Residuos agrícolas para mejorar la digestión
Una investigadora posdoctoral de la Fundación Séneca ha logrado obtener de los desperdicios de algunos cultivos elementos de alto interés para la salud humana
Lo que no mata hace más fuerte. Y resulta que algunos de los desperdicios que genera la actividad agraria no solo no representan un peligro si se reaprovechan, sino que además resultan de alto interés para la salud. Es lo que ha demostrado en su reciente tesis doctoral Paula García Ibañez para el caso de las crucíferas (brócoli, coliflor, repollo, nabo, rábano, etc.). La investigadora posdoctoral de la Fundación Séneca, que desarrolla su actividad en el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC), juega con cierta ventaja al haber centrado su estudio en las también llamadas brasicáceas, por su buen potencial. «Gran parte de su protagonismo se debe a su versatilidad, ya que tanto sus distintos órganos (raíces, hojas e inflorescencias) como el aceite obtenido de sus semillas, son aptos para consumo tanto humano como animal», explica. Pero en su trabajo se ha propuesto un paso más allá buscando no solo recuperar mucho de lo que ahora se tira, sino conseguir además extraerle una ventaja adicional para el organismo humano.
La investigación, resume, «se centra principalmente en la reutilización de subproductos de la industria agrícola para obtener extractos con beneficios para la salud, aumentando su estabilidad mediante nanovesículas de origen vegetal». Esas nanovasículas actúan como capsulas microscópicas que mejoran la estabilidad y la eficacia de los extractos. «Son altamente compatibles y protegen los compuestos de interés durante la digestión, liberándolos en la zona del intestino donde se absorben», apunta, de modo que resultan «ideales para la elaboración de ingredientes destinados a la industria alimentaria, como bebidas funcionales o nutracéuticos», como se denominan los productos elaborados con ingredientes ricos en determinados nutrientes procedentes de la naturaleza.
Las claves
-
Segunda oportunidad El proyecto realiza estudios directamente sobre los cultivos, algo menos común en este ámbito y más provechoso.
-
Trabajo de Campo El proyecto realiza estudios directamente sobre los cultivos, algo menos común en este ámbito y más provechoso.
-
Aplicación El proyecto busca un retorno a medio plazo de los resultados en la sociedad.
El proyecto incluye la aplicación de ciertos compuestos a estos cultivos (bioestimulación) para que incrementen la producción de moléculas beneficiosas para el consumidor. En particular, concreta, «la investigación se ha centrado en los glucosinolatos presentes en crucíferas como el brócoli, el bimi, la col lombarda o la coliflor», a las que se ha asociado «con la mejora de síntomas relacionados con enfermedades como el síndrome metabólico o la obesidad».
La repercusión industrial y social que deriva de estos descubrimientos es lo que animó a Paula García a embarcarse en el proyecto. «A menudo, trasladar de manera efectiva el conocimiento generado en investigación hacia la sociedad puede ser un desafío, y resulta emocionante observar cómo esta investigación puede contribuir de diversas maneras al avance de una sociedad más sostenible y una industria más consciente», explica. El importante peso de la agricultura en la Región, añade, también «fue un factor determinante» para emprender la iniciativa, «ya que la investigación busca igualmente aportar a ese desarrollo tecnológico local y ayudar a minimizar el impacto en la gestión de subproductos», dándoles una nueva utilidad.
Hoy día se estima que más de una cuarta parte de los alimentos producidos en Europa acaban en la basura. Cualquier eventualidad durante su manipulado y transporte, por ejemplo, o incluso un aspecto poco normativo del producto, entre otros muchos elementos, avocan a miles de toneladas de comida al contenedor de los desperdicios. Y sin embargo todavía se pueden aprovechar, e incluso mejorar con ellos distintos productos como demuestra el proyecto de García, titulado 'Desarrollo de bio-nanoencapsulaciones de origen vegetal para incrementar estabilidad y la biodisponibilidad de ingredientes funcionales de plantas'. Una tecnología tan versátil como la obtención de nanovesículas, destaca la especialista, «ofrece un amplio abanico de posibilidades en diversas industrias además de la alimentaria, como la agronómica o la cosmética».
No se trata de un campo de investigación inexplorado, precisamente, ya que en la actualidad se realizan múltiples proyectos sobre el uso de bioestimulantes, por ejemplo, tanto en España como en la Región. Pero donde sí resulta particular el proyecto que nos ocupa es en su atención a variedades menos estudiadas, como la col lombarda o el bimi, «y por realizarse en campos de cultivo, donde las condiciones ambientales son menos controladas e influyen múltiples factores ambientales».
«Es emocionante cómo esta investigación puede contribuir al avance de una sociedad más sostenible», apunta la doctora Paula García
A menudo, trasladar de manera efectiva el conocimiento generado en investigación hacia la sociedad puede ser un desafío, y resulta emocionante observar cómo ésta investigación puede contribuir de diversas maneras al avance de una sociedad más sostenible y una industria más consciente», explica. El importante peso de la agricultura en la Región, añade, también «fue un factor determinante» para emprender la iniciativa, «ya que la investigación busca igualmente aportar a ese desarrollo tecnológico local y ayudar a minimizar el impacto en la gestión de subproductos», a los que otorga una nueva utilidad.
Contextos industriales
Sobre las vesículas de origen vegetal, en concreto, la doctora García Ibañez explica que ya se han realizado investigaciones internacionales, aunque básicamente observadas como herramienta para estudiar procesos fisiológicos de las plantas. Y pone como ejemplo «la composición de la membrana lipídica o la presencia de proteínas asociadas». Por el contrario, su investigación, en consonancia con otras realizadas por el grupo de Aquaporinas del Cebas-CSIC, destaca «por explorar su aplicación en contextos industriales. De esta manera, logramos transformar una herramienta que inicialmente formaba parte de la investigación básica en una con usos potenciales en la industria».
Esta investigación, respaldada por la Fundación Séneca (Agencia de Ciencia y Tecnología del Gobierno regional), arrancó a principios de 2020, de modo que coincidió de lleno con la pandemia, lo que para su artífice no impidió avanzar «con éxito» y obtener «resultados muy satisfactorios». De hecho, el logro de haberla desarrollado «a pesar de las circunstancias hace que los resultados sean aún más gratificantes».
Una vez defendida su tesis sobre este proyecto, en el recién acabado 2023 y dirigida por los doctores Micaela Carvajal y Ángel Moreno, la especialista se encuentra ahora en un periodo de adaptación posdoctoral, «también respaldado por la Fundación Séneca», en el que continúa «explorando nuevos campos de aplicación de la tecnología desarrollada con las vesículas vegetales», y destaca el trabajo «profundizando en el conocimiento sobre su potencial en la industria cosmética». El nuevo periodo, asegura, «está siendo muy provechoso, ya que me ha permitido darle continuidad al proyecto y colaborar con diversas empresas, explorando nuevas posibilidades». García cita a la compañía Sakata Seed Ibérica, que ha respaldado la elaboración de su tesis «permitiéndonos desarrollar los experimentos en campo y proporcionando los recursos necesarios para que éstos se desarrollasen de manera exitosa». Ahora toca ver el logro a medio plazo por el que la recién doctora se embarcó en este proyecto: ver sus aplicaciones en el mercado con beneficios patentes para los consumidores.
Contra la tiranía del peso, la talla y el color
En la industria agroalimentaria, se generan grandes volúmenes de biomasa que a menudo acaban desechándose por no cumplir con los estándares comerciales establecidos de peso, tamaño o color, explica la doctora Paula García Ibáñez. «Este desperdicio implica un gasto significativo de recursos naturales como agua y suelo», advierte. Con la investigación que ha emprendido en esta área, y que le ha llevado a defender recientemente su tesis doctoral, «no solo se obtiene un producto fresco enriquecido en compuestos bioactivos, sino que también se ofrece una forma de reutilizar los subproductos para la producción de extractos o nanovesículas». De este modo, concluye, se contribuye a la economía circular y se avanza en el conocimiento necesario para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, acordada por Naciones Unidas.