Noelia Ibáñez, pregonera de las fiestas en honor a San Bartolomé 2025, junto a la alcaldesa de Beniel, Mari Carmen Morales, y el consejero de Presidencia, Acción Exterior y Portavocía del Gobierno regional, Marcos Ortuño, el pasado sábado. Ayto. Beniel
Y entre tanto

Beniel, mi pueblo

Cada verano me gusta redescubrir, volver a sitios de mis recuerdos, lugares y personas de siempre

Noelia Ibáñez

Jefa de Atención Al Visitante del Museo Nacional del Prado

Lunes, 4 de agosto 2025, 14:12

Uno es siempre lo que fue. Yo nací en Beniel, donde viví la vida de pueblo, y me gusta pensar en lo afortunada que fui ... por aquello. Hoy vivo siendo hija de la prisa, en una gran ciudad, a la que le estoy enormemente agradecida, porque en ella, encontré una vida. Cada verano me gusta redescubrir, volver a sitios de mis recuerdos, lugares y personas de siempre. Durante unos días Blas y yo nos instalamos en casa de mis padres.

Publicidad

Beniel fue encrucijada entre los reinos de Castilla y Aragón, hoy es el límite entre Murcia y Valencia, y cuyo marquesado fue concedido a Luis de Belluga y Moncada por Felipe IV. Uno de aquellos días nos levantamos temprano, el sol brilla y emprendemos camino por el margen del río hacia las Norias. El paisaje es natural de huerta fértil, y entre bancales de limoneros llegamos al cementerio de los Desamparados. Entramos, siempre me ha gustado este lugar. Pequeño y solitario, histórico y memorial, una fugaz visita a difuntos de mi madre y tras un paseo entre tanta calma, salimos. Las chicharras y un calor sofocante acompañarán nuestra vuelta. Mondongo con el padrino, recordando aquel sabor que ella, mi madrina, hacía como nadie.

Una visita a Dora, la modista de mi abuela María, un rato de nostálgica plática en la mesa de camilla, mientras ya casi ha dejado de enhebrar la aguja.

El sol va perdiendo fuerza, y la tarde es propicia para un paseo por la plaza, donde la torre campanario de la iglesia de San Bartolomé me hace sentir en casa. Allí, sentados en los bancos, las gentes tranquilas miran la vida pasar, y entre tanto, les observo y reflexiono sobre mí y mis días fuera del pueblo. Cena al amparo de una morera con amigos de siempre. Silvia trae morcilla de verano, Olga una rica empanada, todos son de buen yantar, reímos y recordamos. Y volvemos, a aquellos veranos de juventud, de vida tranquila, donde el tiempo tiene su liturgia, donde lo normal es bien. Ha caído la noche, el cielo está lleno de estrellas y de postre, unas brevas de la higuera de Pedro y Adolfo. Las cosas de verdad, la vida de verano en la huerta de Murcia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad