Borrar
Ángel Cruz, el padre del pequeño Gabriel, colabora con personas con síndrome de Down. José Ortiz
Una razón para vivir

Una razón para vivir

Volcarse en los demás puede suponer la salvación cuando la tragedia te golpea. Personas como Ángel Cruz, el padre del pequeño Gabriel, se aferran a este consuelo

Inma cuesta

Miércoles, 20 de marzo 2019, 11:34

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Aún hoy, cuando ha pasado un año, nadie se explica cómo pudo Ana Julia Quezada, la mujer que aparecía en todos los informativos con cara de circunstancias del brazo de Ángel Cruz, acabar con la vida del pequeño Gabriel, el hijo de su pareja. Tampoco es fácil imaginar cómo puede un padre lidiar con la pena, no solo de saber que su 'pescaíto' jamás volverá, sino de haber sido él quien acercó a aquel monstruo sin escrúpulos a su hijo.

Doce meses después de que España convulsionara con la horrible noticia de que Gabriel había muerto, Ángel se esfuerza en volver a coger las riendas de su vida como muchos otros lo han hecho antes: volcándose en un proyecto que le ayude a encontrar una razón para levantarse cada día. Ángel ha dado con la mejor de las terapias en la Fundación de la Unión Deportiva Almería. Allí, cada miércoles, desde hace ya unas semanas, echa una mano entrenando a cuarenta jóvenes con síndrome de Down cuyas sonrisas le animan a seguir adelante y a aparcar el sentimiento de culpa que le ha llevado, incluso, a pensar en quitarse la vida. «Ellos me dan mucho más de lo que yo puedo darles. Me ayudan a sentirme bien», dice, reconociendo que hace lo imposible por recuperar la fuerza que necesita para seguir viviendo «con la mayor dignidad posible».

Antes que él, muchas otras personas golpeadas por la tragedia buscaron hasta encontrar una razón que les ayudara a seguir viviendo. Difícilmente puede superarse el grado de maldad alcanzado en el asesinato de Sandra Palo, muerta a manos de cuatro jóvenes delincuentes en Madrid. La chica, de 22 años y con una minusvalía psíquica leve, fue violada en 2003 por tres de los chavales, que después la atropellaron con el coche y terminaron rociándola con gasolina y quemándola viva. Aquel día, las vidas de sus padres saltaron por los aires. «Nosotros decidimos emprender una lucha porque vimos que en un crimen tan brutal como el de nuestra hija las sentencias fueron injustas e irrisorias», argumenta María del Mar Bermúdez, la madre de Sandra. Hoy, quince años después, sigue al frente de la asociación que crearon para apoyar a las víctimas de los delitos más execrables exigiendo castigos más severos y la rebaja de la edad penal.

María del Mar insiste en que esa tarea que se han impuesto le permite encontrar algo de sentido a la vida. «Hacer estas cosas te lleva a revivir tu caso continuamente, pero también te ayuda a seguir adelante, a sentirte útil apoyando a otras víctimas. Siento un dolor muy grande y sé que me moriré con este dolor, esta rabia y esta impotencia. Pero estar activa es un aliciente, lo mismo que saber que lo que hago servirá para que los niños de hoy puedan vivir en el futuro en una sociedad más segura. Además, aunque cuesta, poco a poco la rabia va desapareciendo».

Como la de Ángel, la decisión de María del Mar Bermúdez y Francisco Palo es, según los expertos, una buena estrategia para intentar reconectarse a la vida cuando el destino le asesta a uno un golpe atroz. Enrique Echeburúa, psicólogo clínico y profesor de la Universidad del País Vasco, explica que, aunque la muerte forma parte de la vida y es aceptada como algo natural cuando afecta a nuestros padres mayores, a nuestros abuelos... cobra otra dimensión cuando hablamos de un hijo. «Si las circunstancias, además, son un atentado o un asesinato, el impacto es mucho mayor. De hecho, no hay palabras para definir ese estado. Se es viudo o huérfano, pero no hay un nombre para definir algo así y no es casual que no lo haya», afirma el experto. Él sostiene que, aunque el tiempo no lo cura todo, es importante lo que hagamos con él. «Con el paso de los años el dolor se atenúa y la persona se recoloca en la vida aceptando las nuevas circunstancias. Nuestro instinto de supervivencia no es solo físico, y hay estrategias que pueden servirnos bien. Compartir el dolor, dotar de significado a la vida y sentirte útil son algunas de ellas. Si, además, lo haces ayudando a personas especialmente desfavorecidas como es el caso del padre de Gabriel, aún más. Sin duda, es una estrategia muy acertada, como lo es colaborar con una ONG, acudir a catequesis si se es religioso, trabajar como voluntario... Hacer eso no es incompatible con sentir dolor, pero ayuda a recuperar la vida cotidiana».

«Mi hija no volverá, pero es un aliciente saber que lo que haces vale la pena»

María del Mar Bermúdez - Asociación Sandra Palo para la Defensa de las Libertades

«Es importante compartir el dolor y dotar de significado a la vida»

Enrique Echeburúa - Psicólogo

«Es ahora, cumplida la promesa que hice, cuando afrontaré mi duelo»

Anna Gonzaléz - #PorUnaLeyJusta

«Nada ayuda más que una lección de vida para saber qué es lo importante»

Carolina Barrantes - Fundación Lo Que De Verdad Importa

«No buscar algo que dé sentido a todo es una opción muy tóxica»

José Cabrera - Psiquiatra forense

Aunque pueda parecer que ese ha sido el caso de Anna González, es ahora cuando puede descansar tranquila. Su perseverancia y las más de 326.000 firmas recogidas han hecho posible que el mes pasado el Senado aprobara definitivamente la reforma del Código Penal que endurece las penas por imprudencias en la conducción y castiga con hasta 4 años de cárcel abandonar el lugar del accidente tras haberlo causado. Anna, la impulsora de la campaña #PorUnaLeyJusta, se quedó viuda en 2013 cuando Óscar, su marido, fue arrollado yendo en bicicleta por un camión cuyo conductor se dio a la fuga. Seis años después ha conseguido que los atropellos a ciclistas no queden impunes y es ahora cuando se enfrenta a la difícil tarea de recobrar la paz. «Lo he hecho y estoy contenta de haberlo logrado. Cuando ocurrió el accidente me hice una promesa y está cumplida, pero ahora quiero apartarme de todo esto. En mi caso, la iniciativa no ha hecho más que agravar mi duelo. Recordar lo sucedido una y otra vez durante meses no me ha ayudado», asegura la mujer que ha logrado lo que parecía imposible y a la que, a estas alturas, miles de ciclistas veneran.

Compartir el dolor, dotar de significado a la vida y sentirse útil ayuda a levantarse tras una pérdida demoledora. «Moriré con esta pena, pero estar activa me permite sobrevivir», dice la madre de una joven asesinada

Aunque los expertos tienen claro que hay estrategias que dan consuelo a unos y a otros no y que no existe una fórmula universal para combatir la tristeza del duelo, para José Cabrera, psiquiatra forense, cuando a uno le ocurre algo tremendo las alternativas se reducen a dos: refugiarse en la religión o involucrarse en una meta trascendente, algo que ayude a lidiar con el dolor que produce una tragedia inútil. «Existen montones de casos, como el de los familiares de las víctimas del terrorismo. No buscar algo que ayude a superarlo puede ser una opción muy tóxica; la persona puede quedar envenenada por la rabia, la frustración y el rencor para siempre», dice el psiquiatra. En su opinión, las mujeres suelen ser más proclives a involucrarse en algún proyecto. «Si uno se fija, hay abuelas de mayo, madres contra la droga, contra el terrorismo... está claro que tienen más mecanismos de defensa frente al desastre comparadas con el hombre, que es mucho más simple. ¿Otra prueba de lo importante de tener algo a lo que aferrarse? En los campos de concentración nazi, ante semejante cúmulo de atrocidades, sobrevivieron mejor quienes tenían una mujer, una comunidad, una familia esperando o una religión a la que agarrarse».

Valores para seguir

María Pardo tomaba café con otras madres del colegio de sus hijas cuando una de ellas le habló del diario de Nicholas Forstmann. Aquel hombre al que había sonreído el destino convirtiéndole en millonario y permitiéndole crear una familia feliz vio cómo su universo se desmoronaba el día en que el médico le comunicó que un cáncer le mataría en solo unos meses. Forstmann escribió un pequeño libro, que tituló 'Lo que de verdad importa', en el que trató de explicar a sus hijos todo lo que ya no podría enseñarles él: qué es importante, cuáles son los valores que deben mover nuestra vida... «María acababa de superar un cáncer de mama y aquella lectura le marcó. La pregunta era: ¿por qué tienes que darte cuenta de lo que de verdad importa cuando la vida te golpea?», cuenta hoy Carolina Barrantes, amiga de María y creadora con ella de la fundación Lo Que De Verdad Importa. Apropiándose del título del libro de Forstmann, ambas se pusieron el mundo por montera tratando de transmitir ese mensaje a los jóvenes. «Desde entonces hacemos muchas cosas. Desde congresos en los que personas con increíbles historias de superación nos ayudan a explicar lo que verdaderamente es importante, a la edición de libros para niños con relatos de personas reales que nos llevan a comprender cuáles son los verdaderos valores. Cuando escuchamos casos como el de Gabriel, pensamos en cuánto podría ayudarle a su familia acudir a uno de nuestros encuentros».

Aunque la lista de colaboradores de la asociación es larguísima, en semejante ejército de luchadores contra la adversidad Carolina cree que Kyle Maynard, un joven estudiante norteamericano que nació con ausencia congénita de brazos y piernas, es el ejemplo perfecto. «Cuando aparece en el escenario sin ayuda de nadie, casi gateando, siempre se hace el silencio. Luego, su sonrisa, su fe en sí mismo, la certeza de que nada se le pone por delante, se convierte en una lección de vida inigualable», afirma. Está convencida de que pocas cosas ayudan tanto a llenar la vida como volcarse en un proyecto que, de algún modo, pueda servir a los demás. Comparte esta creencia con personas que han tenido que superar pruebas muy duras, como Fabián Sebastián oGina Camaplans, que perdieron a sus hijos en sendos accidentes; Miriam Fernández, que padece parálisis cerebral, o Rosa Rodríguez, que perdió a su cuñada en la sala de partos. Todos tienen una historia que contar y son el perfecto ejemplo de lo mucho que importa luchar.

Ángel cruz - Su pareja asesinó a su hijo de 8 años

«Estos chicos me dan mucho más de lo que yo puedo darles»

Los 40 chavales con síndrome de Down –algunos niños, otros ya talluditos– a los que Ángel Cruz entrena cada miércoles no le miran con pena. Ni siquiera se sienten incómodos, aunque a todos les han contado lo que pasó. Lejos de eso, una sonrisa de oreja a oreja se marca en sus caras cuando Ángel acude al Estadio de la Juventud, donde sudan la camiseta los miembros de la escuela de fútbol para discapacitados creada bajo el paraguas de la Unión Deportiva Almería. «Estando aquí, con ellos, estoy a gusto y me siento tranquilo», dice mientras un par de chavales se le abrazan para hacerse junto a él una fotografía. Su sonrisa de oreja a oreja confirma que habla en serio. Y es que, cuando se coloca frente a ellos, pocos tienen presente lo que ha pasado en la vida de este hombre amable que acude a los entrenamientos sonriente y decidido a echar una mano. Tampoco imaginan hasta qué punto son importantes para él, por más que alguien les haya explicado que forman parte de un intercambio vital: Ángel trata de que se sientan como auténticos campeones y ellos le ayudan a continuar, a no dejarse llevar por la tristeza y a aparcar, al menos durante unos minutos, la culpa y el remordimiento.

«Recibo muchísimo más de ellos de lo que yo les pueda dar», asegura el padre del pequeño Gabriel Cruz, aunque reconoce que, doce meses después, su cabeza sigue dándole vueltas a lo que podría haber hecho para evitar aquella muerte. «Tengo sentimientos de culpabilidad porque, si no hubiera tenido una relación con esa mujer, a mi hijo no le habría pasado nada. Y porque no soy capaz de imaginar que alguien que me decía que me quería y en quien confiaba iba a asesinar a mi hijo una mañana cuando me fui a trabajar». Esta semana, cuando se cumplía el primer aniversario de la muerte de Gabriel, ha tenido que revivir su peor pesadilla.

A Ángel no le avergüenza reconocer que se le ha pasado por la cabeza el suicidio. «Creo que hay algo detrás de la muerte y lo que más deseo es estar con mi hijo. Por eso es algo que en ocasiones me viene a la cabeza como una salida a esta situación, como una manera de recobrarle», confiesa.

Dice que con el tiempo ha superado el estado de shock inicial, esas semanas en las que no podía asimilar la desaparición de su hijo, el despliegue de efectivos y la incertidumbre de la búsqueda, la fatal noticia del desenlace y la despedida. Pero aquel carrusel de emociones ha dado paso a «un dolor muy grande, a muchísimo dolor. De hecho, es ahora cuando me doy cuenta de lo que es vivir sin ese pequeñajo que nos alegraba la vida y que era nuestra felicidad».

Admite que, de algún modo, a él y a Patricia, su expareja y madre del pequeño, lo que les ayuda ahora es pensar en que tarde o temprano se hará justicia y la persona que cometió semejante atrocidad envejecerá en la cárcel. «Cuando pase todo eso, después del juicio, tengo un poco de miedo porque no sé cómo vamos a reaccionar, si vamos a tener un bajón… Otro más».

Vínculos

Aún así, poco a poco va agarrándose a pequeños salvavidas que le ayudan a seguir adelante. «Me toca vivir de manera digna», dice. En su entorno aseguran que esa actitud tiene una explicación. «Está siendo muy duro para él. Especialmente estos días en los que se cumple el primer aniversario y todo se le ha vuelto a venir encima», explica Rocío, su prima y una de las personas que más cerca han estado de él durante estos meses.

Fue ella quien le animó a implicarse en el proyecto de la Fundación de la Unión Deportiva Almería y le propuso entrenar a esos niños que ahora le ayudan a ir reconciliándose con la vida. Sin embargo, su relación con el club comenzó a estrecharse cuando Gabriel desapareció y el equipo de fútbol de su ciudad, al igual que cientos de vecinos, se volcó con la familia. «Llevamos camisetas solidarizándonos con el operativo de búsqueda e incluimos un 'pescaíto', el símbolo del chaval, en nuestro equipaje oficial durante toda la temporada. Se creó un vínculo importante que ha derivado en un acuerdo de colaboración», explica Juan José Moreno, director del área de comunicación del club. Si una imagen vale más que mil palabras, basta la de la portada de este reportaje para imaginar hasta qué punto le está haciendo bien esa colaboración al padre del 'pescaíto'.

Fabián Sebastián - Perdió a su hijo en un accidente

«Si te quedas pensando en el dolor, nunca sales adelante»

Dámaso y Rubén tenían 17 y 18 años cuando, aquella noche de febrero de 2017, se subieron al coche en el que perderían la vida. El vehículo cayó al agua en el puerto deportivo de Laredo convirtiéndose en una trampa mortal de la que solo Mario, otro amigo que iba con ellos, logró escapar. Aquel día, el dolor se instaló en los corazones de esas familias que, desde entonces, no han dejaron de luchar por encontrar algo que les ayude a seguir adelante. Fabián Sebastián, el padre de Dámaso, cuenta que después de accidente el Racing de Santander organizó un homenaje a los chavales y se ofreció a celebrar un partido de fútbol en memoria de los chicos, porque ambos eran buenos futbolistas. «A raíz de aquello, que fue increíble porque acudió muchísima gente, la Fundación La Caixa nos propuso ayudarnos si nos decidíamos a formar una asociación solidaria. Y así surgió todo. Con su apoyo, el del Club Deportivo Laredo, la Cofradía de Pescadores de San Martín y el Ayuntamiento de Laredo, creamos Nunca Jugarás Solo. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro cuyo objetivo es acudir allá donde haya algún niño que nos pueda necesitar. Estamos muy orgullosos de lo que se ha conseguido hasta ahora», explica.

La idea inicial, recuerda, era financiar una ludoteca en el Hospital de Laredo, pero el proyecto terminó convirtiéndose en algo mucho más ambicioso. «Hemos mejorado la zona del hospital donde permanecen las madres con los recién nacidos ingresados. También se les ha arreglado el baño. Hemos instalado una bañera especial para el aseo de los niños y adquirido unas cunas nuevas, maravillosas, que yo no había visto nunca antes. Las paredes se han decorado para hacerlas más alegres, con unas algas muy graciosas y peces. Además, se ha reformado completamente la zona de juego», dice orgulloso.

Fabián piensa ya en los nuevos retos y reconoce que todo ese trajín les está sirviendo para seguir mirando hacia adelante. «Si te quedas pensando en el dolor no logras salir del él –explica–. Esto nos ayuda ayudando a los demás. Es la ecuación perfecta».

Rosa Rodríguez Téllez - Su cuñada murió dando a luz

«Escribir me ayudó más de lo que imaginé jamás»

A Rosa Rodríguez Téllez, una enfermera gaditana enamorada de la vida, aún le invade una pena inmensa cuando los recuerdos se apoderan de ella. Su cuñada murió cuando daba a luz a su tercer sobrino, dejando a su hermano de 32 años viudo con dos niños pequeños y un bebé recién nacido que nunca conocería a su madre. «Mari era una mujer joven y sana a la que habían programado una cesárea. Todo pintaba genial. A la vuelta de unas horas solo cabía esperar una habitación llena de flores y una familia emocionada dando la bienvenida a un nuevo miembro. Pero las cosas se torcieron. Aquel día yo estaba en Ibiza y mi familia en Mallorca, así que recibí la noticia por teléfono... Fue mi hermana quien me contó lo que había pasado cuando yo iba camino a elegir la lápida del padre de mi expareja. Dos semanas antes había muerto mi suegro de un infarto. No acababa de enterrar a uno cuando estaba ya recibiendo la noticia de otra muerte...».

La inesperada pérdida de Mari no solo iba a cambiar para siempre la vida de su hermano y las de Irene, de siete años, Antonio, de cuatro, y Ana, la recién nacida. «En aquellos días, cuando todo nuestro mundo estaba patas arriba, yo veía que mi sobrina no era capaz de soltar una lágrima, de demostrar su dolor como hacíamos el resto. Entonces empecé a buscar libros para niños que me ayudaran a llegar hasta ella y hacerle entender y asumir lo que estaba pasando; libros que explicaran lo que es una muerte, no ese tipo de cuentos que esconden la realidad».

Después de indagar durante días como una posesa sin apenas encontrar nada, Rosa decidió llenar ese hueco. «La vida dejó a dos niños y una recién nacida sin mamá y, a través del intento de ayudar a mi sobrina, me di cuenta de que había muy poca literatura infantil que tratara la muerte como tema central. Sólo encontré dos títulos que nos ayudaron. De ahí surgió en mí la necesidad de escribir y tratar de ayudar a otros niños que deben afrontar lo que nosotros vivimos y aún seguimos viviendo». El resultado es '¡Gracias, vida!', un relato que, mientras lo escribía pensando en los demás, le ha ayudado a superar su propio duelo.

Gina Campalans - Su hijo mayor murió buceando

«Se puede reaprender a vivir, aunque el proceso sea largo»

Gina veía una película en la televisión cuando sonó el teléfono. Era su nuera. David, su hijo mayor, se había ido a bucear y no había vuelto; ni siquiera había llamado para anunciar que se retrasaría. «Algo no iba bien. Lo supe en aquel instante», dice. Horas después, cuando encontraron el cuerpo de David en el agua, frente a la isla ibicenca de Es Vedrà, ella y su familia entraron en shock. Nada, nunca, volvería a ser lo mismo. Su vida, al menos como la había conocido hasta ese instante, no regresaría jamas. «La muerte de David nos dejó devastados. Somos cariñosos, pero en aquellos días ni siquiera éramos capaces de abrazarnos. La mente no es capaz de asimilar el impacto y todo transcurría como si estuviéramos atrapados en un sueño».

Tras un duelo largo, a veces insoportable, en el que levantarse, ducharse, vestirse o masticar se convertía muchos días en una meta inalcanzable, Gina Campalans volvió a agarrase a la vida y a mirarla de frente. «En un cumpleaños mi marido me entregó una tarjeta en la que había escrito: «Vale por el sueño de tu vida». Siempre he sido una mujer polifacética. He estudiado Comunicación, escrito en revistas y criado a seis hijos, y adoraba la idea de tener una emisora de radio. Ese era mi sueño».

Gina montó la emisora en el garaje de su casa en Ibiza e incluyó en la programación un espacio con el que se pretendía ayudar a todos aquellos a los que la vida les obliga a superar una pérdida. Rodeada de profesionales que no dudaron en colaborar, cada semana eran más las personas que escuchaban el programa buscando herramientas que les sirvieran para seguir adelante y mitigar su dolor.

Así hasta que un día, hace ya seis años, dejó la emisora y fundó la asociación Decir Adiós. Desde entonces no ha parado. «La vida me dio esto para ayudarme a salir adelante», asegura esta mujer de 63 años, absolutamente vital y tan comprometida con su proyecto como el primer día. «Cuando sufres una pérdida importante necesitas apoyo. Nada volverá a ser lo mismo. Tú nunca volverás a ser la misma, pero se puede reaprender a vivir, aunque el proceso sea largo y costoso».

Miriam Fernández - Padece parálisis cerebral

«El amor me ha salvado tantas veces que he perdido la cuenta»

Aunque aún no ha cumplido los 30, la vida de Miriam Fernández daría para escribir el guion de más de una película. «Nací en Madrid, en una familia muy humilde, y al poco tiempo de venir al mundo se dieron cuenta de que no respondía bien a los estímulos. Me llevaron al médico y me diagnosticaron parálisis cerebral. Como mis padres biológicos no iban a poder atenderme bien, en un gesto de generosidad total me dieron en adopción. De repente me convertí en la pequeña de una familia de siete hermanos y pasé a estar rodeada de multitud de estímulos. Hoy soy completamente independiente», dice, sin dejar de sonreír mientras explica cúal es su idea de la vida. «No ha sido fácil. Incluso sufrí acoso escolar durante mucho tiempo porque la gente no entiende lo que es diferente, pero también aquello me ayudó, me hizo más fuerte. Aprendí muy pronto que siempre tienes dos opciones: hundirte o preguntarte la razón por la qué eres así. La clave no está en centrar tu atención en lo que te falta, sino en lo que tienes».

El resultado de aplicarla es una chica que a base de tesón se convirtió en campeona de natación, cuya voz emocionó a media España en el programa de Telecinco 'Tú sí que vales', que hoy está a punto de grabar su primer disco y que esta misma semana ha presentado su libro 'Los cometas de Miriam'. «Cada capítulo es un cometa y hace referencia a un momento complicado de mi vida y a la forma en que lo afronté. Quiero compartir todo lo que he aprendido y ayudar».

Miriam, que incluso es capaz de caminar ayudada por unas muletas especiales, lleva ya diez años colaborando con la fundación Lo Que De Verdad Importa; compartiendo su experiencia y tratando de dar ejemplo; demostrando todo lo que se puede conseguir, incluso cuando las cosas pintan muy mal. «Es un regalo, una oportunidad poder hablar de mí sabiendo que lo que diga puede servirle a alguien a superar una pena, un problema complicado. Eso sí, he de reconocer que ante cualquier desastre el amor es fundamental. A mí me ha salvado tantas veces que he perdido la cuenta».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios