«El 60% de las solicitudes de protección internacional resueltas en España en 2020 fueron denegadas»
Marta Latorre Catalán,investigadora del grupo de Reestructuración Territorial y Desigualdad Social de la Universidad de Murcia
Adía de hoy, la mayor parte de las personas desplazadas y refugiadas en el mundo son acogidas por países en desarrollo, más del 86%, en gran parte por sus países vecinos. En el contexto europeo, solo Alemania es uno de los cinco principales países de acogida a nivel mundial. Sorprende saber que en Líbano una de cada cuatro personas es refugiada, lo que nos puede hace pensar en las implicaciones que tiene para el país; y que, a pesar de la mayor atención en los medios del caso afgano, actualmente la mayor parte de solicitantes de asilo en España (según datos de 2020) provenía de Venezuela, Colombia, Honduras, Nicaragua y Perú.
Marta Latorre Catalán, profesora del Departamento de Sociología, miembro del grupo de investigación Reestructuración territorial y desigualdad social, ha trabajado recientemente para el proyecto europeo 'REGIN'-Regiones para la Integración de Migrantes y Refugiados, en colaboración con la Consejería de Mujer, Igualdad, LGTBI, Familias y Política Social, ya que la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia era una de las regiones europeas estudiadas en el proyecto. Entre 2016 y 2019 lo hizo en el proyecto europeo 'Refugium'-Construyendo ciudades refugio y una nueva cultura de la acogida. Vínculos entre las universidades y escuelas europeas por los derechos humanos y en 2018 fue la coordinadora en la Universidad de Murcia del proyecto europeo 'Seelike a child' sobre refugio e infancia. Además, en 2019 colaboró en el libro 'Asilo y refugio en tiempos de guerra contra la inmigración'. Desde la realización de su tesis doctoral, en la que se acercaba, desde la sociología política, al estudio de la emigración española a Europa durante el franquismo, las migraciones han sido una de sus líneas de trabajo, algo que se refuerza una vez que se vincula al Departamento de Sociología de la UMU, donde trabaja con un grupo de especialistas en el estudio de las migraciones.
–Recientemente, como consecuencia de la llegada de los talibán al poder en Afganistán o previamente por la guerra en Siria, entre otros, en los últimos años la palabra 'refugiado' está más presente que nunca en nuestro día a día. No obstante, ¿cree que la sociedad conoce lo que supone ser refugiado?
–Efectivamente, en los últimos años se ha producido un incremento en el número de personas, a nivel mundial, que se han visto expulsadas por múltiples razones (conflictos bélicos, violencia, persecuciones, etc.) de sus países de origen, entre los que se encuentran algunos de los países de Oriente Próximo, como Siria y Afganistán. Según datos de Acnur, a finales de 2020 había más de 82 millones de personas desplazadas por la fuerza, tanto en el interior de sus países como fuera de sus fronteras, y de estas más de 26 millones eran personas refugiadas. Es interesante observar que en la actualidad, estos últimos años, el número de personas que solicitan protección internacional supera al del final de la Segunda Guerra Mundial, otro de los grandes momentos históricos en los que se produjeron numerosos desplazamientos forzosos por un conflicto bélico, que es precisamente el contexto en el que se consolida la figura y definición de refugiado y de la protección internacional, tal y como aún lo conocemos hoy y sigue recogida en las legislaciones de asilo. Pero ciertamente, a pesar del volumen de estos desplazamientos, su magnitud e importancia, podemos considerar que no hay un gran conocimiento en nuestra sociedad sobre en qué consiste el asilo y refugio y qué implicaciones tiene. Quizá en esto pesa el hecho de que muchos de estos desplazamientos tienen lugar a muchos kilómetros de nuestro país.
«El nacimiento de hijos e hijas en los países de destino se ha demostrado una de las principales razones para renunciar a regresar al país de origen»
–¿Cómo lo explicamos en pocas palabras?
–Se trataría de toda persona que, debido a un miedo fundado de ser perseguida por razón de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país. Distintos cambios sociales han obligado a redefinir y sobre todo a ampliar la acepción original consagrada en la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y muchas legislaciones nacionales han ido incorporando nuevas causas de asilo, como fue el caso del género y la orientación sexual. Durante los últimos años, uno de los debates más interesantes en este terreno tiene que ver con la necesidad de ampliar y revisar la figura, por ejemplo para incluir lo que ya se conoce como desplazados climáticos o ambientales, que algunas estimaciones solventes situaban en más de 30 millones de personas en 2020.
–En definitiva, ningún parecido con quienes emigran de forma voluntaria. Son muchos los que lo hacen (incluidos los españoles) por distintas razones, como puede ser mejorar sus condiciones laborales o seguir a un amor, por poner un ejemplo.
–Seguramente deberíamos cuestionar esas diferencias tan asumidas o que puedan parecer tan 'claras' entre un tipo y otro de migración. Primero, porque la diversidad de razones que nos llevan a migrar hace muy difícil determinar cuándo hablamos de voluntariedad o de carácter forzoso; por ejemplo, sería difícil hablar de migración voluntaria de quien se marcha dejando atrás una situación de pobreza, sequía o inseguridad, por poner tres ejemplos frecuentes. Por otro lado, muchas veces los obstáculos que encuentran durante el tránsito, el viaje, las hacen migraciones muy parecidas; pensemos en el elevado número de personas que han perdido la vida en la frontera de México con Estados Unidos o, sin ir más lejos, en la española con Marruecos, especialmente en el Mediterráneo. Por último, una vez llegadas al país de destino, las dificultades que afrontan muchas de las personas migrantes –independientemente de su estatus legal o protección– son muy similares: acceso desigual al mercado de trabajo, vivienda, educación, sufrir racismo y discriminación, entre otros.
Desarraigo
–Pero nada les gustaría más que poder tener una vida normal en sus países de origen.
–Sin duda una de los aspectos más duros de la migración consiste en el desarraigo, la pérdida de vínculos con familiares, amigos, con tu entorno; así ha sido recogido en buena parte de la literatura sobre migraciones, en la que la separación, la ausencia, tienen una importancia fundamental. No obstante, conviene señalar que precisamente por la heterogeneidad de los movimientos migratorios, porque hay razones muy diversas que hacen que las personas se muevan dentro y fuera de sus fronteras, también debemos prestar atención a las voluntades y preferencias de quienes no desean permanecer o regresar a su país de origen. Por ejemplo, en aquellos casos en los que tras años residiendo en un país se establecen nuevos lazos, proyectos de vida, que retrasan y, en ocasiones, acaban con la idea de retornar. En este sentido, por ejemplo, el nacimiento de hijos e hijas en los países de destino –que en buena medida se identifican ya más con este que con el de origen de sus padres– se ha demostrado una de las principales razones para renunciar a regresar al país de origen, aunque esto quizás formara parte de sus planes iniciales.
«El asilo es un derecho y como tal ha sido recogido ampliamente en tratados internacionales y legislaciones nacionales»
–En el caso de nuestro país, ¿qué se encuentran los solicitantes de asilo cuando llegan a España?
–Para las personas cuya solicitud de protección internacional ha sido aceptada, en el caso español se inicia un proceso que se prolonga 18 meses (que pueden ser 24 en el caso de las personas más vulnerables) con tres fases diferenciadas, denominadas de 'acogida temporal', 'autonomía' e 'integración', en las que el acompañamiento se va reduciendo, pasando de una protección integral –que incluye alojamiento, escolarización, atención sanitaria, ropa y alimentos– a un apoyo más puntual en el que la persona debe vivir ya de forma autónoma. El sistema de asilo y refugio es una responsabilidad pública del Estado, cuya gestión en España es realizada por organizaciones no gubernamentales. No obstante, debemos recordar que no todas las solicitudes de protección internacional son aceptadas, de hecho el 60% de las solicitudes que se resolvieron en España en 2020 fueron denegadas, no obteniendo ningún tipo de protección. Creo importante insistir en esto, precisamente en el contexto actual, donde tienen cada vez más presencia los discursos de odio, centrados con frecuencia en el rechazo a la inmigración, que utilizan un falso discurso sobre una mayor utilización de los recursos públicos por parte de la población migrante. En este sentido, además, me parece pertinente señalar que el asilo es un derecho y como tal ha sido recogido ampliamente en tratados internacionales y legislaciones nacionales; por lo tanto, lo que tras algunos episodios recientes estamos viendo no es solo una crisis humanitaria, sino también en ocasiones la vulneración de derechos fundamentales.
Recursos limitados
–Algunos salen de sus países 'con lo puesto', como se suele decir. ¿Cómo empezar una vida desde cero? ¿Qué pasos siguen y en quién se apoyan?
–En el caso de los beneficiarios de protección internacional cuentan con los recursos del sistema de acogida e integración que ya hemos mencionado antes que, aunque limitados y no siempre suficientes, resultan esenciales en la llegada. Por otro lado, en aquellos casos en los que las solicitudes han sido denegadas o incluso cuando ni siquiera se han presentado solicitudes de protección (situaciones en las que podemos incluir lo que comúnmente se conoce como 'migrantes económicos'), la situaciones son muy distintas en función de razones tales como el país de origen, el género y la edad, el nivel formativo, las redes en el país de destino, el conocimiento o no del idioma, tener familiares a su cargo y el rechazo de la población autóctona, entre otras. Efectivamente, lo que sí resulta común es que la mayor situación de vulnerabilidad se produce en los primeros momentos, de ahí la importancia de destinar recursos públicos y privados especialmente a la población que se encuentran en esta situación para que resulte posible, como señala, 'empezar desde cero'.