El 'Tiempo de las Mujeres', la edad y un poquito de arroz
Debe existir una diferencia sustancial y apreciable entre yo, mujer, y un perol.
No soy una paellera, ni una marmita... no soy nada sobre lo ... que se pueda pegar el arroz, con todos mis respetos a la DO de Calasparra (delicioso manjar que jamás se me tostará en el ombligo).
Cuanto más se aproximan los tiempos de igualdad, de corresponsabilidad y equidad, con mayor fuerza operan los mecanismos para señalarnos nuestra fecha de caducidad que en términos de edad genera el mercado. Nuestro tiempo colectivo transcurre inversamente proporcional a la edad individual.
Pero el tiempo siempre ha sido de las mujeres, por eso de una forma soterrada, la mujer, atraviesa la historia con los miles de rostros de las diosas sustentadoras Gea, Juno, Pachamama, Prituí, Mesjent... pero la edad... ese imperativo que opera en bolsa, nos cae como una bomba de racimo bajo la tiranía de la sonrisa eterna, sin arrugas en las comisuras y, por supuesto, filtrada.
La trampa está diseñada, mientras la edad de las mujeres sea una piedra que arrojarnos en las lapidaciones colectivas de Instagram, jamás daremos paso al 'Tiempo de las Mujeres', donde estar todas, independientemente de procedencias, acentos y surcos en la piel.
Esto lo escribo consciente de que el 'Tiempo de las Mujeres' es una conquista común, una mirada de justicia y reconocimiento a todas las que nos anteceden y de aliento para las que tienen que venir. Consciente, de que un resbalón en el peldaño nos devuelve a un sustrato pegajoso, donde corremos el riesgo, como sociedad, de que se nos pegue el arroz con una gruesa capa de 'socarrat' multitudinario y viscoso.
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