Joaquín Botella, uno de los pocos maestros veleros, ve el viento como un aliado que te lleva a contemplar el mundo
El mar le inoculó su virus y ya no se ha alejado de «esa sensación de propulsarte con el viento, usándolo en tu beneficio, sin que sea una lucha, aprovechando su potencia»
De maestrales y levantes sabe el velero Joaquín Botella, apenas sin edad de haber sido barrido por ventiscas malencaradas. Aprendió a leer de antemano los ... aires que soplarán en cada mar cuando el Ulises de turno llegue con prisas a cada latitud. «Quiero que, cuando les alcance un temporal, se acuerden de mí para bien», explica de la resistencia y resiliencia de las velas que salen de su taller artesano. Con solo 19 años fundó su marca, Baluma, con el conocimiento heredado de su abuelo y del velero Chuto, la sociedad que inició en la Región de Murcia la tradición velera en los setenta.
Él ya sabía que el mar tiraba de los bravos después de probarse con los vientos en aquella regata desde la bahía de Cartagena cuando no contaba más de 11 años. «Recuerdo que hubo demasiado viento y tuve que volver», relata de su primer cara a cara con las corrientes que ventilan la costa que tomó Escipión en una noche de tormenta.
El mar le inoculó su virus y ya no se ha alejado de «esa sensación de propulsarte con el viento, usándolo en tu beneficio, sin que sea una lucha, aprovechando su potencia». Está convencido de que «con unas buenas velas puedes dar la vuelta al mundo sin nada más. Es una libertad real».
Diferencias
Su fuerte son las velas de crucero. Estudia el barco, al navegante y la travesía para fabricar las alas que harán volar a la nave. El proceso cuenta con «una fase tecnológica muy puntera, pero conserva esa parte artesana de medir a mano, coser, rematar el acabado y reparar», explica el experto. «Cada barco es diferente. Tiene su personalidad y su destino», advierte.
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No reclama el mismo velamen el barco de regatas que el oceánico. «Es un traje a medida para que aproveche al máximo los vientos, para averiguar dónde necesita más potencia, para engañar a la fórmula matemática que indica la velocidad máxima de esa embarcación», desafía el maestro velero.
Su icono es el cartagenero Fandango 300 que se alzó con la Copa de la Reina, aunque cada vez más navegantes cruzan el Atlántico con sus velas.
La joya
Se marcha a menudo a probar las intensas rachas de la playa brasileña de Cumbuco, pero tiene claro que el mejor campo de regatas es el Mar Menor: «Siempre está airado, pero casi nunca tormentoso, con olas cortas y estables. Es la joya europea».
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