Acaba agosto y esta es mi venganza
La isla... y la ciudad ·
Finaliza agosto y septiembre ya mueve el rabo. Quiere decir que acaba el verano y empieza esa estación indefinida y deforme llamada el resto del ... año. Cómo será el verano que viene: ¿habrá acabado la guerra? ¿Nos seguirá ortigando la Covid? ¿Y la inflación continuará encalabrinada? ¿Habremos vivido de verdad el verano más fresco del resto de nuestras vidas? ¿Seremos un poco más normales o cada vez más tontos? Quiero decir: ¿volverán a pedir un test de drogas a la primera ministra de Finlandia por beber y bailar con sus amigos y seguirá Trump acaudillando adeptos? Una cosa sí está clara y solo una: pase lo que pase, estemos donde estemos, lo único que no cambiará es que seguiremos escuchando reguetón allá donde vayamos.
Camino por una Murcia aún aletargada, aunque empieza a subir la persiana. En las tiendas comienza a circular la gente. 12.30. Entro en una. El reguetón, la banda sonora de nuestro tiempo, suena a todo trapo. Está tan alto que no es fácil entenderse. Diálogo de besugos: ¿Tienen una bandolera? ¿Perdón? ¡Que si tienen una bandolera! ¿Bandolera? ¡¡¡Sí, sí, bandolera!!! Un minuto después y tres signos de exclamación más tarde al fin nos hemos entendido. Muchas gracias, me dice la chica al despedirme. Por cierto, ¿nadie se queja de la música?, le pregunto. No le digo menuda mierda de música, por ese complejo que nos entra a los de más de 40 de pecar un poco de antañones y de estar abueleando. Y es que uno tiene la duda de que no le guste el reguetón, no por malo, sino por no ser lo suficientemente joven para entenderlo. La chica es joven y no quiero que piense que en mi generación nos quedamos en Camilo Sesto. No me des la murga, me dice con una sonrisa que tiene más de adiós que de cortesía. Y me largo, pero, eso sí, me tomo mi pequeña venganza. 13.30. Llego a casa. YouTube. No lo dudo: Camilo Sesto a toda hostia. Toma ya, para que se entere: «Vivir así es morir de amor, por amor tengo...».
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