Pedro Mendoza, fotografiado en la UCAM. Enrique Martínez Bueso
Seminarista en el monasterio 'Domus Galilaeae' de Israel

Pedro Mendoza García: «Me ha tocado ahora estar enfermo y ya está, sé que Dios lo permite para mi bien»

«Me encanta coger el kayak e irme a la Isla Grosa por la mañana temprano. Me lo ato al pie, me pongo la máscara de 'snorkel' y disfruto como un crío»

Domingo, 28 de julio 2024, 07:30

Hijo de María Dolores García Mascarell, presidenta de la UCAM, y de José Luis Mendoza, su fundador y presidente hasta su muerte en 2023. Nacido ... en Murcia en 1994, seminarista cuya formación transcurre en Israel junto al Monte de las Bienaventuranzas, frente al lago de Galilea, es rico en amigos y en fe. Tiene don de gentes.

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-El principio.

-Nací un año después de que mis padres volvieran de República Dominicana, donde estuvieron como misioneros con mis hermanos. Tuve una infancia muy tranquila y acomodada. A los dos años de nacer, mi padre fundó la UCAM, con lo cual se podría decir que yo crecí de la mano de esta Universidad, a la que nos trasladamos a vivir cuando yo tenía seis años. Siempre me he sentido muy querido, con diez hermanos por encima de mí; yo soy el pequeño de los chicos. Nunca ha faltado el amor en mi casa.

En tragos cortos

  • Para tomar algo con sus amigos Café Bar Harrow, en Murcia

  • Una canción BSO de 'La Misión', de E. Morricone

  • Un libro para el verano 'El libro de la vida', de Santa Teresa

  • Un aroma Pistacho

  • ¿Tiene enemigos? Hay personas con las que no empatizo tanto

  • ¿Les gustaría ser invisible? No

  • ¿Qué le gustaría ser de mayor? Sacerdote

  • ¿Qué es lo que más detesta? La arrogancia

  • Un héroe o heroína de ficción Capitán América

  • Un viaje pendiente Egipto

  • Un baño ideal En mitad de la selva de Panamá

  • Una canción 'Decidle a los de corazón cansado', de Kiko Argüello

-El niño.

-[Sonríe] Era un poco travieso y me gustaba estar llamando la atención constantemente. Tenía dificultades con los estudios, aunque no puede decirse que fuese un desastre, porque como era muy nervioso no me centraba y perdía mucho tiempo; en ese tema fui un quebradero de cabeza para mis padres, iba tirando pero nunca tenía un expediente notable.

-¿Qué le gustaba?

-Siempre he sido muy sociable y he tenido muchos amigos. Desde pequeño me apasioné al fútbol y también al pimpón, que sigo practicando. También le dedicaba su tiempo a los videojuegos con los amigos [sonríe].

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-¿Qué soñaba ser?

-Mis padres y mis hermanos mayores cuentan que, desde pequeño, decía que quería ser sacerdote. Dios puso en mí ese deseo desde niño, aunque luego quedó un poco como ocultado o yo mismo lo olvidaba.

-La adolescencia.

-Si en la escuela nunca fui un chico modélico, en la ESO me fue peor todavía. Estaba en la edad del pavo. Seguía socializando mucho, trayendo a mis amigos a casa cada vez que podía, porque teníamos espacio y posibilidades de hacer cosas. Siempre me he considerado una persona extrovertida, pero tenía un pequeño bloqueo con las chicas, sobre todo en los años de infancia y primeros años de adolescencia [sonríe]. Luego se me pasó.

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-¿A qué lo atribuye?

-Tenía algunos complejos; era un chico muy bajito, tardé en pegar el estirón. Y, también, me comparaba mucho con mi hermano Juan Pablo, que es un año mayor que yo y que era muy popular entre las chicas [ríe]; enseguida se fijaban en él; eso me acomplejaba un poco y me retraía a la hora de hablar con ellas, pero todos esos fantasmas desaparecieron y ya pude relacionarme con ellas a la perfección.

-¿Era el líder entre los amigos?

-Intentaba tomar el liderazgo, pero nunca lo conseguía. Siempre había algunos que eran más populares que yo. Lo que sí era, digamos, es lo suficientemente carismático como para ser acogido en el grupo de los más populares.

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-¿Se enamoró perdidamente?

-No, perdidamente enamorado no he estado, aunque tuve algunas relaciones que apenas duraron algunos meses, sin llegar a echar raíces.

Pedro Mendoza. Enrique Martínez Bueso

-¿Nunca se imagina usted teniendo su propia familia, sus propios hijos?

-Voy a decirle una cosa que a mí mismo me sorprende: a pesar de haber tenido un modelo ideal de familia, porque yo he visto cómo mis padres se han amado de verdad, y también cómo mis hermanos han formado sus familias...; a pesar de tenerlo todo a mi favor para que en mí pudiera nacer el deseo de tener una familia cristiana abierta a la vida, en mí nunca nació ese deseo. ¿Por qué? Yo creo que Dios, que ya me estaba llamando desde pequeño al sacerdocio, puso en mí este deseo que, de alguna forma, ensombreció cualquier otro con respecto a otra forma de vida. Nunca tuve el deseo real de casarme y de tener hijos; si lo hubiese sentido, quizá no hubiera tenido el valor de dar el paso para entrar al seminario.

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-¿No tiene duda alguna?

-Ninguna duda. Hubo un tiempo de discernimiento, hubo un tiempo de combate, y lo tengo muy claro porque no quería dar un paso en falso, no estaba dispuesto a darlo, lo cual es puro orgullo, lo sé [sonríe].

-¿En qué momento tuvo claro el camino que quería seguir?

-Le puse condiciones al Señor. Le dije: 'Mira, si es verdad lo que yo siento, lo que yo intuyo, házmelo saber y déjamelo claro'.

-¿Y qué pasó?

-Dios me lo fue dejando clarísimo. La señal definitiva llegó cuando tenía 24 años; estaba, en la primavera de 2019, en la fase final de los estudios de Derecho y ADE. Me encontraba en la capilla de la Universidad delante del Santísimo expuesto. Era jueves, mediodía, estaba solo. Recé el rosario, hice una oración silenciosa y concluí abriendo un Evangelio al azar. Dios ya me estaba preparando para ese momento, y el episodio del Evangelio al azar que me salió fue el de la Anunciación, donde el arcángel San Gabriel se le aparece a la Virgen María y le anuncia que concebirá y dará luz a un hijo, al hijo de Dios. Y la respuesta de la Virgen María es: 'He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra'. Yo sentí que las palabras del arcángel San Gabriel se dirigían directamente a mí, y que yo, con la Virgen María, le respondía al Señor: 'Sí quiero ese plan que tienes para mí'. No lo puedo explicar racionalmente, pero mi corazón recibió la confirmación que esperaba y rompí a llorar. Fueron años de lucha contra el Señor, de lucha entre lo que yo sentía que Dios quería de mí, y lo que mi padre proyectaba sobre mí, que era trabajar en la Universidad. Se fraguó una batalla interna, dura, que se acentuó conforme yo iba terminando los estudios universitarios, porque ya estaba en ciernes para incorporarme al mercado laboral, a trabajar para mi padre, para la Universidad, como habían hecho anteriormente mis hermanos. Pero en esa capilla, durante la lectura de ese Evangelio, me rendí y le dije que sí al Señor.

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-¿Dónde está formándose para ser sacerdote?

-Vivo en Israel desde hace cinco años; llegué recién graduado en septiembre de 2019. Estoy en un seminario en la Alta Galilea, el [International Center] 'Domus Galilaeae' [perteneciente al Camino Neocatecumenal]. Mi padre hubiese preferido que marchase a Roma, insistió mucho en ello, para él fue un palo que yo me fuese a Israel. Tardó dos años en aceptarlo del todo. Una parte del monasterio está dedicada al seminario donde nos formamos, actualmente, 30 seminaristas de aproximadamente 15 nacionalidades.

-El padre.

-Me marcó su firmeza en las convicciones que tenía. Era un hombre de fe con mayúsculas, con mucha fortaleza, con grandes capacidades humanas; creía mucho en Dios, pero también en los talentos que Dios le había dado. Y siempre me sorprendió ver en mi padre una transparencia que no veía en nadie. No tenía doblez, tú podías ver su corazón porque no te lo escondía. También era una persona apasionada, de mecha corta y muy familiar, pasaba mucho tiempo con nosotros a pesar de la gran responsabilidad que tenía. Ha puesto el listón muy alto porque es verdad que ha sido una persona que ha dejado una huella en la sociedad, yo he crecido a la sombra de un gigante.

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Pedro Mendoza. Enrique Martínez Bueso

-La madre.

-Todavía hoy sigo aprendiendo mucho de ella: la disponibilidad, la sencillez, la amabilidad... Yo veo que me apoyo mucho en mi madre, que ha sido para mí un pilar fundamental en momentos difíciles porque siempre he sentido su apoyo. También ella ha sufrido por estar yo en Israel. Fue muy duro el tiempo de la pandemia -en Israel fuimos los primeros del mundo en ser vacunados-, y está muy preocupada desde que estalló la guerra. '¿Pero qué haces allí, hijo?', me pregunta. Siempre me ha acompañado y sostenido.

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-¿Qué pensó cuando se enteró de que su madre sería la presidenta de la UCAM?

-Para mí, como para todo el mundo, fue una sorpresa. Me dije: 'Acabo de perder a mi padre, pero es que ahora he perdido a mi madre, porque ha pasado de ser ama de casa y madre a presidenta de una institución tan grande y con tantas responsabilidades'. Pero me equivoqué, vaya que sí, porque mi madre no ha dejado de ser mi madre nunca, a pesar de todo lo que le ha caído encima y de tanto trabajo; cada vez que vuelvo, compruebo que mantiene implacable su cercanía y su dedicación a la familia.

-La guerra.

-No es fácil la situación porque hay heridas abiertas en ambos lados. Yo estoy muy cerca del pueblo árabe, conozco muy de cerca la realidad de los palestinos y de los árabes, y si un día me incardino en el patriarcado latino de Jerusalén, serviré a la iglesia local de Oriente Medio, donde los cristianos son árabes. Pero esto no significa que yo tome partido. Todos los cristianos en Tierra Santa estamos llamados a ser un puente entre ambas partes para que haya paz, para que se puedan reconciliar. Pero las heridas van a ser difíciles de enterrar, venimos de toda una larga historia de enemistad, de odio, de rencor. Rezo a diario para que se acabe esta guerra.

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-¿Usted cómo está?

-Ha sido un año difícil porque no he llevado muy bien el tema de la guerra. Al mes de estallar, me diagnosticaron una gastritis nerviosa. En junio hubo un recrudecimiento en el norte, entre Hezbolá e Israel. Escuchábamos a diario los misiles, los llegué a ver incluso pasando por encima de mi cabeza.

-La Iglesia.

-Hoy más que nunca hace falta una Iglesia santa, y dar a la sociedad un ejemplo de vida a través de nuestros actos. Tenemos que dar ejemplo viviendo la radicalidad del Evangelio: el amor al enemigo, la misericordia, la generosidad, la atención a los más necesitados. Es el momento de que todos los cristianos, y no sólo los que están en la jerarquía, nos remanguemos y nos tomemos nuestra vida de fe en serio, sin miedo, sin vergüenza, siempre con amor al prójimo y con alegría.

Pedro Mendoza. Enrique Martínez Bueso

Momento delicado

-Buenos momentos.

-Estar en comunión con mi familia, todos juntos compartiendo una comida me hace muy feliz. Y también disfruto mucho trayendo a mis amigos a casa, como siempre [ríe], a charlar en el porche, a bañarnos en la piscina...; aunque ahora lo tengo un poco complicado.

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-¿Por qué?

-Yo tenía que haber venido a Murcia en agosto, pero he llegado en julio porque estoy pasando por un momento delicado de salud. Me acaban de diagnosticar un tipo de artritis que se llama 'espondilitis anquilosante' y llevo unas tres semanas algo limitado con la movilidad. Ahora estoy mejor, es el primer día que voy sin muletas. Es una enfermedad que tiene una componente genética alta. Hay varios factores que pueden acelerarla o desencadenarla, como la alimentación, el estrés... A mí me ha tocado estar enfermo y ya está, sé que Dios lo permite para mi bien: me hace pequeño, me pone en mi realidad, en mi sitio, me hace ver que yo no soy el dios de mi historia, que no tengo la vida en mis manos.

-El mar.

-Cuando puedo, me encanta coger el kayak e irme a la Isla Grosa por la mañana temprano. Me lo ato al pie, me pongo la máscara de 'snorkel' y disfruto como un crío. También hago 'snorkel' en Cabo de Palos. El año pasado estuve en una ciudad de Israel en el Mar Rojo, Eilat, y allí disfruté de los peces más impresionantes que he visto nunca, fue alucinante.

-La muerte.

-Dios me certificó que existe la Vida Eterna cuando murió mi padre. Estaba en Israel, me despertaron a las tres de la mañana y me dijeron; 'Cógete el primer vuelo, tu padre se está muriendo, está en las últimas'. Me fui a la capilla del Santísimo y le pedí una palabra al Señor para que me ayudara a vivir ese momento. Y me salió al azar el pasaje del Evangelio en el que el buen ladrón, crucificado junto a Cristo, le pide que se acuerde de él cuando esté en ese reino. Y Jesucristo le responde: 'Yo te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso'. Para mí, esas palabras que Jesucristo le decía al buen ladrón, se las estaba dirigiendo a mi padre.

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