La historia es poderosa. Agustín Martínez Royo, Alcalde de Alcanadre (La Rioja) desde 1933, llevaba almendras en el bolsillo de su camisa cuando lo fusilaron ... poco después del golpe de estado del 36, el 14 de agosto. En los restos del cuerpo, sobre su pecho, sobre la sangre derramada, surgió un almendro que ayudó a encontrar su cuerpo durante las exhumaciones en 1979. Hay un documental sobre ello.
La imagen es poderosa. Un cuerpo tendido bajo tierra, con la camisa aún ceñida al torso, y en uno de sus bolsillos, algunas almendras olvidadas. Tiempo después, del mismo lugar donde yace el cuerpo, brota un almendro. Antes de entrar en las posibilidades físicas, es conveniente detenerse en lo simbólico. La semilla es, desde antiguo, una imagen de la vida dormida, de la promesa, del renacimiento. El cuerpo muerto, por su parte, representa el final, pero también, en muchas tradiciones, el abono de lo que vendrá. En el cristianismo, por ejemplo, San Pablo dice: «Lo que tú siembras no recobra la vida si no muere» (1 Corintios 15:36). La muerte y la semilla comparten una lógica inversa, ya que, una parece clausura, la otra inicio, pero ambas requieren un proceso de descomposición o de ruptura para cumplir su propósito.
La imagen parece más una parábola que un hecho. Como en los cuentos sufíes o en los haikus japoneses, no importa tanto la veracidad del hecho, sino lo que despierta en la mente del lector: la sorpresa, la posibilidad del milagro cotidiano, la intuición de que incluso en la muerte hay germinación.
Desde un punto de vista botánico, la almendra es una semilla, del Prunus dulcis, que, en condiciones favorables, puede germinar. Para que eso ocurra, debe cumplir ciertos requisitos: humedad, temperatura adecuada, suelo poroso, y tiempo. Si una almendra permanece seca y encerrada en una prenda, difícilmente germinará. Pero si el cuerpo del muerto está enterrado, y la camisa aún con almendras en sus bolsillos, entonces el proceso de descomposición, la acción de las lluvias, de los microorganismos, del contacto con la tierra… todo ello podría generar las condiciones mínimas para que una almendra despierte. No es habitual, pero no es completamente imposible. De hecho, se han dado casos documentados de semillas que germinan tras años en lugares insospechados. La almendra, si no ha sido tostada o tratada, puede ser viable durante bastante tiempo.
¿Puede una camisa, con almendras en el bolsillo, ser el origen físico de un almendro? Pensemos en los materiales. Las camisas son habitualmente de algodón o lino, materiales que se degradan con el tiempo. En una tumba, suponiendo un entierro en tierra sin ataúd hermético, la tela se humedece, se descompone, y se integra al suelo. El cuerpo, al descomponerse, libera compuestos nitrogenados que enriquecen la tierra. Las almendras en el bolsillo, si no estaban cocidas, pueden absorber humedad. La camisa ya no es camisa: es residuo, es materia orgánica en transición. El bolsillo deja de ser abrigo textil y se convierte en cavidad fértil. Una de esas semillas echar una raíz, que atraviese los restos del tejido y empiece su viaje hacia la superficie
El almendro es uno de los primeros árboles en florecer al final del invierno. En muchas culturas mediterráneas, representa la esperanza, la resurrección, el retorno de la vida en medio del frío. En la poesía sufí, el almendro en flor suele representar el alma iluminada que ha roto el cascarón del ego. Entonces, si vemos esta imagen desde lo simbólico, la pregunta cambia: ¿es posible que de la muerte brote belleza? ¿Que un olvido de unas almendras en un bolsillo termine generando una manifestación de vida? La respuesta poética es sí. No importa tanto si el árbol brota exactamente del bolsillo. Importa que el árbol, como un acto de amor o memoria, brote donde hubo un cuerpo, donde alguien dejó algo suyo, aunque fuera un puñado de frutos.
En el fondo, la cuestión es si puede nacer algo de lo que hemos sido. Quizás no todos dejemos herencias materiales, ni memorias heroicas, pero tal vez una camisa con almendras olvidadas pueda ser suficiente. Tal vez algo que llevábamos cerca del corazón termine brotando, tiempo después, como un árbol. Y si alguien pasa por ahí, y recoge una almendra de ese almendro, quizás esté comiendo no solo un fruto, sino una historia, que nació del olvido, del silencio, del misterio vegetal que une la muerte con la vida.
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