La Tierra Media, el reflejo del Somme
Ahí está el río Somme, en una madrugada de niebla que huele a pólvora. Es algo más. Lo sabe el joven que delira por la ... fiebre. Hoy lo trasladan al hospital de campaña, unos kilómetros alejado del frente. Allí comerá algo diferente a pan por primera vez en días. Escuchará, a pesar de la distancia, el zumbido de los obuses cayendo. La tierra partida por la mitad. Las tripas de una generación de casi niños decorando las alambradas de espino. Cascos abiertos por la metralla. Un bodegón fúnebre para las ratas. Cerrará a los ojos y solo verá nueve jinetes acudiendo hacia él, vestidos de negro, sin cara. Son los Nazgul, embajadores de la muerte. Pero aún quedan algunos años para convertir el miedo en un territorio mítico.
El joven está enfermo, y gracias a Dios que no es la peste, el mal que está a punto de diezmar la guerra, más fuerte aún que las balas y el fuego, sin distinguir adversarios. Nada de lo humano le es ajeno a la enfermedad. Aspira a ocupar todos los cuerpos, como un anillo de fuerzas invisibles. Pero no será el suyo. Su fortuna se ha aliado con las alimañas y él padece la fiebre de las trincheras, un piojo que ha infectado sus heridas. Es duro caminar bajo las bombas, perseguido por seres oscuros. Todo huele a muerte, como los dos hobbits que recorren el mundo para tirar el anillo al Monte del Destino. Esa misma noche, en el hospital, con el tacto de las sábanas limpias, no sospechará que casi todos sus amigos habrán muerto en las trincheras, bajo las bombas. Esa noche morirá casi toda una compañía, pero nacerá la Tierra Media.
La Tierra Media es una de las creaciones más perfectas de la literatura del siglo XX y responde a los recuerdos de los días más duro de la guerra. No hay región en el orbe inventado por Tolkien que no tenga su eco en el frente de la I Guerra Mundial. La geografía responde, en este caso, al dolor y la persistencia en recordar, a la memoria de los días negros de la contienda, pero también de un mundo anterior al de los obuses y la sangre, inocente en muchos aspectos, pero ya contaminado por el odio. En los mapas diseñados por el propio autor, observamos sistemas montañosos, valles verdes dulcificados por el paso de los ríos, océanos desconocidos y extensos campos yermos, helados en invierno, donde la vegetación no ha conocido su lugar. Una Europa sin hombres, habitada por criaturas maravillosas.
El escritor sudafricano consigue dotar de ánima la propia geografía inventada. La Tierra Media genera por sí sola la trama de su narrativa. Por su enorme territorio transcurre el viaje de Frodo y Sam, destinados a cumplir la mayor gesta que se haya atribuido a las criaturas: vencer al mal a través de la fuerza de la amistad. En 'El señor de los anillos' se desliza la memoria traumática del joven soldado del Somme. En las trincheras de Francia murió casi la totalidad de la compañía que formaba Tolkien. En la literatura, algunos tendrán oportunidad de salvarse. Por eso crea la Tierra Media, porque es una segunda oportunidad para sus amigos muertos. Es la salvación a través de las letras.
En la cosmogonía de Tolkien, el mundo está dividido en dos grandes continentes: Aman al Occidente, ignoto, oscuro; y la Tierra Media en el Oriente, donde se desarrolla la mayor parte de la producción literaria. La Comunidad del Anillo, cuyo destino es destruir el anillo y acabar con el mal absoluto, Sauron, parte de Hobbiton, el hogar de los hobbits, la paz rural de un mundo sin industria. El viaje continúa hacia Rivendel, la casa de los elfos, y deriva hacia las minas de Moria, un trasunto de las trincheras del Somme, el lugar donde habitan demonios y casi se pierde la esperanza. Los soldados de la I Guerra Mundial debían pasar semanas enteras sin ver la luz del sol, con el miedo a perecer enterrados por la detonación de las bombas subterráneas. Hacia el sur aparece Isengard, donde se fabrican uruk-hai a partir del lodo, criaturas que solo sirven para matar, como los soldados en el campo de batalla, bajo cuyos uniformes se pierde la identidad de lo humano. El abismo de Helm está a apenas unas jornadas, donde los hombres se resignan a morir. Son los peores momentos del Somme.
El detallismo de Tolkien excede cualquier descripción geográfica disminuida. Minas Tirith es la ciudad destruida tras los bombardeos, como el propio autor tuvo que contemplar Pizières, una bella localidad francesa reducida a escombros tras los bombardeos. El final de la ruta es Mordor y el Monte del Destino, el territorio donde luchan el bien el mal en una batalla descarnada. Allí no crece hierba alguna. Es la paz de los muertos, tras la batalla. El campo francés regado de sangre seca. En la Tierra Media el ciclo vital se cumple. Conviven las trincheras y la esperanza. Y el papel no mancha la vida, sino que la refleja.
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