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La última gala del Festival nos presentaba el Ballet Flamenco de Andalucía, dirigido por la gran bailaora y coreógrafa Patricia Guerrero. Pablo Sánchez / AGM
Festivales: Cante de las Minas

El Ballet Flamenco de Andalucía nos pasea por territorios con arte

La gran bailaora y coreógrafa Patricia Guerrero, Premio Nacional de Danza de España 2021 y Premio Desplante de La Unión en 2007, con solo 17 años, dirigió el espectáculo con un resultado excelente

Miércoles, 6 de agosto 2025, 21:27

Como cada mañana, antes de escribir la crónica. Me paso por la puerta del Centro Cultural de La Unión y le doy los buenos días ... a don Asencio Sáez, que tiene ahí un busto escultórico en el que dice: 'La Unión al ilustre pintor y escritor'. Desde comienzos de los 90 compartí, cada año, muchas charlas y alguna correspondencia. Asensio Sáez se reinventó el concepto de La Unión, en lo que se llamó 'La Nueva California', volvió a cartografiar su mapa esencial y cultural, con algunos personajes de su particular Macondo. Asencio Sáez dotó a este territorio de una nueva dimensión cultural, de lo local a lo universal.

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No nos vayamos por los cerros de minas de La Unión, a los que llegaron muchos andaluces a trabajar, y volvamos a esos otros territorios, que en la última gala del Festival nos presentaba el Ballet Flamenco de Andalucía, dirigido por la gran bailaora y coreógrafa Patricia Guerrero, Premio Nacional de Danza de España 2021 y Premio Desplante del Festival de La Unión en 2007, con tan solo 17 años.

Se titulaba el espectáculo 'Bendita tierra', un recorrido por los lugares más emblemáticos de Andalucía recogiendo sus bailes y sus cantes, que va desde la estética del XVIII hasta nuestro tiempo, un excelente espectáculo que juega con las luces y el movimiento sincronizado del elenco del cuerpo de baile, que llena de colores el escenario con su exquisito vestuario, también hay que darle las gracias a la planchadora que trabaja in situ. Cada uno de los cuadros se puede interpretar en sí, y a la vez va formando un todo.

Comienza la primera pieza con 'Territorio', desde la oscuridad una luz muestra la entrada del elenco, por bulerías y tangos, con dinamismo pasamos a la 'Taranta del Niño', con el buen cante de Manuel de Gine, con esa voz laína, y la guitarra de José Luis Medina. Y ya estamos en 'La Venta del Pobre', ya estamos sentados en la mesa de la taberna escuchando los tientos y los tangos con buen cante de Amparo Lagares y Manuel Ginés, la guitarra de Jesús Rodríguez y el baile de Sofía Suárez y de Eduardo Leal. Hasta que llegamos a un solo de castañuelas espectacular de David Chupete, un toque polifónico que aplaude el público, hasta llegar a la pieza que da título al espectáculo: 'Tierra Bendita', bailando todo el elenco por fandangos.

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Nos vamos para Cádiz, y ahí estamos en la Plaza de las Flores, con uno momento más emociónate y con plasticidad, ahí aparece las bailaoras del elenco vestidas con sus batas de cola amarillas, su mantón blanco y sus rosas rojas, como una explosión estética, hasta que aparece Patricia Guerrero para recitar el hermoso poema de Manuel Benítez Carrasco, como un gran homenaje a Ramón Montoya Salazar, uno de los pilares fundamentales del flamenco, uno de los flamencos más grande de todos los tiempos. Patricia Guerrero, sentada en una silla, comienza ese largo recitado que borda: «Cuando don Ramón Montoya / se fue, porque lo llamaron / para una fiesta en la gloria / temblaron, tristes y solas, / sin que nadie las tocara/las guitarras españolas: / por los tablaos derramaron /lagrimas como lunares / todas las batas de cola»; ahí lo seguía bordando Patricia con el movimiento de sus brazos, después paseando por el escenario, dramatizándolo, bailándolo por bulerías por soleá de manera espléndida, con tronío, con el cante de Amparo Lagares y de Manuel de Gines y la guitarra de José Luis Medina.

Sentido pictórico

En ese espacio circular todo se volvía a fundir en negro y Patricia bailaba poderosa por siguiriyas, formando pareja con Eduardo Leal, y con todo el elenco. Y cómo no, el público le mostraba pleitesía y les agradecía con un torrente de aplausos su fin de fiesta. El público gozaba con esas coreografías sencillas, naturales, que no le distraían de esos territorios, sino que los adentraban en ellos. El ballet no era otra cosa que una alegría para los sentidos: para la vista y los oídos, que en un estricto sentido pictórico, le sacaba color al negro, en esos lienzos del Ballet, que en movimiento se llenaban de pinceladas. Escribiendo no es tan fácil transmitir esas sensaciones; a veces, esa sensación se puede asemejar a tener que explicarle la pintura de Velázquez a un ciego o la música de Beethoven a un sordo, considerando también que al gran compositor alemán no le limitó su sordera, para escribir grandes partituras. Lo dicho, mucho arte en los territorios por los que nos llevó el Ballet de Andalucía.

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