Enrique Martínez: «Yo vivo libre, más que buscar tiempo libre»
«Tirarme al suelo, con los pies para arriba, me relaja, me quita la rabia», dice el de Alcantarilla
Era «un niño muy tímido» el pelirrojo Enrique Martínez (Alcantarilla, 1961) –«era porque tenía problema de anginas», se replica a sí mismo– cuando se subió ... por primera vez a un escenario de angelito en el belén viviente a cantar, y le gustó. A los 11 años, su maestro en prácticas «Antonio Conesa, ahora vive en La Unión», empezó a explicarle lo que no entendía con teatro y le acercó al mimo con el grupo del colegio Campoamor. Corrían «principios de los años 70 y tuve un éxtasis con el teatro sin palabras». Descubrió su doble don, la interpretación y la música, entre premios de la OJE falangista y los clubes parroquiales –«era lo que había»– de curas comunistas que les compraban guitarras eléctricas y «nos dejaban fumar, ahora está mal visto, pero entonces era así; fui la primera generación que hizo la EGB», apunta para dar noción de los tiempos que corrían en una España que intentaba desembarazarse de la dictadura [pero esa es otra historia].
Enrique Martínez es un actor que pinta canas, ha rodado a las órdenes de Cuerda, De la Iglesia, Monzón, Milos Forman, Urbizu y Díaz Yanes, entre otros muchos, y ha participado en series míticas como 'Los Hombres de Paco', 'Hospital Central', 'El Comisario', 'Águila Roja' o 'Putón BRB Nero', y ahora acaba de estrenar 'Poquita fe', de Pepón Montero, en Movistar+... Eso fue después de iniciar sus pasos con Arena Teatro y Unidad Móvil, en Murcia; y de que descubriera el poder de la voz a través de los armónicos, «las células del sonido», y las ancestrales técnicas del canto mongol; y de que participara, a las órdenes de Luis Guridi, en 'CanalOne' de 'Lo + Plus' junto a otros muchos actores de su generación que luego también despuntaron; y de que tuviera el deseo de hacer cine y se fuera a vivir a Madrid a finales del año 2000.
–¿Gracias a quién?
–A un director de 'casting', que ahora es amigo mío, que es Pepón Montero [ahora dirige 'Poquita fe'], que me abrió las puertas y me descubrió para el cine y para las series, porque él me presentó a Álex de la Iglesia y ahí empezó una trayectoria importante.
–Los pelirrojos tienen fama de ser traviesos. ¿Alguna gamberrada confesable?
–Bueno, de pequeño... (no es una gamberrada), me comía las tizas blancas del colegio. Mi padre decía que me faltaba calcio porque me iba a las esquinas y me comía las paredes. Y, luego, cuando nadie me veía en el colegio, me comía las tizas. Las de color no, ¡eh! Esas no me gustaban.
«Tirarme al suelo, con los pies hacia arriba, me lleva la sangre al cerebro y me relaja, se me quita la rabia»
–Un verano ideal.
–Fresquito y con cerveza.
–¿Qué es imprescindible?
–Tener una buena compañía. Una buena pareja. Sí, creía que no, pero es que sí.
–Sin qué no sale de casa.
–Sin mi mochila, que llevo todo, como las mujeres en el bolso.
–¿Qué le ha enseñado la vida?
–Que ya vivir es un milagro. Y que hay que respetar la vida. Y que tienes que respetarte a ti mismo, amarte y amar.
–¿Qué no consigue?
–Ser una persona equilibrada.
–¿A pesar de los armónicos?
–A pesar de los armónicos, sí. No aprendo a no dejarme llevar por mis sentimientos. O sea, no sé, la mente, la reflexión, el equilibrio,... todo eso, es algo que me estoy ganando día a día. Lo gano y lo pierdo, como todo el mundo [se carcajea].
–¿Qué le hubiera gustado saber?
–Mmmmm. Nada. Cada cosa tiene su momento. Realmente, vivir el momento sin tener conocimiento del futuro ni del pasado es lo que te hace feliz. El recuerdo de ese pasado también te puede hacer feliz. Y el futuro, lo único que te puede crear, si no estás tranquilo, es incertidumbre.
–¿Qué tiene claro?
–Cada época tiene su momento y no hay nada de lo que me arrepienta. Creo que todo lo que hemos vivido tiene un sentido muy profundo. Confío en eso. Siento eso.
«Yo vivo libre, más que buscar tiempo libre»
–¿Qué no puede creer?
–Hay muchas cosas que no me creo; cuando siento la mentira, la manipulación. Eso no me lo creo.
–¿Y lo que sí?
–Creo en la reconciliación y en el amor. En eso creo, sí. Nunca viene mal. Y en la reconciliación con uno mismo.
–¿Qué evita a toda costa?
–Pienso que no se puede evitar nada. Que tarde o temprano la vida te pone en tu sitio. Entonces, simplemente hay que caminar. Y, como decía Machado, se hace camino al andar. Ver lo que la vida te va presentando y atravesarlo. ¿Hay que atravesar el puente? Pues hay que atravesarlo. ¿Es peligroso? Sí, pero ¿te ha dado otras opciones la vida? Vamos a intentarlo. El evitar, lo único que te hace es encontrarte contigo mismo después.
–¿Qué es la interpretación?
–Cada vez creo más que la interpretación es sacar una parte de ti mismo que ya estaba ahí. Pienso que dentro de una persona, de un actor, hay muchas subpersonalidades. Y el interpretar eso, llegar a la catarsis a través de los diferentes personajes, te ayuda a no volverte loco. Esos personajes te ponen una alfombra para poder sacar esa parte de bondad, de maldad,... que todos llevamos dentro porque forma parte de los núcleos del cerebro humano.
–¿Qué no rodaría nunca?
–Pues mira, cada vez me molesta más hacer la violencia por la violencia. Me parece inútil. Pero todos los papeles que he hecho han sido un aprendizaje muy fuerte, ¿sabes? Y he hecho de personajes también muy tristes. Y algunos de ellos también un poco deplorables, ¿no? Pero te enseñan cosas. O sea que la vida ya te pone en tu sitio.
«Ahora me tiño de pelirrojo, con la edad se me ha puesto el pelo amarillo blanquinoso y a mí me gusta más zanahoria»
–¿A quién admira?
–A mi pareja. A mi Irene Criado, pintora, terapeuta y un ser maravilloso.
–¿Cómo se desconecta?
–Me cuesta mucho trabajo. Entonces, agotándome. Caminando mucho. Si no, como soy muy ansioso, desconecto a las dos de la mañana o a las tres. Lo que procuro es no entrar en rutina porque al final mi mente se apropia de la rutina y ya no desconecto. El suelo, por ejemplo, me relaja mucho. Tirarme al suelo, con los pies hacia arriba, me lleva la sangre al cerebro y me relaja, se me quita la rabia.
–¿Qué le saca de sus casillas?
–Las mentiras, la manipulación.
–Un sueño hecho realidad.
–Pues que el universo me haya dado la posibilidad de ayudar a otras personas a través de la voz.
–¿Una pesadilla?
–Pues esos ataques de ansiedad, de pánico y de que eso se vuelva a repetir, ¿no? La pesadilla de tener incluso miedo a dormirte y no despertar, a la oscuridad, a cerrar los ojos. Bueno, pero ya no las tengo.
–¿A qué aspira?
–A la paz.
–¿La paz en el mundo?
–[Sonrisas] La paz de mi alma. Yo quiero la paz para dentro, yo no voy a cambiar el mundo. Tranquilidad conmigo.
–¿Qué es lo bueno de envejecer?
–No, envejecer no te hace bueno [se troncha]. Y con eso acabamos.
–¿Cuál es su principal virtud?
–Eso no soy yo quién para decirlo.
–¿Y su defecto?
–Que sé que no soy una persona defectuosa.
–Si tuviera una varita mágica...
–Creo que la varita mágica la tenemos todos dentro, es no estar en conflicto con uno mismo y llegar a una paz de verdad, estar en calma con uno mismo. Eso es la verdadera varita mágica. Cuando eso sucede, las cosas empiezan a ir mucho mejor... Y, luego, aparte están los dones que cada uno tenga, yo tengo un talento para la terapia a través de la voz. Y esa es la verdadera varita mágica, los dones con los que nacemos y que tenemos que ir desarrollando si queremos, si nos damos cuenta de ello, si no nos vence el miedo... Porque el miedo va a existir siempre. Pero todo eso lo podemos ir aceptando con alegría,... sin resignación.
–¿Miedo a qué?
–A perder a nuestros seres queridos, a la muerte, el miedo a todas esas cosas.
–¿A qué dedica el tiempo libre?
–Esa es la pregunta de José Luis Perales [bromea y canturrea... '¿Y quién es el?, ¿a qué dedica el tiempo libre?']. Yo tengo todo el tiempo libre del mundo. Esa pregunta no es para mí. Yo vivo libre, más que buscar tiempo libre.
–¿Qué extraña habilidad tiene?
–Uso la voz como una herramienta, como una energía; es una terapia de tipo físico, en la que la vibración de la voz va equilibrando a la persona. Así llevo 22 años, aparte de mi trabajo como actor, y viene mucha gente de Madrid a buscarme.
–¿Qué no esperaba?
–Ah, el confinamiento, el Covid,... Eso sí que no me lo esperaba yo.
–¿Cuál es el mejor regalo que le han hecho?
–Pues... tener pareja a mi edad. Sí.
–¿Y el que ha hecho usted?
–Supongo que el cariño que le tengo a las personas. Me interesan las personas, ¿sabes?... a un nivel emocional, cuando son de verdad porque te cuentan las cosas desde el corazón y puedes comunicarte sin máscara. La materia humana me interesa.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza: La Tapa, en Murcia, o la terraza del Círculo de Bellas Artes, en Madrid.
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Una canción: 'Here comes the sun', de George Harrison.
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Un libro para el verano: 'Chamanes Celestes', de Kevin B. Turner.
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¿Qué consejo daría? Ninguno. Que cada uno viva la vida que quiera vivir, intensamente; no la que le digan que tiene que vivir.
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¿Cuál es su copa preferida? La cerveza.
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¿Le gustaría ser invisible? No, pero a veces me hago invisible. Es fácil. Es una técnica, estar en medio sin que se note que estás.
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Un héroe o heroína de ficción: Orfeo, el príncipe de la voz, curaba con su música.
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Un epitafio: No os preocupéis, he muerto en éxtasis.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Persona.
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¿Tiene enemigos? Pensaba que no, pero ahora creo que tengo alguno. Pero, el más importante enemigo es el que está en uno mismo.
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¿Qué es lo que más detesta? Las mentiras, la manipulación.
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Un baño ideal: La Laguna Negra, en Soria.
–¿Qué le hace gracia?
–Pues yo me río mucho con la serie 'Poquita fe', del absurdo cotidiano y de cómo muchas veces nos arrastramos en la vida sin ver lo cómicas que pueden ser aparentes tragedias o tristezas. Estamos llenos de ironía y la vida se puede llenar de humor. Ironizando sobre el drama sale el clown. Es un mecanismo inconsciente, casi corporal.
–¿Y por qué llora?
–Me hace llorar la tristeza. ¿Y de dónde viene la tristeza?, pues a veces no se sabe de dónde.
–¿Cuándo tuvo suerte?
–Creo que siempre.
–¿A qué no está dispuesto?
–A que me lleven a la guerra.
–¿A quién se encomienda?
–Yo a Dios y a la Virgen María [ríe]. Pero a los dos, ¿eh?
–¿Tiene alguna manía?
–Llevar calzoncillos Abanderado, 'slips' [aclara muerto de risa].
–¿Es supersticioso?
–No. Soy hipocondríaco [vuelve a reír]. Me refiero a que soy obsesivo, maniático. Entro en bucle con algo y me cuesta relajarme. Soy de tendencia obsesiva.
–¿Ha pensado alguna vez en teñirse el pelo?
–Me lo tiño ya. De pelirrojo, para no perder mi identidad porque ahora lo tengo amarillo blanquinoso y lo veo un color muy soso. A mí me gusta tenerlo más zanahoria. Entonces, voy a una peluquera y mi pareja también me ayuda, me echa color.
–¿Y para algún personaje?
–Sí, una vez me pusieron un color castaño para hacer un personaje en la serie 'Isabel', para que me pareciera más al obispo Alfonso Carrillo de Acuña, el asesor de higiene de Isabel 'La Católica'. Estaba horroroso y el director dijo: 'No, no, su color natural'.
–¿Un refugio?
–Mi casa.
–¿Algo imborrable?
–Muchísimo. De hecho, vives de muchos recuerdos imborrables todo el rato: momentos de pequeño, la muerte de mi padre, la muerte de mi madre, la etapa de Arena Teatro en Murcia, el momento en que me llamaron para trabajar en Madrid en 'CanalOne' de 'Lo +Plus' en 1998...
–¿Qué vamos a ver suyo?
–Pues la serie de Atresmedia 'Entre tierras'. Aparezco en el primer capítulo como el detonante de la historia. Pero no sé cuando la querrán lanzar.
–¿Sigue viniendo por Murcia?
–Últimamente voy menos, pero sí, a la casa de Juan Pedro [Romera], a ver a mi tía... Cada vez conozco a menos gente, pero me gusta ir, a veces solo y otras con mi novia.
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