Qué tipo tan sensible, decimos, qué empático, qué resolutivo. Aparentar estas tres cualidades despierta interés y admiración. En tiempos de feminismo, el halago es mucho ... mayor si se es varón y quien juzga es una fémina. El disfraz confunde y no muestra la auténtica incompetencia.
No sé si lo recuerda, pero hace unos años se empezó a aplaudir a hombres que se autodenominaban feministas, pero que eran unos absolutos cretinos. Todas sus exnovias estaban locas (¡Qué casualidad!). Creían en la lucha por la igualdad porque adoraban a sus madres (y no porque nosotras, la mitad de la población, mereciésemos mismos derechos y libertades). Expresaban su rechazo a la violencia sexual (¡Todo un detalle!), pero seguían reforzando las conductas sexistas de sus amigotes. Querían llorar sin ser juzgados, pero se aferraban al victimismo cuando una mujer les confrontaba o señalaba un mal comportamiento. Eran los hombres modernos e iban a comerse el mundo. Obviamente, no resultó así y fue el mundo quien se los comió a ellos: quedaron reducidos a una mera caricatura.
Ahora está pasando algo parecido con la masculinidad y el discurso de la responsabilidad afectiva. Por si usted no lo sabe, la responsabilidad afectiva es la conciencia de que nuestros actos tienen un impacto en los otros y que, por tanto, tenemos que actuar con empatía, respeto y cuidado. En resumen, que hay que tener educación y acompañar la misma de inteligencia emocional.
De un tiempo a esta parte, tipos que no practican la responsabilidad afectiva, pero que tienen el discurso muy bien aprendido, van por ahí encandilando a chicas y rompiéndoles la autoestima. El desaguisado es una mezcla de refuerzo intermitente (primero mucha atención y tras la primera o segunda cita, empiezan las apariciones y desapariciones súbitas), comportamiento incongruente (lo que dice no se corresponde con lo que hace) y falta de autocrítica. Ojalá el mundo no tenga piedad y también arrase con estos farsantes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
