María Giménez Casalduero: «En México, mi visión de la muerte cambió»
«¿Para relajarme? El silencio, no hay nada mejor. Llegar a casa, tumbarte y no escuchar nada», afirma la abogada y diputada de Podemos en la Asamblea Regional
No se le ocurra invitarle a un tequila bebido de un solo trago. Para ella, que se enamoró de México y se trajo a este país en el alma, hacerlo así es un sacrilegio. María Giménez Casalduero (Lorca, 1971), abogada, experta en temas medioambientales y diputada regional, es una las personas más queridas -y escuchadas- entre los votantes de Podemos.
-
1 -¿Un sitio para tomar una cerveza? -En La Azohía.
-
2 -¿Una canción? -'La aurora de Nueva York'. Enrique Morente.
-
3 -Un libro para el verano. -'La revolución de la luna'. Andrea Camilleri.
-
4 -¿Qué consejo daría? -No tengas miedo.
-
5 -¿Cuál es su copa preferida? -De buen vino.
-
6 -¿Le gustaría ser invisible? -No.
-
7 -¿Un héroe o heroína de ficción? -Arya Stark [de 'Juego de tronos']
-
8 -Un epitafio. -«Sobre mi cadáver crecerán flores».
-
9 -¿Qué le gustaría ser de mayor? -Feliz.
-
10 -¿Tiene enemigos? -Alguno habrá.
-
11 -¿Qué detesta más? -La tiranía.
-
12 -¿Un baño ideal? -En una cala de Bolnuevo.
-¿Qué necesita usted?
-Recuperar un poco de tiempo para mí, ser capaz de recuperar mis pequeñas parcelas y saber compaginarlo todo: política y vida personal. Llevo tres años entregada a la política de un modo tan intenso que me estoy dando cuenta ahora de que no me ha dado tiempo a otra cosa. No lo digo como queja, pero creo que esa entrega al final te pasa factura, tanto física como mentalmente. Necesito volver a nutrirme de las cosas que me gustan, de mi música, de mis 'hobbies', de mis amigos.
«Estoy en la playa, estoy muy feliz. Me siento en paz, relajada. De pronto, empiezan a aparecer unas hermosas ballenas jorobadas. Fueron momentos mágicos. Yo estaba alucinada» | «¿Para relajarme? El silencio, no hay nada mejor. Llegar a casa, tumbarte, ¡ahora bajo el ventilador [risas]!, y no escuchar nada»
-¿Qué va siendo ya urgente?
-Sacar tiempo para los amigos, sobre todo eso. Siendo tan importantes para mí, los hay, y ya necesito que eso cambie, con los que incluso hace dos años o más que no quedo para cenar y contarnos nuestras cosas, o para ir tranquilamente una tarde al cine; y los echo de menos, debe ser este calor y que estoy pasado por un momento emocional delicado [sonríe].
-¿Qué nota?
-Hasta ahora, desde que estoy en la Asamblea, no me había pasado, pero ahora sí que noto que estoy deseando unas vacaciones [risas]. Puede que sea el precio a pagar por ser principiante en esto de la política en primera línea. Unos días, ¡eh!, que enseguida vuelvo porque tengo mucho trabajo y esta Región nos necesita [a Podemos].
-¿Qué tipo de niña fue usted?
-Pues... una niña buena, sí. La menor de cinco hermanos, a los que adoro. Una niña a la que le gustaba mucho leer y le encantaba disfrazarse con todo lo que pillaba. Una niña feliz, la verdad, allí en Lorca. ¡Incluso escribía poemas! Mi padre, una vez, valoró tanto tanto lo que hacía que llegó a encuadernarlos [se emociona]. Después llegó la adolescencia y, también, sin ningún problema; al contrario, mi adolescencia fue muy divertida, formando parte de un grupo de amigas, inseparables, todas con mucho carácter y a las que nos unía, por ejemplo, la pasión por el baile. ¡Me encanta bailar! Pasados esos años, llegué a Murcia a estudiar y estuve viviendo con mis hermanos, compartiendo casa todos juntos. También fue un tiempo que recuerdo con mucho cariño. La vida se portaba bien [sonríe].
-¿Y en qué momento dio un giro inesperado?
-Yo tenía 22 años. Mi padre murió de repente. Una de las cosas que más le agradezco a la vida es que me permitiese, en su última noche, estar cenando con él y con mi madre. ¡Fue una cena muy especial, muy divertida! Era Semana Santa, estábamos en Lorca. Mi madre llevaba unos meses muy triste, desde la muerte de mi abuela, y la convencimos para salir de cena los tres. Nos lo pasamos muy bien. Y... de repente, una embolia, a Urgencias y todo terminó. Viví su muerte con mucha frustración, porque era un pilar fundamental en mi vida y porque murió, con 65 años, en un momento en el que mi madre y él ya podían vivir mucho más tranquilamente por fin, con sus hijos ya con las vidas resueltas... Me pareció tan injusto. Me pasé en estado de 'schok' muchos meses.
-¿Hay un Más allá?
-No creo, la verdad. Pero, por otro lado, me gusta tanto, a veces, pensar que mi padre está observándome, acompañándome en muchos momentos... Sé que no es así, pero de algún modo te consuela.
-¿Dónde se iría?
-Sin dudarlo, volvería a México por un tiempo; hace ocho años que no he vuelto. Viví allí cinco años, primero en México DF, y la mayor parte del tiempo en La Paz, en Baja California Sur. Ese es mi lugar en el mundo. Estuve trabajando como abogada medioambiental. Fue maravilloso, porque el lugar era de una belleza tan grande, y la gente tan amable y acogedora, y el proyecto con los colectivos de pescadores tan interesante... Tuve la suerte de que caí allí entre algodones y enseguida hice muchos amigos y amigas. Conocí a gente de todo el mundo, acampábamos en playas increíbles, y me aficioné al buceo y a la música mexicana, desde Agustín Lara a Julieta Venegas y Lila Downs.
-¿Qué aprendió allí?
-Muchas cosas. En México, mi visión de la muerte cambió. Una noche, en un cementerio pequeñito de Oaxaca, celebrando el 1 de noviembre el Día de Muertos, y viendo a la gente feliz, comiendo y cantando junto a las tumbas de sus seres queridos, empecé a entender la muerte de otra manera, con un pensamiento más liberador. Hay que celebrar que los hayamos conocido, que nos hayan querido, que hayan formado parte de nuestra vida. También conocí a mujeres muy valientes, muy fuertes. Mujeres que me marcaron porque, viendo cómo luchaban desde dentro contra el machismo terrible que allí existe, me animaron a ser guerrera contra cualquier tipo de injusticia y de abuso.
-¿Por qué regresó?
-Me enamoré de un mexicano. Me llegó una buena oferta de trabajo aquí en España y pensé: «O vuelvo ahora o ya no sé si me marcharé de aquí». Mi compañero se vino conmigo, pero durante dos años estuvo buscando aquí su sitio y... la crisis lo complicó todo. Él regresó.
-¿Ingenua?
-No. Y sigo confiando en la gente y pensando en positivo, dos cosas que me parecen muy saludables mientras sea posible seguir haciéndolo.
Cara de niña
-¿Qué se planteó usted y no llegó a hacer?
-Estudiar Periodismo.
-¿Qué le parece un disparate?
-El modo en que se bebe el tequila en España. Más que un disparate, un sacrilegio. El tequila hay que beberlo pausadamente, saboreándolo.
-¿Qué reconoce que tiene?
-Cara de niña, pero también tengo carácter. Sé defenderme.
-¿Y qué reconoce ser?
-Demasiado impaciente.
-¿A qué no le teme?
-A asumir riesgos, algo a lo que me ayuda ser tan curiosa.
-¿De qué verano no se olvida?
-Del verano del 2000. En septiembre me iba a Brasil con una beca de tres meses, y en julio el festival La Mar de Músicas estaba dedicado a la música brasileña. ¡Creo que no salí en todo el mes del [auditorio del] Parque Torres! Para irme ambientando [risas].
-¿Para qué se ha dado ya por vencida?
-Ya no creo en eso de que el amor es para siempre. ¡Ahí sí que he pecado de ingenua! [Risas]
-¿Qué imagen es un placer volver a recordar?
-Estoy en la playa, estoy muy feliz. Me siento en paz, relajada. De pronto, empiezan a aparecer unas hermosas ballenas jorobadas. Fueron momentos mágicos. Yo estaba alucinada. No te queda más remedio que decirte: «No hay la menor duda de que la vida es maravillosa».
-¿Y lo es?
-No siempre, claro. De regreso a Estados Unidos desde Canadá -había estado en Toronto visitando a una amiga-, al llegar a la frontera en autobús, a la mayoría de los viajeros, que eran pakistaníes, no los dejaron entrar. Sentí impotencia, me sentí mal. ¿Por qué yo sí por el hecho de tener un pasaporte europeo? Yo era tan extranjera como ellos, y estoy segura de que tampoco era mejor que ellos. ¿Por qué unos lo tenemos muchísimo más fácil que otros? No puedo aceptar que haya ciudadanos de primera y de segunda. A mí me han tratado muy bien, en general y en el día a día, en todos los sitios en los que he vivido fuera de España.
-¿Qué animal metería primero en el Arca?
-Un perro, eso seguro.
-¿Tiene perro?
-¡Sí! [Lo dice muy feliz] Se llama Sami, un precioso perro de aguas. Todavía es un cachorrillo.
-¿Con qué piensa sorprenderse a sí misma?
-No tengo ni idea.
-¡Pues piense algo y adquiera el compromiso!
-Voy a volver a escribir. ¡Sí, relatos!
-¿Qué le parece una maravilla?
-Esa gente que se hace sus propias lámparas. Yo soy una negada para hacer cosas creativas con las manos.
-¿Lo mejor para relajarse?
-El silencio, no hay nada mejor. Llegar a casa, tumbarte, ¡ahora bajo el ventilador [risas]!, y no escuchar nada.
-Dice Rafael Sánchez Ferlosio: «Estamos dirigidos por ignorantes».
-Si hablamos de la Región de Murcia, estamos de acuerdo. Porque es de ser muy ignorantes el no escuchar las verdaderas necesidades y preocupaciones de la gente a la que se gobierna.
-¿Tiene usted amigos del PP?
-Sí, para mí eso no es ningún problema. Podemos hablar de otras muchas cosas que no sea de política y, además, creo que incluso alguno de ellos [risas] reconoce que Podemos está madurando muy rápido como partido y que estamos haciendo las cosas bien.
-¿Quiénes son su prioridad?
-La gente que no se puede defender, la gente que necesita altavoz.
-¿Vegetariana?
-¡Yo como de todo!
-¿Qué le resulta esperanzador?
-Que, en esta Región, hay un antes y un después de la movilización social sobre el Mar Menor. Poco a poco, parece que la gente empieza a despertar y a tener claro que no puede seguir siendo gobernada, aunque sea en minoría, por quienes han demostrado tanta incompetencia.