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Numancia-Gaza, el hambre como arma de guerra
El presente se convierte a veces en una porción del pasado. La 'Numancia' de Alonso de Santos pudo saturar a ratos, despertar con algunos destellos ... y atragantarse con el tono patriótico, pero sobre todo abofetea con la mano abierta en nuestra peor cara.
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Con evidentes diferencias geopolíticas, la devastación causada por el hambre confluye en la famosa tragedia de Numancia, asediada por las tropas romanas de Escipión en el año 134 antes de Cristo, y en el bloqueo con destrucción militar de la Franja de Gaza, que vemos televisado en directo. En la ciudad celtíbera, la inanición fue resultado del cerco total. En Gaza, una estrategia bélica intencionada, contraria al Derecho internacional. Antes y ahora, qué es vencer, ya se preguntó Cervantes, que quiso ensalzar el heroísmo numantino de elegir la muerte honorable antes que el yugo romano. José Luis Alonso de Santos ('La estanquera de Vallecas', 'Bajarse al moro', 'Él alcalde de Zalamea', Premio Nacional de Teatro) ha rescatado la obra cervantina, no demasiado popular en los escenarios, tal vez por la dificultad de representar a todo un pueblo. Aquí tiene que enrolar a más de 20 actores y actrices para subrayar el protagonismo coral frente al implacable Escipión. La fuerza colectiva frente al poder vertical.
El elenco permite destacar el papel activo de las mujeres numantinas en la resistencia, que no se limitan al lamento. En algo se nota que Pepa Pedroche, actriz habitual del Centro Nacional de Teatro Clásico y asesora de verso, además de su doble papel, asume la dirección adjunta de la obra.
Así fue 'Numancia', de Miguel de Cervantes
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Versión y dirección José Luis Alonso de Santos.
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Intérpretes Arturo Querejeta, Javier Lara, Jacobo Dicenta, Pepa Pedroche, Karmele Aranburu, Manuel Navarro, etc.
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Cuándo Jueves, 21 de agosto. Auditorio Parque Almansa, San Javier.
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Calificación Buena.
Con un lleno total para presenciar este clásico y despedir el San Javier Fest, esta nueva lectura cervantina contó con la agilidad y el buen oficio de actores veteranos, como Arturo Querejeta, Jacobo Dicenta o Karmele Aranburu, aunque la densidad verbal empacha a lo largo de las casi dos horas de función, con una escenografía sobria y funcional, que te lleva a completar el drama en tu imaginación con efectos de luz y sonido. Los atuendos rurales y militares de la época contrastan con el espacio contemporáneo. El verso cervantino -adaptado- resuena en este siglo. «En esta Numancia nuestra, cada hombre es un soldado, cada mujer un león, y cada niño un gigante de valor», se retratan los numantinos, en una imagen que podría ser portada del periódico de ayer. Nada de suicidio colectivo hay en Gaza, sino una lucha desgarrada por la supervivencia. Y sin Cervantes para testimoniarlo ni mostrarnos dónde alojaremos tanto dolor en los siglos venideros.
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No se esperaba un riesgo formal en el montaje de Alonso de Santos, pero la exaltación patriótica e identitaria española, germinada en una época de honor y golpes de pecho, suena extemporánea. La autodestrucción de Numancia como acto de dignidad queda patente, pero nadie ignora que, más que una elección consciente, es una tragedia inevitable. En ese destino fatal, la escena del sacrificio del infante, único superviviente, concentra la emoción de un final sin salvación. Escipión no pudo celebrar la victoria esperada, como sí logró su abuelo cuando conquistó Cartagena 75 años antes.
El romano y todos los sorianos juntos se habrían quedado de piedra, en mitad del asedio, al ver a España, personificada sobre un andamio, de pareja del Duero, vestidos ambos de presentadores de gala de Telecinco, micrófono en mano. Al mismísimo Escipión, heredero de una estirpe de conquistadores, le esperaba tras su pírrica victoria un susto final inesperado: el castillo de fuegos artificiales que pone siempre el broche en el cielo al Festival de Teatro.
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