelen ser ya graves. Es conveniente trabajar en prevención y detección precoz de los problemas de salud mental en infancia y adolescencia». Además, advierte: «Cómo mejorar la atención psicológica a niños y adolescentes, así como a sus familias, es un reto que nos compete a toda la sociedad y no debería ser privativo en función de los recursos económicos».
Economía
Si como dice la canción, «tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor», es obvio que la Covid-19 las ha puesto a prueba. Y si el confinamiento ha afectado a la salud mental, mucho ha tenido que ver la económica. Ana Isabel Rosa-Alcázar explica que «hemos de tener en cuenta que los problemas económicos motivados por la pérdida de trabajo, recursos e incertidumbre laboral son un factor que está todavía muy presente en nuestra sociedad y que influye también en la salud de nuestra población».
Así, José Carlos Sánchez de la Vega, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Murcia, destaca el confinamiento como una de las grandes particularidades de esta crisis en relación a sus efectos en la economía. «El hecho de que la población se viese obligada a estar en casa y limitar sus interacciones sociales ha tenido un importante impacto sobre la actividad económica, si bien de manera desigual por sectores, dado que, negocios como la hostelería o, en general, el turismo, que tienen un importante peso en el PIB español, se han visto más afectados que otros como la agricultura o la industria agroalimentaria».
Asimismo, hace mención a la perturbación de oferta provocada por la interrupción de las cadenas de suministros y a los posibles problemas de liquidez que se derivarían del alargamiento de la situación, algo que podría generar dificultades adicionales a medio plazo.
«En comparación con la crisis del 2008 –apunta Sánchez de la Vega–, se observa un impacto mucho más intenso ahora y, además, con un carácter más global, afectando a un mayor número de países, según fuentes del Fondo Monetario Internacional».
Con respecto a la recuperación económica, el profesor de la UMU asegura que «parece que hay un consenso generalizado en cuanto a que se pueda dar a finales de 2022 o principios de 2023; aunque todavía con mucha incertidumbre y dudas en relación a la evolución de la pandemia y lo que pueda pasar». No obstante, José Carlos Sánchez de la Vega considera que estamos siendo capaces de adaptarnos bastante bien y es optimista con respecto a la recuperación de la economía y la pronta salida de la crisis.
ERTE
No en vano, Ildefonso Méndez, investigador principal del grupo de Economía de la Educación y Evaluación de las Políticas Públicas de la UMU, sostiene que «aún desconocemos los efectos reales de la pandemia en la economía española. Hasta que no podamos retirar apoyos esenciales como los ERTE o las ayudas a pymes, no podremos saber cuántas empresas no han podido superar la limitación o, incluso, paralización de su actividad económica por la Covid-19». Y apunta: «Las estimaciones disponibles, eso sí, confirman que, por las características de nuestra estructura productiva y de nuestro mercado de trabajo, las secuelas serán mayores y durante mucho más tiempo que en otras economías desarrolladas más avanzadas y menos dependientes de sectores tradicionales».
En relación a lo que algunos han denominado 'generación perdida' (jóvenes, sobre todo a los últimos en llegar al mercado de trabajo, que son los recientes egresados de universidades, centros de formación profesional o aquellos que abandonan los estudios), Méndez asegura que, «aunque el concepto es algo exagerado, ilustra bien las notables dificultades que los jóvenes españoles encuentran hoy en día. Y es que no deja de ser cierto que encontrar empleo y mantenerlo es cada vez más complejo, sobre todo dadas las características de las últimas décadas de nuestro mercado de trabajo: muy reducida movilidad geográfica, tasa de paro que alcanza un nuevo récord mundial con cada nueva fase recesiva, tasa de temporalidad muy elevada independientemente de la fase del ciclo y, ahora, un 'stock' de trabajadores, muchos de ellos cabeza de familia, esperando su reincorporación al empleo (ERTE) o su salida del desempleo».
Competir
Al parecer, muchos jóvenes han perdido la fe en un modelo de mercado de trabajo que, según las estadísticas, tardará de media unos 8 años en ofrecerles un contrato de trabajo indefinido, no reconocerá su cualificación en dicho contrato (subempleo), tiene notables conexiones con la economía sumergida a veces y, ahora, han de competir, además, con las personas en ERTE o en búsqueda activa y, en ocasiones, más desesperada de un puesto de trabajo. «No lo tienen nada fácil», dice el profesor de la UMU.
«Ahora bien –añade–, sin ánimo de caer en un positivismo que puede ser hasta ofensivo en ocasiones, también es el momento de los que apuesten por la movilidad, la formación y una mirada necesariamente más flexible de la vida». Bajo su punto de vista, «quizá la mejor forma de tener un buen puesto de trabajo en Murcia, si así lo desean, cuando tengan 40 años, es buscar esa movilidad, experiencia y formación ahora».