Miguel Ángel Hernández: «Debemos aprovechar hasta el último suspiro que queda de nuestra vida»
Estío a la murciana ·
«A lo mejor la siesta es lo más importante de mi vida, después de mi mujer»Uno sabe con certeza que el tiempo es una unidad de medida relativa cuando está con Miguel Ángel Hernández Navarro, que hace que las horas, ... que a veces pesan como una losa, pasen de repente en un suspiro, en un abrir y cerrar de ojos mientras uno aprende y se ríe a mandíbula batiente con una persona que es única en su especie. Es un torrente de sabiduría pero también de diversión Miguel Ángel Hernández (Los Ramos, Murcia, 1977). Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Murcia y escritor de éxito, autor de novelas de la talla de 'El dolor de los demás', 'Anoxia' y el genial ensayo 'El don de la siesta' –que describe su envidiable 'modus vivendi' y además le valió aparecer en televisión en una cama junto a su ya amigo Andreu Buenafuente–, Hernández cambia estos días su irrenunciable gorra por el sombrero panamá, aunque las habituales camisas negras siguen siendo oscuras, lo que le viene bien para «ocultar el cuerpo». Un cuerpo grandullón que aún le hace batallar contra algunos «complejos». Es la muestra andante, Miguel Ángel, de que el tipo más grande a veces puede sentirse pequeño.
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–Usted ya salió en estas páginas. Le trajo el gran Gontzal Díez.
–Recuerdo ese momento con muchísimo cariño. Acababa de volver de Williamstown, de una estancia en Nueva York. Y allí había conseguido por fin ponerme la gorra, que me daba mucha vergüenza ponerme en Murcia, y que Gontzal, sin embargo, llevaba. De hecho, cuando él falleció, en mi cabeza siempre estaba que la primera persona que vi con gorra en Murcia era Gontzal. Y que eso le daba muchísima personalidad. Era especial. Admiraba muchas cosas de él. Y lo recuerdo con muchísimo cariño, a él y a su gorra. Y creo que un poquito de mi gorra se la debo a él.
–Ahora también acaba de volver de Estados Unidos. Y también sigue vistiendo oscuro.
–El negro me queda bien desde siempre. Es algo que llevo desde hace mucho tiempo por dos razones. Una es la idea de Baudelaire del negro, de los artistas, de los poetas. Pero luego mi madre decía: 'nene, no te pongas rayas que engordan, ni cuadros. Ponte el negro, que adelgaza'. Llevo el negro porque creo que me queda bien. Y, sobre todo, porque adelgaza. Tengo unos kilitos que no he perdido en toda la vida.
–¿Sigue pensando en adelgazar? ¿O lo apuesta todo al negro?
–A ver, yo soy un gordo emocional. Quienes hemos sido muy gordos en la adolescencia, que es el momento en que el cuerpo es muy importante y te relacionas de una manera muy conflictiva con él, se queda para siempre. Adelgazo poco. Adelgacé en algún momento, pero he vuelto. Esa idea del gordo emocional se ha quedado conmigo. Estoy siempre en batalla con mi cuerpo. Intento adelgazar, engordo, voy al gimnasio, engordo. No hay manera. Pero bueno, ahora ya creo que he comprendido que de eso no puedo escapar, de esa negociación constante con el cuerpo. Y lo he admitido. Durante mucho tiempo sí que fue un marrón grande, pero bueno...
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En tragos cortos
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Un sitio para tomar algo. Luis de Rosario (Murcia). Una cerveza y un vermú helado.
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Una canción 'Rincón exquisito', de Second.
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Un libro para el verano 'Ahora y en la hora', de Héctor Abad Faciolince.
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¿Qué consejo daría? Tranquilo, que todo llega. Y si no llega, tampoco pasa nada.
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Un aroma. El de la gente recién duchada, y me da igual con qué gel.
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¿Con quién no cenaría jamás? Con un caníbal que me hiciese ojitos.
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¿Quién dejó de caerle mal? Djokovic.
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¿Le gustaría ser invisible? A veces sí, a veces no. Pero no me desagradaría.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Siestero profesional y abuelo de los que van a tomarse su cerveza a las dos de la tarde
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¿Tiene enemigos? Sí, como todo el mundo. Y bueno, no me importa.
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¿Lo que más detesta? La gente mala y rencorosa. El rencor, el rencor.
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¿Un baño ideal? El lago termal de Alhama de Aragón, en Termas Pallarés.
–¿No cree que, en general, ha ganado con los años?
–No, porque la juventud siempre está bien. A ver, la juventud siempre es algo que se pierde, pero se gana en conciencia. Creo que, por lo menos, uno llega a la conclusión de que hay cosas que no se pueden aguantar, que no se pueden remediar y cosas que no dependen de ti. Durante mucho tiempo se pelea pero, a partir de los 40, uno se da cuenta de que hay batallas que no se pueden librar y otras que no merecen la pena librar. Y creo que empiezas a caminar muy a gusto con las cosas que no te puedes quitar de encima, con las cosas con las que no puedes batallar. Y no es que te rindas, sino que las asumes como parte de tu vida. Yo creo que hay una sabiduría en la edad media, en la media vida, que es esa, la de que hay batallas que no puedes ganar y que a lo mejor no hacía falta ganar tampoco.
–¿En qué película le gustaría pasar unas vacaciones?
–En una película de Christopher Nolan. Quizás en el planeta en el que el tiempo se expande, el de 'Interstellar'. A lo mejor unas vacaciones en Gargantúa, en ese agujero negro... O a lo mejor unas vacaciones en un sueño de 'Origen'. En una película de Nolan, pero de buen rollo.
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–¿Quién es un referente para usted?
–A nivel profesional, Enrique Vila-Matas ha sido un mentor en la sombra. Y con el tiempo, fíjese que le he dado muchísimas vueltas a esto, mi madre. Cada vez pienso más que no fui justo con lo importante que fue mi madre en mi vida y en la idea de relación con los demás. Dejar a tu hijo estudiar Historia del Arte, leer, escribir... Las conversaciones que tuve con ella... Creo que en otra vida podría haber agradecido mucho. Y creo que tengo muchísimas conversaciones pendientes con mi madre. Es una cosa que va creciendo conforme voy haciéndome mayor: la idea de que mi madre fue muchísimo más importante para mí de lo que he imaginado.
–¿Qué certezas tiene?
–Una fundamental, como todos, y es que nos vamos a morir. Y otra, precisamente por la anterior, porque nos vamos a morir, es que debemos aprovechar totalmente, de cualquier manera, hasta el último suspiro que queda de nuestra vida. Creo que uno de los grandes males de nuestro mundo es no ser consciente de la muerte. Porque nos evita experimentar y explotar y habitar la vida. Entonces, mi certeza es que nos vamos a morir. Mi convicción es que, precisamente por eso, tenemos que vivir. No digo a lo loco, pero sí de la mejor manera posible.
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«Para mí la música sigue siendo una frustración y a la vez una pasión»
–¿Qué dejó de hacer por obligación?
–Yo quería ser músico. Dejé de ser músico porque tenía que estudiar. Empecé órgano litúrgico, empecé violín... No sé si lo dejé por obligación o por responsabilidad. Pensé que ese no era el camino que tenía que tomar. Y el camino que tomé fue el de la Historia del Arte y el de la universidad. Pero para mí la música sigue siendo una frustración y a la vez una pasión. Y sigue siendo tal vez lo que más me gusta de la vida. La música, por encima de cualquier cosa. Tengo la suerte de tener muchos amigos músicos y disfruto con ellos. Y de alguna manera me proyecto en ellos.
–La siesta.
–A lo mejor es lo más importante de mi vida, después de mi mujer.
–¡Titular!
–Puede ponerlo así. Es que creo que la siesta es uno de los placeres mayores que uno puede tener, porque implica una decisión. Por la noche tienes que dormir. La siesta es algo que tú decides después de comer o en cualquier momento. Dices: 'voy a cortar con este mundo, voy a dedicar un tiempo única y exclusivamente para el placer de dormir'. La siesta como algo hedonista. Me parece un acto revolucionario, en el sentido de que estás haciendo algo que no sirve para nada más allá de frenar el tiempo, frenar la productividad, para el placer. Yo es que no concibo un mundo en el que yo no pudiera dormir la siesta. Me puedes quitar de leer, me puedes quitar de escribir, me puedes quitar de follar –esto también lo puede poner así–, me puedes quitar de beber, pero no me puedes quitar de dormir la siesta. Yo hay días que me levanto por la mañana y, conforme me estoy levantando, digo: 'ostras, qué siesta, me voy a pegar'. Me levanto con la siesta tatuada en la frente. Sí, para mí la siesta está antes que follar. Aunque se puede también dormir la siesta y follar [risas]. Antes y después, pero con siesta.
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–¿La siesta en verano sabe diferente a la de invierno?
–Es una tipología y un género diferente. Hay algo de la siesta de verano que es especial, y es la nuca sudada. Levantarse de una siesta de verano de noventa minutos con el ventilador y la nuca sudando te lleva como a una película de apocalipsis. 'Good morning, Vietnam'. Y hay algo especial en taparse en invierno y levantarse con el cielo ya cubierto. Levantarse a las seis de la noche también tiene su gracia. Son diferentes. No sabría con cuál quedarme. Es como elegir entre tú y la gloria.
Viva Suecia y Second
–¿Qué le dejó sin respiración?
–Soy de emocionarme muchísimo. Sobre todo, los días de resaca [sonrisa]. Lloro muchísimo en los conciertos. Lloré muchísimo en el último concierto de Viva Suecia en el Warm Up, también en el Wizink. Lloré muchísimo, pero lloré de verdad, hasta la lágrima, en la despedida de Second. Creo que ha sido de los últimos momentos en los que he llorado por amigos y me he emocionado por amigos. También he llorado ante obras de arte, ante libros, ante goles de algunos jugadores. Pero creo que, de verdad, el último concierto de Second podría estar entre los 'Top 5' de momentos en los que me he emocionado muchísimo por lo que yo sentí y por lo que veía que sentían los demás.
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–Lo más bonito que ha visto en su vida, ¿qué ha sido?
–[Piensa] Qué difícil esta. Muchas cosas. Lo último bonito que he visto en mi vida y que me he emocionado diciendo: 'esto me va a costar muchísimo, muchísimo, muchísimo sacármelo de la cabeza', aunque parezca una tontería, fue el anochecer en Nueva York. Estaba en Nueva Jersey, en Hoboken, donde veía el Empire State, todo Nueva York con las luces encendidas. Es verdad, son luces, son edificios pero, ostras, qué bonito. Y para mí era como el caminante frente al mar de niebla de Friedrich. Había algo sublime que yo veía e intentaba meterlo en mi cabeza. Y no lo podía compartir con nadie. Quizá no es la cosa más bonita que he visto en mi vida, pero está entre las más bonitas y las más intensas.
–¿Qué se niega a hacer?
–Traicionarme. Hacer cosas que no quiero hacer. Con la edad, y tampoco es que sea un abuelo cebolleta, pero con la edad uno va intentando negarse a cosas que le hacen mal. Me he negado a hacer muchas que no me hacen bien.
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–Pereza, ¿qué le da?
–Yo soy muy perezoso. La gente que no me conoce cree que estoy ahí produciendo todo el día, pero es que me dan mucha pereza muchas cosas. Me da pereza salir a la calle en verano, eso me da mucha pereza. Me da muchísima pereza vestirme cuando estoy en pijama, porque yo vivo en pijama cuando escribo, entonces creo que lo que más pereza me da es arreglarme para salir. Pero una vez que he salido, a ver quién me mete en casa.
–¿Y vergüenza?
–Mi cuerpo. Me sigue dando vergüenza enseñar mis lorcicas, mis teticas.
–Usted, que ha escrito tanto en este periódico, ¿qué noticia le gustaría leer?
–Le diría que leer que se ha logrado la paz en el mundo, pero esa noticia no saldría nunca en un periódico porque no existiría. Me gustaría leer que se ha encontrado una cura para el cáncer. Es más, una cura para nuestros males. Aunque creo que esa tampoco la vamos a leer.
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«La última revelación que tuve fue ser consciente de que las cosas importan menos de lo que creemos, que hay que tirar para adelante»
–Un momento de revelación, ¿cuándo tuvo?
–Escuchando a Bach. Ahí dije: 'ostras, a lo mejor Dios existe'. Para mí eso fue una revelación. De hecho, toda mi relación con la Iglesia y con la religión proviene de la música y de la idea de que ahí había algo de divino. Luego, más adelante, tuve otra revelación cuando leí a Thomas Benhard, también de adolescente. También en la literatura hay algo divino, pero también muy humano. De rabia, de mal rollo, de adolescencia. Después de la muerte de mis padres, tuve la revelación de pensar, de saber que tampoco pasa nada por lo que hagas, que en el fondo todo está bien. La última revelación fue la de ser consciente de que las cosas importan menos de lo que creemos, y que hay que tirar para adelante. Eso me ha hecho bastante libre.
Un privilegiado
–¿Se siente afortunado?
–Me siento muy afortunado, la verdad, por la mujer a la que quiero y creo que me quiere, no lo sé. Creo que sí. Por los amigos a los que quiero y creo que me quieren, tampoco lo sé. Por el trabajo que hago y que me gusta, por las cosas que escribo y que me gustan, por lo que hago. No diría esto de contento de haber nacido, pero sí muy privilegiado por las cosas que me ha dado la vida e intento dar gracias y que no se vayan.
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–No vale para...
–Para cualquier cosa que tenga que ver con los números y la gestión. Y también para cualquier cosa que tenga que ver con correr rápido.
–Obsceno, ¿qué es?
–Obsceno es aquello que debería de estar fuera de la escena, que no tiene sentido que esté delante de ti. Para mí obsceno es el cinismo. Me parece obsceno hacer lo contrario de lo que dices.
–¿Y necesario?
–Pues no dar por saco. Es necesario buscar lo común del sentido común. Buscar un sentido común que sea común y no un sentido común que nos separe.
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