1816 fue el año sin verano. La erupción de un volcán situado en Sumbawa, en el archipiélago indonesio, provocó graves cambios en el clima mundial, ... bajada de temperaturas y escasez de alimentos. Puede que también 2020 sea recordado como el año sin verano. En esta ocasión provocado por la explosión de una pandemia mundial que también ha acarreado una grave crisis económica.
Escucho por todas partes cómo se esfuman las vacaciones de algunos amigos porque están aún en un ERTE y el sueldo no llega, porque la empresa no cierra en agosto y hay que recuperar lo que se ha perdido, o porque son hosteleros y tienen que compensar los meses de cierre.
Los que podemos disfrutar de unos días de descanso hemos perdido la posibilidad de hacer un viaje al extranjero, y estamos pensando mucho cruzar España, ante los numerosos rebrotes y la amenaza de un nuevo confinamiento. Pero lo más inquietante son las vacaciones mentales, ese descanso que indica al cerebro que no hay horarios, que puedes disfrutar del chiringuito sin planificar, que tranquilamente puedes bañarte en la playa o desayunar mirando al mar. Esas vacaciones mentales este año no van a existir. Estaremos pendientes de la advertencia de los socorristas para ver si podemos poner un pie en la arena, miraremos mal al vecino de toalla que se acerca demasiado, tendremos que reservar en el chiringuito y olvidarnos de la cerveza en la barra, hacer cola en la calle para comprar el pan y desayunar con prisa para que se pueda sentar otra persona que lleva media hora esperando a pleno sol en una fila.
Para muchos estos meses van a ser singulares y probablemente, en unos años, recordaremos el de 2020 como el año sin verano.
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