El director de teatro Jose Bote, fotografiado junto a su bicicleta. AINHOA GÓRRIZ / AGM

Jose Bote: «La familia es la mayor fuente de amor y dolor que podemos tener en la vida»

Estío a la murciana ·

El director de la compañía Teatro de la Entrega también considera que «para mí, hoy, es un refugio»

Sábado, 28 de agosto 2021, 00:54

Está convencido de que, por encima de todo, están las personas. Él mismo y quienes le rodean. Y solo si así lo demás funciona, irá ... hacia adelante. De lo contrario, anclará el paso. «Rendirse está mal visto, pero ninguna rendición es irreversible», defiende Jose Bote (Elche, 1974), director de escena –suya es la compañía Teatro de la Entrega–, dramaturgo y actor. «De las tres cosas, la interpretación es lo que peor se me da», confiesa. Vive entre limoneros y le fascina el chocolate. Aprendió a contemplar la vida durante un viaje en bicicleta hasta la India. Sobre la mesa reposa un café y un zumo de melocotón.

Publicidad

«El miedo siempre está. Es instintivo. Solo hay que reconocerlo y ser capaz de vivirlo y de vencerlo»

–¿Cómo fue?

–Una locura, igual que lo es hacer teatro, pero viví una experiencia muy bonica. Conocí a mucha gente y escribí tanto durante el trayecto que al volver decidí hacer un libro. Lo autoedité y saqué 250 copias que se agotaron muy rapidico; no responde al típico libro de viajes porque en él hay fragmentos poéticos, cuentos y también reflexiones personales.

–¿Tuvo miedo?

–El miedo siempre está. Es instintivo. Solo hay que reconocerlo y ser capaz de vivirlo y de vencerlo. Dormir solo en un bosque, por ejemplo, asusta. Ahora he leído 'Niadela', de Beatriz Montañez, y me ha gustado mucho. Me reconozco en sus líneas.

–¿Por qué países pedaleó?

–¡Uf! Fueron siete meses en bicicleta. Crucé España y seguí por Francia e Italia hacia los Balcanes. Pasé por Croacia, Bosnia, Serbia, y en Belgrado cogí el río Danubio hasta llegar a Turquía. Turquía es como mi segunda casa, viví allí tres años, entre el 98 y 2001. Conozco bien la cultura, el idioma, y la gastronomía me flipa. Me sentí muy a gusto cruzando el país; el hecho de atravesar el Bósforo con mi bici, pasar de Europa a Asia... fue un momentazo.

Publicidad

–¿Qué hizo después?

–Mi plan era recorrer Pakistán pero me encontré con problemas burocráticos. No me daban el visado, así que decidí ir al sur de Irán para coger un barco a Bombai. No me importaba hacerlo porque me estaba enamorando del país, pero cuando llegué me di cuenta de que ese plan tampoco era posible. Al final encontré un vuelo barato en el que me dejaban meter la bici y lo cogí. Me vino bien porque era invierno y evité ir por zonas frías.

–¿Qué sintió al llegar a la India?

–Fue una sensación bestial. Durante el camino te repites que no hay un objetivo final, sino el día a día, el presente, estar en la bici y ver qué pasa. Y esa es la verdad, pero también es cierto que nos engañamos si nos decimos que el objetivo no significa algo, porque el que haya una meta siempre te ayuda y te empuja a seguir.

Publicidad

–¿Le cambió ese viaje?

–Sí, un montón. Abrió la contemplación en mi vida. Ahora vivo en la huerta y busco el silencio. Creo que es desde ahí desde donde nace la creatividad de verdad. Por eso aprovecho los veranos para parar, y me voy a casas que me dejan mis amigos o a residencias artísticas en el extranjero, que también lo he hecho, a buscar ese entorno de serenidad y tranquilidad para escribir y crear.

–¿Siente que se conoce del todo o se sorprendería de sí mismo?

–Conocerse es trabajo de toda una vida. Y nunca acaba, porque siempre estamos cambiando.

–¿Qué momento vive ahora?

–Estoy en una fase de crisis. A nivel personal y creativo he pasado una época dura. He puesto mucho de mí para que la compañía fuera hacia adelante, haciendo frente a las dificultades que ya de por sí existen en el mundo del teatro y las que implica, además, el tipo de compañía que gestiono: una compañía independiente con montajes no del todo comerciales y que apuesta por proyectos arriesgados y textos propios... Mover estas obras es más difícil, requiere un mayor esfuerzo a nivel comercial. Llegué a un punto en el que iba al límite y tuve que parar. Coincidió un poco con la pandemia, con lo cual me vino bien. Es difícil que alguien diga esto, pero en mi caso fue así.

Publicidad

–¿Para qué aprovechó el tiempo de pausa?

–Empecé a reestructurar la compañía, a delegar tareas y a buscar gente que trabajara conmigo. Ahora tiene una estructura con más personas, lo que supone más costes, pero también un trabajo más efectivo y más productivo. No sé si esta maquinaria va a funcionar, pero tengo claro que, o funciona así, o no funciona. Por delante de la compañía está mi persona y las personas que trabajan en ella. Me relaja decirme que si no funciona, no pasa nada.

–¿A qué se entrega cada día?

–Todo va cambiando. Cuando decidí llamar a la compañía Teatro de la Entrega era un modo de decir: 'Me entrego al teatro, a cada proyecto, a la compañía'. Ahora a quien me entrego, por delante de todo eso, es a mí mismo. Y después a la gente con la que trabajo, aunque eso siempre lo he hecho. En tercer lugar estarían las obras.

Publicidad

–¿Le llena?

–Sí, pero también me desfonda. Lo importante es encontrar el punto en el que lo que te retroalimenta es mayor que lo que te desgasta. Cuando salgo de un ensayo donde he estado a gusto, doy las gracias. Luego, hay otras cosas, como vender las obras, que me gustan menos. Aún así me esfuerzo mucho en ello.

–¿Alguna vez pensó en tirar la toalla?

–Sí. No con respecto al teatro, pero sí con la compañía. Y creo que es bueno reconocer que ese pensamiento te está pasando por la cabeza. Rendirse está mal visto socialmente, pero hay un momento en la vida en que debes escuchar a tu cuerpo y a tu mente. Ninguna rendición es irreversible, y puede ser una base mucho mayor para tu futuro.

Noticia Patrocinada

En tragos cortos

  • Un sitio para tomar una cerveza En casa, con amigos

  • Una canción 'Walk on the wild side', de Lou Reed

  • Un libro para el verano 'Niadela', de Beatriz Montañez

  • ¿Qué consejo daría? Escúchate en el silencio

  • ¿Cuál es su copa preferida? Una copa de helado, con chocolate y turrón

  • ¿Le gustaría ser invisible? No

  • Un héroe o heroína de ficción El protagonista de Dersu Uzala, de Arséniev

  • Un epitafio «Querer vivir cientos de millones de días, no tener más remedio que morir en un instante»

  • ¿Qué le gustaría ser de mayor? Ya soy mayor

  • ¿Tiene enemigos? Creo que no

  • ¿Qué es lo que más detesta? La no escucha

  • Un baño ideal En Cala Aguilar, entre El Portús y La Azohía

Brandon o De Niro

–¿Quién le descubrió el teatro?

–Mi relación con el teatro es curiosa. Cuando era un adolescente quería ser actor, lo tenía muy claro, pero nunca se lo dije a nadie.

–¿Temor?

–Sí. Yo era de los que se esperaban hasta la una de la madrugada para ver el Cine Club de La 2. Recuerdo que ponían peliculones, clásicos que ahora estoy viendo por tercera vez, y que lo que me atrapaba de esas películas eran las interpretaciones magistrales de actores como [Marlon] Brandon en 'La ley del silencio' o [Robert] De Niro en 'Toro salvaje'. Me decía: 'Yo quiero hacer eso y además –aunque esto con una vocecita muy pequeña– creo que soy capaz'. Pero... Estudié Económicas [ríe].

–¿Estabilidad?

–Sí, y también estar un poco perdido, pero ahí me metí. Saqué la carrera e hice después un máster en Comercio Exterior. Me encantaba viajar, así que me agarré a eso. Un día me llamaron un par de clientes para echarme una bronca por un error que no era mío; yo ya llevaba tiempo mal y no podía más. Subí al despacho de mi jefe y le dije que me tomaba el día libre. Me fui a Calblanque, estuve en la playa, solo. A los dos o tres días dejé el trabajo. No sabía qué iba a hacer, pero enseguida volvieron a mi cabeza las palabras cine y teatro.

Publicidad

–¿Reinventarse fue complicado?

–En otros países europeos es habitual reconvertir tu perfil profesional; con 18 años es difícil saber cuál es tu proyecto vital. Que mi lugar está en la creación lo fui descubriendo poco a poco.

–¿Sus textos hablan de usted?

–Sí, todos. Aunque me empeñe en que no lo hagan.

–El último, 'Torres', narra una historia familiar en torno a la música y los sueños. ¿Qué significa la familia para usted?

–[Piensa] La familia es la mayor fuente de amor y dolor que podemos tener en la vida. Para mí es un refugio, un lugar donde puedo ir siempre a cobijarme, e incluso a esconderme del mundo. Antes no era así. 'Torres' cuenta la vida de un hijo que va pasando por diferentes fases hasta sanar todo el dolor que pueda tener relacionado con la familia y sentir que esta es un lugar de amor y refugio. Que sea así desde el principio es difícil.

Publicidad

–¿Está en sus planes formar su propia familia?

–Lo veo un poco lejos. No ha sido un proyecto que haya tenido claro a lo largo de mi vida. Tampoco he tenido parejas muy duraderas, solo una de cuatro años, pero aún así, y aunque quería a la persona con la que estaba, no me veía formando una familia. Ahora tampoco está en mis planes. A veces lo vivo desde la nostalgia de algo que no ha sucedido: estoy en la playa y veo a un padre o a una madre con su hijo y siento una especie de melancolía en la que en ocasiones caigo por puro placer, y otras, porque me lleva a la creatividad.

–¿Qué valora en la amistad?

–Compartir ratos, vivencias, estar juntos; aunque sea compartiendo silencio. Me produce inquietud y miedo el aislamiento, cada vez mayor, de la sociedad. Con la pandemia hemos dado pasos agigantados hacia él.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad