Besos de burro
Yolanda García Sánchez, enfermera y defensora de los animales, participó en la guerra de Irak y la defensa de Perejil. «Me avisan de toda España si hay animales sin hogar», vuela
Ella les posa en el hocico mimos de madre, y ellos resoplan besos de asno. Sofía, 7 años, celosa de atenciones, está a la espera de unos padres adoptivos que le den un hogar a sus ojos tristes con aureola plateada. A 'Burrogarcía', con 10 años pero mucho más menudo, ideal para un Sancho Panza paticorto, le ha salido ya la barba de asno sensato. Yolanda, su madre adoptiva, no lo piensa vender ni aunque tuviera que comer con él florecillas del campo. Enfermera en el hospital Los Arcos del Mar Menor, estudiante de Veterinaria y militar de Marina en excedencia, esta mazarronera se ha erigido en la Batwoman protectora de los animales.
Comparte casa de campo con dos conejos, una decena de chinchillas -«por accidente se juntaron el macho y la hembra, y mira», acepta los designios de la naturaleza-, un loro, un galápago, cuatro perros, tres caballos y tres burros. «Todos rescatados, ni uno comprado», abre su capa de superheroína animalista.
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Quién Yolanda García Sánchez.
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Qué Enfermera y defensora de los animales.
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Dónde Mazarrón.
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Gustos Los animales.
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ADN Decidida y protectora.
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Pensamiento «Los animales son más agradecidos que las personas».
Aún le duelen en su propio costado los golpes que recibió el potro Orión, que con tres años y medio ya sabe lo que es el maltrato. «Pagué por él para darle una vida mejor. Estaba en los huesos», no entiende Yolanda la ira contra el indefenso. «Hay que capar a Orión, porque si no, se obsesiona con el sexo», repara de pronto ante los atributos del macho indómito.
«Dejé la Marina porque no podía tener animales. Sí, ves mucho mundo, pero no puedes tener ni un perrito»
Para la próxima semana espera a 'Nube', una burrita plateada, y a 'Cartabón', un caballo altivo. Convivirán con el resto de la familia equina en un picadero de Mazarrón, donde Yolanda se deja todo su sueldo en alojamiento y alimento de sus animales. «Mi marido es que es igual que yo, pero aún así a veces discutimos porque ya hay 'overbooking' en mi casa», reconoce Yolanda, que busca también adopción para pavos reales abandonados, gansos y gallinas, y de la cerda vietnamita Lola que se va comiendo el mundo sin hartura cada mañana.
Su inquietud por la fauna indefensa le viene de lejos, cuando «tenía problemas en casa porque siempre quería un perro más», se descubre Yolanda, a quien se le humedece el habla al mentar a su difunto 'Oto', que la acompañó por sus pisos de estudiante. Con el tiempo lo tuvo tan claro que «dejé la Marina porque no podía tener animales», eligió renunciar a una vida en altamar, que le grabó en la retina la visión mágica de una manada de narvales, los unicornios de mar, en aguas escocesas. «Sí, ves mucho mundo, pero no puedes tener ni un perrito», insiste Yolanda, quien participó en la guerra de Irak y en la defensa de la isla Perejil a bordo de sendas fragatas españolas.
No a la explotación
Intrépida enfermera, se marchó al Cuerno de África de voluntaria a «ayudar en el quirófano». «Allí el 80% de la población tiene VIH. Empezábamos a vacunar a las seis de la mañana y no parábamos», recuerda del lado inexplicable de la humanidad. Tan falto de respuestas, que Yolanda se reafirma: «Lo que me tiran son los animales, infinitamente más agradecidos que las personas». No cae en la trampa Yolanda de la obsesión dominadora del hombre: «Los animales no son nuestra propiedad, sino seres vivos. No podemos maltratarlos ni explotarlos», denuncia sobre la depravación de los animales bípedos. «Nos encontramos perros ahorcados, ahogados o muertos de hambre», se indigna la madre de todos los cuatro patas, quien un lejano día se llevó una puñalada en la espalda del degenerado dueño de un pitbull que agonizaba en el suelo, por intentar ponerlo a salvo. La intervención de la Superwoman canina le costó varios puntos de sutura.
Lejos de arrepentirse ha creado la asociación Aproama para la protección de los animales abandonados de Mazarrón. «Tenemos un equipo de rescate, formado por siete personas, que intervienen si un animal necesita ayuda», advierte Yolanda. «En verano tenemos el pico más alto de abandonos, porque la mascota que fue regalo de Navidad ha crecido y es un incordio para las familias que quieren irse de vacaciones», afea a los dueños sin conciencia: «En 22 días hemos recogido 22 perros y 9 gatos».