Antonio Javier Zapata, en la terraza del Restaurante San Antonio de Los Alcázares. Antonio Gil / AGM
Cronista oficial de Los Alcázares

Antonio Zapata: «Antes de sus problemas, el Mar Menor tenía quejas por estupideces como las algas o el agua caliente»

Estío a la murciana ·

El cronista oficial de Los Alcázares cree que «hay racismo en la sociedad española, sería ingenuo decir que no, pero hay quien lo azuza en su beneficio»

Alberto Alcázar

Miércoles, 20 de agosto 2025, 00:01

Como si hubiera estado esperando toda una vida para poder decirlo, Antonio Javier Zapata Pérez (Los Álcazares, 1978) sentencia: «Uno odia levemente lo que ama». ... La frase es de un autor gallego al que trajo al municipio que le ha visto nacer, crecer, criar... con motivo del festival literario La Mar de Libros que organiza cada verano. Esta es tan solo una de tantas iniciativas con las que el profesor de Geografía e Historia en secundaria en La Unión, y Cronista Oficial de Los Alcázares desde 2020 , remueve las aguas culturales y divulgativas de su rincón en la costa oeste del Mar Menor.

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En esta ocasión, el alcazareño celebra el amor por su tierra y su costa con una aperitivo que suda cerveza sin alcohol en su mano, agradable por el suave vaivén de las olas que rompen tímidas, aletargadas de calor, contra las maderas del particular restaurante Balneario San Antonio. El lugar, que evoca los tiempos pasados y los veranos felices de la laguna, ocupa una de las estructuras tradicionales en peligro de extinción que se reconvierten, en este caso, en local de hostelería como única salida a la supervivencia.

-¿Es necesaria la nostalgia?

-Escribí una vez en el prólogo de un libro una frase de Rabindranath Tagore, que decía: 'Los recuerdos ayudan a los hombres en sus futuros empeños'.

Los Alcázares Eco Cultural

Uno de los suyos ha sido el de crear la asociación Los Alcázares Eco Cultural [LAEC], que fundó en 2011 y despliega actividades durante todo el año como ciclos de cine, charlas sobre historia y medio ambiente, visitas musicalizadas... Todo lo hace para las orillas en las que ha vivido siempre, para «un olor a salitre» sin el que, confiesa, no soporta vivir. A cambio, el mar le ha traído todo lo que pedía, como un mensaje embotellado devuelto desde una isla desierta al borde del fin del mundo. También el amor: «Conocí a mi mujer con 37 años. Íbamos al colegio juntos pero ella se fue a vivir a Murcia y después hizo su vida en Mallorca. Por una reunión de antiguos alumnos del colegio, volvimos a coincidir. Yo me quedé y ella volvió».

«Siempre tuve inquietud por desarrollar iniciativas, llegó un punto en el que me cansé de quejarme y pasé a la acción»

-¿Es todo lo que hubiera querido ser?

-Sí. Mis primeros recuerdos son leyendo una enciclopedia. Me acuerdo de 'El libro gordo de Petete'.

-¿A qué se dedica un cronista?

-Es difícil de responder [se abate en la silla]. Hay un concepto muy tradicional del cronista que recoge la memoria del lugar. Pero se trata de una época en la que lo local no tenía cabida en los medios de comunicación. Eso ha cambiado mucho. El cronista de ahora recoge cuestiones del presente que no salen en los medios de comunicación tradicionales: personajes o hechos que se salen de la norma. Aunque mi concepto es muy diferente, incluso uso mucho las redes sociales.

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-¿Cuál es su primer recuerdo en el Mar Menor?

-En una playa de Los Alcázares, sin arena y con balnearios bañándome con mi hermano David. Ese es el primer recuerdo de mi vida.

-¿Ha viajado mucho?

-Relativamente, hice mi Erasmus en Lituania y he viajado lo que he podido. Pero no he vivido mucho fuera, solo en Murcia y en Yecla.

-¿Cree necesario salir?

-No sé si mucho o poco tiempo. Mirar desde fuera es muy interesante. Una de las cosas que tengo pendiente son entrevistas a alcazareños que viven fuera.

-¿Y qué ve desde la distancia?

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-Si soy políticamente correcto, mucho cariño. Esto es un pueblo de veraneo y me mola mucho esos alcazareños que han pasado aquí su verano de la infancia y la adolescencia. Cuando se vive todo con mucha intensidad, se descubre la vida y el mundo. Ese cariño al Mar Menor también se ha extrapolado a movimientos sociales y políticos. Aunque la 'cara b' de esto es la nostalgia, que la gente diga que esto ha cambiado mucho.

En tragos cortos

  • Un sitio para tomar algo Por el Paseo de la Feria de Los Alcázares.

  • Una canción 'Voglio vederti danzare', de Franco Battiato.

  • Un libro para el verano Cualquiera de viajes de Javier Reverte.

  • ¿Qué consejo daría? Vive y deja vivir.

  • Un aroma El jazmín en las noches de verano.

  • ¿Quién dejó de caerle mal? Me cuesta pensar en gente que me caiga mal. Y que haya dejado de hacerlo, aún más.

  • ¿Con quién no cenaría jamás? A priori, con nadie.

  • ¿Le gustaría ser invisible? Sí, sin duda, sí.

  • ¿Qué le gustaría ser de mayor? Director de cine.

  • ¿Tiene enemigos? Creo que sí.

  • ¿Qué es lo que más detesta? La mentira.

  • Un baño ideal En el Mar Menor, a primerísima hora de la mañana. Si no me baño a las seis o las siete, ya no lo hago en todo el día.

-¿Qué soñaba cuando era niño?

-La verdad es que me encantaba el periodismo y, de forma inocente e ingenua, me hubiera gustado ejercerlo. Entre otras cosas soy cronista por esa vocación de contar.

-¿Es difícil ser escuchado desde un pueblo?

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-Hablar desde el pueblo es siempre complicado. Lo que pasa es que creo que por mi forma de aprender, necesito ir de lo más concreto a lo más abstracto, y ese es el camino para que la gente entienda que cuando hablamos de cuestiones aparentemente muy locales, la microhistoria, conectamos con la historia de España y del mundo.

-¿Un ejemplo?

-Los Alcázares y el Mar Menor condensan en muy poco espacio los grandes problemas de este país: medioambientales, demográficos, de educación pública... Cosas que aparentemente son de pueblo, pero que ocurren en Murcia, en Madrid o en París.

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-Conoce bien el Mar Menor como habitante de la laguna.

-Yo soy hijo de tendero y sé que el verano era fundamental. Los problemas medioambientales hay que afrontarlos pero, a la misma vez, cuando alguien usaba palabras gruesas o malsonantes, dolía. Pensaba: «Estoy de acuerdo contigo en que hay que luchar, pero, tío, ¿por qué no utilizas otro lenguaje?».

-¿Qué hubiera querido escuchar?

-Reto. Vamos, hay gente que ha criticado el Mar Menor antes de que tuviera problemas medioambientales. Esto es un ecosistema muy particular y a los que creían que era una piscina no les gustaba, y se quejaban de cosas estúpidas, como las algas o el agua caliente. «Perdona, no sabes donde estás», les decía.

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-¿Qué tendrían que hacer los que tienen poder de decisión?

-Tomar decisiones [ríe por la obviedad]. Una de las cosas de las que yo me siento especialmente orgulloso en LAEC es de la pedagogía que hacemos, por ejemplo, cuando hablamos de la mentira de la regeneración del lago. La playa tradicional era mínima. Hay que explicarle a la gente que esas playas tienen un impacto medioambiental negativo, aunque no es el único ni principal. Y creo que la gente lo recibe bien.

Apellidos alcazareños

-¿Su familia ha sido siempre alcazareña?

-Ser de Los Alcázares es algo muy particular. Da mucho miedo ser tajante en eso porque hay gente que lleva veinte o cincuenta años, que está perfectamente integrada aquí y tiene sus vínculos. Esto ha sido siempre tierra de aluvión. Tuve dos abuelos que fueron alcaldes del municipio durante la Guerra Civil. Mi abuelo Ginés Zapata Hernández con el Partido Comunista de España [PCE] y mi bisabuelo Gabriel López Gallego, suegro de mi abuelo, con el PSOE.

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-¿Cómo recuerda su infancia?

-Muy, muy feliz. Una infancia que me gustaría para mi hija: una infancia de pueblo, de todo el día en la calle, en la playa con las horas muertas...

-¿Qué podía hacer aquí que no hará su hija?

-La sociedad ha cambiado a todos los niveles. Han cambiado los hábitos, la cantidad de coches en la carretera, el desarrollo urbano, la existencia de espacios comunes. Aquí hay menos vinculación ahora entre los vecinos...

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-¿La unión hace la fuerza?

-Sin duda. En LAEC, confluir tantas personas con intereses distintos nos ha dado la capacidad de llevar a cabo iniciativas que individualmente jamás hubiéramos conseguido.

-¿Algún disgusto?

-Muchos.

-¿Y qué le compensa?

-Que satisfaga mi vocación de servicio público. Siempre he tenido esa inquietud de desarrollar iniciativas y llegó un punto en mi vida en el que me cansé de quejarme. «Vamos a pasar a la acción», me dije.

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-Trabajando como cronista, ¿qué le ha enseñado el tiempo?

-El historiador francés Fernand Braudel hablaba del tiempo largo, el tiempo medio y el tiempo corto. Para mí, la historia ha sido una reflexión continua sobre el presente. Uno se acerca a la historia desde sus preocupaciones del presente. Decir que la historia te enseña... [duda un momento del tópico] Te enseña a pensar en cuestiones que antes no te habías planteado.

-¿Dónde ha apreciado mejor el paso del tiempo?

-En mi hija, tiene 6 años. Ver que está creciendo. Y a nivel histórico, en el veraneo desde luego que no. Esto es tiempo largo: la gente siempre ha venido a pasárselo bien, disfrutar y relajarse. Quizás en el paisaje físico que se aprecia en la fotografía antigua.

-¿La gente necesita una identidad?

-Sí, la quiera o no. Somos seres sociales, nos sentimos parte de una comunidad y los símbolos nos ayudan a integrarnos en ella. El peligro es que sean excluyentes.

«Me preocupa el futuro, pero lo cambio por reto: el de crear espacios de encuentro»

-¿Cree que puede abrir en Los Alcázares una grieta en la convivencia como en Torre Pacheco?

-El antisemitismo estaba allí, Hitler lo que hizo fue utilizarlo en su beneficio. Hay racismo en la sociedad española, sería ingenuo decir que no, entonces hay gente que se dedica a azuzarlo en su propio beneficio. Me gustaría pensar que Los Alcázares tiene algo particular por haber sido siempre ese pueblo turístico con gente de fuera. Además, la diversidad es enorme, con comunidades importantísimas como la magrebí, la sij, la inglesa... Cuando tomé posesión como cronista, dije que había que hacer sitio a esta gente que viene de cualquier parte del mundo, que contribuye y que se va a quedar aquí. ¿Cómo se hace eso? No lo sé. Pero hay que intentarlo.

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-¿Qué le preocupa?

-El futuro. Pero lo cambio por reto: el reto de convivir en paz y, para eso, hay que crear lugares de encuentro y de convivencia, además, entre clases económicas y sociales. Parece que nos da miedo hablar en términos marxistas. Aquí hay diferencias socioeconómicas que nos están separando, no solo étnicas.

La memoria

-¿Qué personaje le fascina?

-El periodista polaco Ryszard Kapuściński. Me he leído toda su obra e, incluso dentro de las acusaciones por tergiversar ciertos hechos, me parecía un literato muy digno.

-¿Qué deberíamos recordar?

-Que cada generación tiene que escribir su propia historia.

-¿Y qué deberíamos olvidar?

-Nada. Taxativo. Si algo se olvida será porque no hay preocupación al respecto.

-¿Que falta por escribir?

-Falta todavía mucho por escribir de la Guerra Civil. Sigue siendo un tema muy tabú y sigue abordándose aún en términos guerracivilistas, en buenos y malos. Dentro de esa falta de tiempo que tengo, hay expedientes en los archivos que pueden dar muchísima información.

-¿Qué legado dejará a su hija?

-Muchas historietas, de las que no sé si se acordará. Y espero dejar un pequeño ejemplo.

-¿De qué?

-De pensar los problemas de forma colectiva, del gusto por la lectura y el cine. Y que todo ello le ayude a ver el mundo de forma bonita y enriquecedora.

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-¿Y en qué no se debe parecer tanto?

-En el despiste y en dedicar demasiado tiempo a algo. Debe ser más organizada que yo.

-¿Dónde podremos verlo dentro de poco?

-Tengo pendiente sacar unos artículos para la conmemoración de los grandes vuelos, que será el año que viene, puesto que están muy vinculados a Los Alcázares. En octubre haremos un Congreso sobre el Mar Menor. Ricardo Montes y yo somos los coordinadores y hemos fichado a muchísima gente para que escriba sobre historia, antropología, música, arquitectura... Y con ponencias de todos ellos, que se celebrará en el Ayuntamiento de Los Alcázares.

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