Estimada prima, mientras transcurre el tiempo en tu difícil decisión de responder a mis cartas desde Marcona, mientras te debates entre el fruto o la ... cascara, vuelvo a escribirte (la insistencia de una mujer marconense no conoce límites, porque aquí los horizontes son lejanos y somos de recalcar, añadir y rebosar).
¿Recuerdas cuando nos enseñaban en clase de inglés que si le pones un apóstrofe a la palabra y una 'S' al lado automáticamente denota la posesión de la siguiente? El famoso genitivo sajón.
Acuérdate del ejemplo 'The Tom's house' (con solo una coma volandera que pasaba por allí y se coloca encima de la palabra añadiendo una 'S' ya Tom adquiere el derecho de posesión de una casa, así, sin trámites, sin Euribor, sin cláusula suelo).
Sucede (como cantaban Extremoduro) «que me canso de mi piel y de mi cara». Tengo la sensación de que las mujeres seguimos siendo percibidas como una propiedad. El genitivo sajón nos sobrevuela relamiéndose.
De los pocos diarios que llegan al estanco de Marcona (sitio de referencia cultural, a base de Ducados negro y dos dedos de coñac) he podido leer en titulares cómo las deportistas olímpicas pasan de ser atletas a convertirse en genitivos sajones, sus nombres aparecían detrás de otros nombres masculinos, quedando ellas como atléticos satélites dispersos en Tokio orbitando caóticamente.
Desdibujadas bajo el papel de 'ex de Broncano' o 'admiradora de Nadal', así de fácil, una tecla, un apóstrofe que aplasta y ya está... Somos parte de, propiedad repentina, complemento inmediato... genitivos sajones.
PD: «Hey lejos de mí, deja que corra el aire, no te quemes, va a salir el sol» ¿Recuerdas?... Resuenan acordes negros que huelen a acera manchada de cerveza, a textos de Filosofía que nos hacían rápidas y creíamos en la fantasía de escapar de los apóstrofes.
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