Jesús Ortega: «'Ahora que he vuelto a estar soltero es el momento de ir a México a echarme una novia mexicana', me dije»
«Yo vi el túnel ese del que hablan con la luz al fondo los que están yéndose de este mundo. Y no tenía ninguna intención de volver»
El suyo, El Sordo, en Ricote, es uno de los restaurantes más singulares de la Región. Pablo González Conejero, chef de La Cabaña Buenavista -¡dos ... estrellas Michelin!-, lo recomendó hace unos días a todo el país como un lugar que no hay que perderse para comer. El chef y propietario de El Sordo, Jesús Ortega, nació en Ricote en 1955. «Tengo 68 años, y físicamente estoy muy bien», dice. Son ocho hermanos, tiene siete hijos, su segunda mujer es rusa, cree en la transmigración de las almas y come y cena de pie.
-¿Usted a quién se parece?
-Yo me parezco al actor Anthony Quinn, que también era una persona muy rara. Mezcla de español, irlandés y mexicano, cuando veía a un amigo le pegaba un puñetazo, pero en plan cariñoso. Yo hago lo mismo.
-¿Qué tiene?
-Miedo a los perros porque uno, de niño, me mordió en el talón de Aquiles; sin embargo, mis hijos son criadores de perros.
-¿Qué recuerda?
-A mi tía no la ganaba nadie en el mundo entero dando buenos repasos con una vara de ganado. Una vez la vi utilizándola, con un pedazo de sinvergüeza, y fue un espectáculo.
-¿Y qué más?
-Mi abuela tenía una pensión. A mediados de los 60 se instaló en ella un maestro albañil, que estaba construyendo el ayuntamiento nuevo de Ricote. Tenía un tocadiscos, cosa rara en aquella época, y por las noches lo ponía en marcha. Siempre sonaban canciones de un mexicano que se llamaba Miguel Aceves Mejía, que también hacía películas y lucía un mechón de pelo blanco aquí en la frente, y de Antonio Molina. A base de oírlas todas las noches me las aprendí, y luego las cantaba, sin darme cuenta, cuando estaba haciendo faenas en la huerta con mi padre.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza. El Huerto, en la Avenida Juan Carlos I, Murcia.
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Una canción. 'Las grullas' [un poema de Rasul Gamzatov, con música de Ian Frenkel y cantado por Mark Bernes]
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Un libro. 'La rebelion de los brujos', de Jacques Bergier y Louis Pauwels.
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Su héroe o heroína de ficción. El Capitán Trueno.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Lo que me gustaría es poder ver a mi padre.
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¿Lo que más detesta? La traición.
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Un baño ideal. En mi balsica.
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Una copa. Bloody Mary.
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Un epitafio. «El peor desastre es haber nacido»
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¿Tiene enemigos? No siento que los tenga.
-¿A él qué le pareció?
-¡Me llevó a cantar al bar! En invierno los días eran muy duros, muchas veces el pueblo estaba lleno de niebla y había días que nevaba. En el bar, mi padre me subía a dos cajas vacías de cerveza para que se me viese bien cantar. Todo lleno de hombres fumando sin parar.
-¿Y qué pensaba usted en esos momentos?
-¿Yo? Que un día me iría a México porque mi novia tenía que ser mexicana.
-Claro.
-Pasaron los años y, cuando tenía 17, me fui por vez primera a Francia a hacer la vendimia. Entonces, todo lo que ganábamos mis hermanos y yo se lo entregábamos a mi madre, que administraba y era la reina de la casa, porque antes las madres eran las reinas de las casas. Cuando acabó la vendimia, mis compañeros regresaron para Ricote y yo me fui a Andorra para conocer mundo, y de Andorra a Barcelona. Y una vez en Barcelona, vi un cartel que anunciaba una actuación de los coros y danzas del ejército ruso.
-Y fue a verlos.
-Así es, y me encantaron tanto que empecé a interesarme por la cultura rusa y a leer un libro detrás de otro, especialmente a los autores clásicos: Tolstói, Dostoyevski... Entonces todavía estaba la Unión Soviética.
-¿Y después?
-Pasó el tiempo y me casé con una ricoteña, tuve hijos, patatín patatán, y a finales de los 90, recién separado de la madre de mis hijos mayores, me dije: 'Ahora que he vuelto a estar soltero es el momento de irme a México a echarme una novia mexicana'. Y establecí contacto con seis chicas mexicanas, de seis ciudades diferentes, y decidí que me iba para allá a conocerlas.
-¿Y se fue?
-Sí, pero estando en el aeropuerto de Barajas, dando tumbos, veo a una chica muy aparente subir las escaleras eléctricas delante de mí, que después se sentó en una mesa a tomarse un café; yo me pedí otro, me acerqué y le dije: 'Señorita, ¿me permite que me siente al lado suyo?'. Y me respondió: 'Para qué, hay muchas mesas libres'. 'Ya', le dije yo, 'pero es que yo quiero hablar con alguien'. Y me senté, y venga chistes, tonterías, risas..., hasta que le pedí su teléfono. Pasado el tiempo me dijo que yo le había parecido un hidalgo español.
-¿Pero qué paso en México?
-Fracasé con las seis mexicanas y me propuse intentarlo con esta chica rusa, y tras echarle alrededor de dos o tres millones de mentiras, y de hacer mucho el payaso para que se riera -que ahora ya se ríe menos [sonríe]-, terminamos juntos al final y tan felices.
-Y viajó a Rusia.
-Desde la primera vez, en 2001, lo habré hecho unas quince o veinte veces. Rusia es un país que me encanta. Mi mujer está ahora allí, visitando a su familia.
«Yo me parezco al actor Anthony Quinn, que también era una persona muy rara»
-¿Qué fue usted?
-Un niño solitario, agreste, un niño raro.
-¿Por qué raro?
-Me gustaban los perdedores, iba con el equipo de fútbol que siempre perdía y prefería que ganaran los indios que los vaqueros; me he apuntado a bandos perdedores. Soy un bicho raro, no me gusta estar con gente.
Pecho
-¿Qué quiso ser?
-Yo quise ser torero, y también chófer de camión, y después jugador del Athletic [Club], pero eso no podía ser porque no era vasco. Y por eso tengo un hijo vasco.
-¿Un hijo vasco?
-Tengo un hijo al que su madre, la rusa, lo parió allí, en el País Vasco. Pero a él no le gusta el fútbol, es más de boxeo.
-¿Y a usted qué es lo que más le gusta?
-Tengo cierta obsesión sexual [ronríe]. Me gusta el otro bando: las mujeres. Me gustan las mujeres y la literatura. Con el tema de los deportes estoy ya un poco desencantado.
-¿Por qué?
-Que los futbolistas ganen tanto dinero me parece inmoral.
-¿Dónde se pierde?
-En la naturaleza, me gusta mucho irme al monte, casi siempre solo, y andar kilómetros y kilómetros. Después de todo el estrés que acumulo en el restaurante, cuando voy al monte me crece el pecho un metro para cada lado.
-¿Feliz?
-Sí, he trabajado como un burro pero he hecho siempre lo que me ha dado la gana.
-El dinero.
-Entra por un lado y sale por el otro, pillo el dinero y lo gasto rápido. No lo malgasto, pero intento disfrutar de la vida dentro de lo que cabe.
-Los animales.
-Todos los animales me buscan a mí, salgo al monte y me buscan, tengo algo que los atrae. Tienen unas cualidades que nosotros no tenemos y unos sentidos de los que carecemos. Si detectan en ti tranquilidad, sosiego, calma y fortaleza, los animales te respetarán. En una manada de lobos siempre hay uno que, sin necesidad de enfrentarse a ningún otro, es el que manda.
-¿Tienen alma?
-Los animales tienen alma y nosotros, los humanos, muchas veces hemos tenido alma de animales. Yo creo en la transmigración de las almas; hay gente que ha estado en este mundo con el alma de un animal, de un perro o de lo que sea. Estoy seguro. Esto no se acaba aquí, aquí hemos venido a pasar un ratito y a mejorarnos, aunque no se dan las condiciones para poder hacerlo.
«Quise ser torero, y también chófer de camión, y después jugador del Athletic Club, pero eso no podía ser porque no era vasco»
-¿Qué experimentó?
-Mediante una sesión de hipnosis, que la panza de mi madre es el lugar donde mejor he estado en toda mi vida.
-¿Y qué ha llegado a ver?
-Yo vi el túnel ese del que hablan con la luz al fondo los que están yéndose de este mundo. Y no tenía ninguna intención de volver.
-¿Qué le pasó?
-Estuve a punto de ahogarme, me sacaron del agua de milagro, pero no quiero hablar de lo que ocurrió.
-¿Lo de ser cocinero de dónde le viene?
-De mi madre, de mi padre y de mi abuela paterna, la que tenía la pensión. Yo nunca pensé que sería cocinero, lo que pasa es que me fallaron otros planes que tenía; por ejemplo, el fútbol, dado que poseía las cualidades necesarias; pero un compañero me jodió la rodilla y se acabó.
-¿Qué tuvo claro cuando se encargó de El Sordo?
-Que la carta de El Sordo tenía que ser única para que mereciera la pena venir hasta Ricote. Por eso empecé con los grandes asados y con la grandes carnes de la caza mayor y la caza menor.
-¿No pierde usted la ilusión por la cocina?
-Qué va, ni por la cocina, ni por la naturaleza, ni por estar vivo, porque estoy muy vivo y no paro. Yo como y ceno de pie, no me gusta sentarme. La persona tiene que estar activa mientras tenga un hálito de vida, yo eso de tirarme en el sofá no sé ni lo que es. Ahora hemos estado de vacaciones en el Cáucaso, en Georgia, y no hemos parado ni un momento; ¡menudas palizas y subidas y bajadas nos hemos pegado! Conforme te vas haciendo mayor, más actividad, tanto física como intelectual, tienes que tener. Si te paras comienzas a tener una muerte lenta. Yo mantengo un nivel de actividad como cuando tenía 15 años. Y moriré con las botas puestas.
Una ola que te arrastra
-¿Qué le emociona?
-Por ejemplo, escuchar 'Las grullas', una canción que recuerda a los soldados rusos que murieron en la Segunda Guerra Mundial y cuyos cuerpos andan perdidos porque no se pudieron recuperar. Cuando los rusos ven pasar las bandadas de grullas, consideran que son los muertos cuyos cuerpos no fueron encontrados.
-La vida.
-Es una ola que te arrastra. Conviene tener claras algunas cosas: si en un momento te ves en la cresta de la ola, en lo más alto, nunca pierdas la humildad. Y si en otro momento te ves en lo más bajo, que no se te ocurra perder la dignidad. Puedes ser pobre, ser un desgraciado..., pero no pierdas nunca la dignidad. Mejor ser sencillo y humilde que un soberbio.
«He trabajado como un burro pero he hecho siempre lo que me ha dado la gana»
-¿Qué reconoce?
-Que mucho cuidado conmigo si me tocan a mi familia o mis principios. Me puedo poner muy nervioso y entonces lo que sucede es que mis extremidades superiores e inferiores van por su cuenta y no obedecen a mi cerebro. Eso me ha pasado muchas veces y he intentado dominar ese instinto primitivo; sin embargo, no tengo ni capacidad de odiar, ni de guardar rencor a nadie.
-¿Qué no debe faltar en un frigorífico?
-Primero hay que empezar por tirar todo lo que sobra, hay que tirar toda la mierda que muchas veces nos comemos. Hay que elegir bien dónde compramos y qué compramos. Fuera refrescos con aditivos y comida con aditivos y con veneno a largo plazo. Busca a un carnicero que sepas que está comprometido con la carne de calidad, y a un verdulero que te provea de buenos productos. Al final, lamentablemente, la gente ya compra mierda porque le resulta más fácil, ni siquiera porque es más barata, que tampoco es tan barata. Estamos en un mundo en el que cada vez es más difícil comer sano.
-¿Qué es una maravilla?
-Tengo un manantial de agua de mi propiedad.
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