Perfil del artista

Parece tener las cosas muy claras, también que su trabajo puede ser muy contradictorio. Por eso habla tan rápido que casi parece que dice varias frases a la vez. La grabadora en una entrevista de Eduardo Balanza (Murcia, 1971) es un objeto de primera necesidad. Como esa radio Grundig que tenía su madre cuando era niño y que le enseñó «la madriguera de Alicia». La AM «era el internet de los ochenta y tenía ese poder amplificador y también místico, porque te metías en unos mundos...». Lamenta que se haya perdido «ese fetichismo, esa democracia del sonido», y por eso recrea mundos analógicos en cartón, aunque le gusta el tiempo que le ha tocado vivir. «Creo que hemos evolucionado hacia otra cosa, ni mejor ni peor, son otras normas», dice. Y de los mundos místicos de la radio ha viajado a las principales ciudades del mundo. Ha amanecido en Nueva York, Berlín, Kuala Lumpur o La Habana, ciudades, todas, a las que viajó para formarse. Después de graduarse en medios audiovisuales en España, estudió cine en La Habana y, más tarde, se matriculó en la School of Visual Arts y en la Parsons School of Design de Nueva York, una de las universidades de arte más prestigiosas del mundo. En su obra se sirve del 'playback', la manipulación, la reinterpretación o la apropiación para hablar de la cultura popular, los medios de comunicación o los roles de género. Ha expuesto en Turín, Nueva York, Berlín, Róterdam, París, México, Guatemala y Helsinki, entre otras ciudades. Entre sus últimos trabajos se encuentran la construcción de casas experimentales de cartón en Nicaragua y su participación en el 'Host Punkt Festival' de Noruega. Actualmente, su obra se puede ver en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) dentro de la exposición colectiva 'Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo' junto a la de artistas como Jimmie Durham, Tracey Emin, Santiago Sierra y Jean-Michael Basquiat. El mes que viene viajará a México. Se siente muy orgulloso de su apellido. Se crió en una cocina y amasó pan en la confitería Bonache, «el negocio más antiguo de toda la ciudad de Murcia», recalca. Tres siglos.