Símbolo y ocultación en Goya
La exposición conmemorativa en el Museo del Prado muestra cómo el pintor aragonés introdujo sutiles críticas al orden establecido en muchos de sus trabajos
ANTONIO ELORZA
Lunes, 27 de enero 2020, 21:54
Al servicio de la razón crítica y sirviéndose de su inmensa creatividad, Francisco de Goya construyó un mundo de símbolos, de signos figurativos mediante los ... cuales representó los usos morales, la desigualdad, la opresión, el peso de la irracionalidad en la España de 1800, e incluso sus propias pasiones. Un enorme despliegue de imaginación envolvió sus trabajos, con esas galerías de criaturas infernales, protagonistas del famoso capricho 'El sueño de la razón produce monstruos', que llevaron a una interpretación psicoanalítica de su obra. Fue como si la misma hubiera estado inscrita en una irrealidad, producto de la personalidad del pintor, afectada ciertamente por la sordera de 1793. Solo que el mismo Goya dio la clave para entender la aparente contradicción entre racionalismo y horror, en la leyenda explicativa de 'El sueño...': «La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles, unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas».
Razón y fantasía resultan, pues, inseparables para abordar la elaboración de un 'idioma universal' a partir del cual domine la verdad contra el error, al poner de manifiesto toda clase de vicios. Sin excluir los producidos por la ignorancia o la inmoralidad a los políticos, como la denunciada en el capricho 56, 'Subir y bajar', con Godoy, obviamente no nombrado, por protagonista. Aquí no hay símbolos sugeridos, sino un retrato feroz de quien alzado sobre la lujuria, sin pantalones y echando humo por la cabeza, «vibra rayos contra los buenos ministros». Sigue al cese de Jovellanos por el valido, previo a su prisión de 1801 a 1808.
En el auténtico manifiesto de la libertad artística que fue su breve memoria a la Academia de 1792, Goya había sentado sus principios, marcando un distanciamiento radical respecto de la concepción neoclásica del racionalismo, imponiendo pautas fijas reguladoras del arte. La razón en Goya presenta al orden natural como espacio donde se ejerce la libertad creadora, divina, del artista frente a la obligación impuesta. De ahí nacerá una estricta homología entre el campo artístico y el político, del cual dan cuenta los cientos de dibujos presentados en la fascinante exposición conmemorativa ahora abierta del Museo del Prado.
Razón y fantasía resultan inseparables para sacar a la luz toda clase de vicios
También permiten apreciar hasta qué punto la luz de la razón es el instrumento con el que descubrir las irracionalidades demasiado presentes en la España ilustrada. Gracias a ella cabe percibir la tragedia de la vida de las mujeres, su degradación como putas o sometidas a matrimonios de interés. En su degradación, acaban asimiladas mediante distintas metamorfosis a las brujas que pueblan un mundo de pesadilla; complementario de la gran fuerza generadora del error y la opresión, el clero. Los frailes son «hombres que se nos comían». También este, arrancando de hipérboles visuales cada vez más acusadas, da lugar a otra galería de monstruos. En el fondo, las desgracias del mísero pueblo, privado de luz. Otra galería de estampas trágicas, de la que solo escapan quienes practican oficios útiles y las jóvenes hermosas, eso sí, volubles como esa duquesa de Alba, a la cual dibuja con las alas de mariposa de Volaverunt, y a la que él se aferra sin esperanza en otro dibujo sobre la inconstancia femenina.
Luz contra oscuridad
La denuncia no será inútil, encontrándose respaldada por las ideas de la elite ilustrada: Jovellanos, Meléndez Valdés, Cabarrús. De ahí la adhesión entusiasta de Goya a la Constitución de Cádiz, que aporta una «divina libertad» en medio de los desastres de la guerra. Ahí están los dibujos 'Lux ex tenebris', 'La luz de la libertad' de 1812 y 'Divina razón, no dejes ninguno'. Pero las fuerzas de la oscuridad no son imaginarias, según dice otro dibujo exaltando el Sol de la Justicia, en cuyo revés se lee: «No a todos conviene lo justo». Y la oscuridad volverá desde 1814, con la sucesión de monstruos humanizados que encarnan el caos, hasta imperar definitivamente en las pinturas negras de la Quinta del Sordo.
¿Hasta qué punto la exposición del Museo del Prado permite apreciar esa evolución y su riqueza de matices? Consciente o inconscientemente, los cortes en la ordenación; algunas supresiones incomprensibles -la utopía liberal de 'Esto es lo verdadero'-; el caos de las localizaciones (no hay quien entienda los 'Desastres de la Guerra', dispersos, confundidos con la hambruna de 1812); la marginación de problemas incómodos -la denuncia de Godoy en 'Subir y bajar', la relación con la duquesa; el continuum entre maja y prostituta, los desnudos femeninos de Sanlúcar- interfieren en la lectura de una trayectoria ideológica sobre la cual los dibujos ofrecen más que suficiente base de comprensión. Otras veces, en cambio, son mezclados, sin las explicaciones necesarias. De ahí el descenso en el número de visitantes. El espectador no tiene por qué ser antes investigador.
Goya recurrió constantemente a la astucia en su defensa de la libertad. En 1814 el Ayuntamiento de Santander le encarga «un buen retrato de Fernando 7º». Ofrece un importante pago de 8.000 reales, pero fija un plazo brevísimo de entrega y una serie de componentes que han de figurar en el cuadro: el traje como coronel de Guardias de Corps, el cetro y la corona, una estatua de España «coronada en laurel» y un león que ha roto unas cadenas. Todo ello para simbolizar el protagonismo del Deseado en la liberación de España.
Goya cumple de modo estricto el mandato, pero procede a una sutil inversión de significados. De entrada, el león es una masa informe aborregada, y sobre su cabeza las cadenas no están rotas. Sobre todo, la estatua no es España, sino una mujer hermosa que levanta la mano izquierda con el índice extendido; es decir, la imagen que figuró en el frontispicio de las ediciones de la Constitución de Cádiz. Frente al absolutismo del monarca, Goya alza el valor de la libertad suprimida.
La próspera vida de Goya recibió el pago de privilegiados y reyes. Sus ideas eran otras. De ahí las sutiles infracciones al orden, introducidas en los símbolos, que convierten la representación en denuncia. La obra maestra fue el retrato de Godoy en la Academia de San Fernando, con la vara del poder en la entrepierna. Otros ardides son forzados por asegurar la supervivencia. Así las leyendas que cambian de los dibujos a los caprichos para criticar a la Inquisición. Goya nunca renuncia a ejercer la libertad.
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