Hace solo unas semanas se celebró en Panamá el campeonato mundial de debate. Entre los participantes se encontraban los representantes del Club de Debate de ... la Universidad de Murcia (la pública, la que es tuya también) obteniendo la vigésimo quinta mejor posición de todo el mundo.
Sus nombres no han aparecido en las portadas, porque estas están reservadas a otro tipo de argumentaciones, menos elevadas, más altisonantes, menos estéticas y más huecas.
Nacho Fenollar, Carmen Puente y Cristóbal Alcaraz tampoco protagonizaron las contraportadas como historia exótica de jóvenes murcianos que dejaban sin pestañear a los jueces mundiales, mientras defendían argumentos en contra o a favor de, si la economía en los países emergentes debía tener un tope de deuda, o si los derechos de los emprendedores hindúes conllevaban una renuncia cultural o si el perdón debe ser concedido en caso de infidelidad amorosa (esto sucedía antes de la ruptura de Rosalía y Raw, lo cual no contaminó la valoración de jurado).
Estos jóvenes, que son un poco nuestros y bastante suyos, son ante todo 'artistas de las palabras', creativos verbales que buscan el argumento preciso en una especie de Wikipedia mental, y luego colocan los tonos de voz acordes a los gestos, en concordancia con las manos, te miran fijamente y te seducen con hipótesis perfectamente construidas en 'modus tollens'.
Mientras que por aquí, en esta latitud terráquea había quienes repetían la primitiva y vacía arenga 'Que te vote Txapote', ellos en Panamá hacían un jaque a la reina mediante refutación y mayéutica socrática.
Carmen, Cristóbal y Nacho danzan con las palabrasy derrocan a la posverdad y el eslogan simplista con la elegante herramienta del arte del discurso.
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