Con la felicidad ocurre que el lenguaje cotidiano nos lleva con mucha frecuencia a pensar o creer que hemos nacido para ser felices. Pero la ... felicidad no es obligatoria. Es una emoción subjetiva que varía de una persona a otra. Cada persona tiene sus propias experiencias, circunstancias y desafíos, que inciden en su capacidad para sentir la felicidad en un momento concreto. Ser feliz todo el tiempo puede ser contraproducente y generar estrés y ansiedad. Por eso hay que rechazar los enunciados que pretenden que seamos siempre felices. La evolución humana no ha seleccionado maximizar todos los momentos de nuestra vida. Estrictamente hablando, la evolución ha favorecido la capacidad de los humanos para sobrevivir y reproducirse y la felicidad no siempre es necesaria para ello. Parece evidente que la ansiedad y el miedo han ayudado a evitar peligros y amenazas en el entorno, aumentando las posibilidades de supervivencia. Del mismo modo la tristeza y la preocupación pueden ayudar a procesar y resolver problemas complejos, que la vida puede presentarnos.
Ahora bien, los humanos tenemos capacidad para experimentar la felicidad y el bienestar subjetivo. Incluso la felicidad es un incentivo para perseguir objetivos. No falta el aspecto que felicidad y bienestar emocional tienen relación con beneficios para la salud física y mental, incluyendo las funciones inmunológicas, decremento del estrés, incluso aumento de la longevidad. Es por ello que la pretensión de lograrla es una constante humana. El derecho a buscarla no es el derecho a adquirirla. La vida, tercamente, se niega a reconocerlo. 'Vida, libertad y derecho a la felicidad' es un enunciado muy al uso, incluso incrustado en pronunciamientos fundacionales, nunca satisfechos. Se cuenta que Abderramán III, que disfrutó de todos los logros concebibles, al aproximarse al final de sus días contó el número de días que había sido feliz y solo contabilizó que habían sido 14. Magro resultado para alguien que gozó de todos los placeres terrenales y culturales imaginables.
A la Naturaleza no le importa mucho la felicidad de los humanos, solo su supervivencia. La selección natural responde a imperativos aleatorios. Por tanto, la afirmación de que se alcanza la felicidad cuando se está en armonía con la Naturaleza por el hecho de que hemos evolucionado en ella, no se sustenta con cómo ha acontecido esa evolución. Esa Naturaleza nos ha dado un gran lóbulo frontal que nos otorga habilidades analíticas y ejecutivas, pero no ampara una habilidad natural de ser feliz. Cabe pensar que esto no está entre sus prioridades. En el proceso evolutivo no se ha eliminado la depresión, pongo por caso, y habrá que pensar que, pese a las desventajas que implica, también puede cumplir funciones útiles en momentos de adversidad, por ejemplo. No se trata de conformarse, sino de buscar explicación de qué y cómo. La clave de la felicidad no radica en la Naturaleza.
Curiosamente, desde el marco religioso, se atribuye una causa moral a la infelicidad. Egoísmo, carencias morales y materialismo, se dice que son la causa. La pócima secreta es la renuncia y el control del deseo, para lograr el equilibrio virtuoso. Nuestro diseño conlleva una incapacidad para la felicidad, contenida en nuestros genes. Se requiere esfuerzo. Resulta discutible conseguir un estado de satisfacción por vías químicas, además de ser materialmente imposible. Químicamente no hay vía conocida que replique la felicidad, al no estar vinculada ésta a una función cerebral concreta.
Los estudios al respecto ponen de relieve que las emociones y los afectos positivos y los negativos coexisten en el cerebro y no necesariamente hay implicación entre ellos. Los dos hemisferios parecen especializados e identificadas las zonas activas correspondientes: derecho asociado a emociones negativas e izquierdo a las positivas. Un modelo que contempla la coexistencia de placer y dolor parece aproximarse mejor que uno que contemple la felicidad permanente. El dolor no es nada anormal y en los que no tienen la habilidad de soslayarlo afloran sentimientos de frustración.
El modelo de emociones encontradas nos hace humanos. El estado de felicidad permanente, no existe, pese a la publicidad malsana de la 'industria del pensamiento positivo', cuyo pastel de negocio es cuantioso, superando ampliamente los 10.000 millones de euros anuales Las emociones negativas no son un fracaso personal, ni la tristeza en ocasiones es un defecto que hay que evitar urgentemente. Estos altibajos son los que nos hace humanos. El empeño razonable es estar al mando para que no degeneren en patologías.
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