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Encuentro a las puertas de Santa María de Gracias entre Nuestro Padre Jesús Resucitado y la Virgen del Amor Hermoso. Pablo Sánchez / AGM
Semana Santa

La resurrección de la carne y de las calles de Cartagena

La lluvia no hizo acto de presencia y el Cristo protegió a su blanco cortejo, que lució excelso entre los vítores y aplausos de una ciudad echada a la calle

Domingo, 20 de abril 2025, 17:23

Nubes y claros. La mañana recibía con viento suave, temperatura fresca y cielo encapotado a las capuces blancos. De resaca por la noche de Sábado ... Santo, los cartaganeros recibían anticipadamente el 80 cumpleaños de los cortejos pasionales resucitados después de que el cabildo decidiera el sábado adelantar la salida del desfile de este domingo para esquivar posibles riesgos. Mañana de júbilo y disfrute para los cinco sentidos. Las puertas de Santa María de Gracia se abrían sin miedo para saludar la jornada más excelsa y festiva de la semana de pasión cartagenera.

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Si bien al principio la ciudad lució al alba algo adormilada, para la hora del almuerzo, las terrazas se rifaban. La gente acudía para tomar el aperitivo con gusto, acompañamiento musical y un espectáculo pasional de alto nivel completamente garantizado. Las mejores escoltas aguardaban la salida de los tronos más aplaudidos para finalizar por todo lo alto la fiesta. A ritmo de gloria y marchas triunfales.

Para abrir el apetito, mezcla de marcialidad nueva y vieja, en concreto de la Antigüedad clásica. La escuadra de Gran Gala Policía Local y la agrupación de Soldados Romanos enfilaban los primeros la archiconocida rampa. Tras ellos, el futuro vivo de la Semana Santa. Con sus túnicas de rivetes celestes, los más jóvenes agarraron fuerte las andas del Santo Ángel de la Cruz Triunfante y encararon con arrojo y pese al cansancio de tantos días de jarana nocturna los poco más de dos kilómetros de recorrido. Un pasacalles que, además, volvía a su trazado primigenio, el que vio salir por vez primera al Resucitado de Juan González Moreno en aquellos tristes días de posguerra.

Epicentro sin igual de la procesión fue, más allá del templo de la calle del Aire, la calle del Cañón. Última mortificación para unos sufridos portapasos, que afrontaban con profunda devoción el último repecho antes de dar por zanjado su mandato hasta el año que viene.

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Desde bares y balcones la gente insuflaba ánimos con sus repetidos aplausos y vítores, mientras los propios procesionistas se daban vivas para infundir moral entre los compañeros de agrupación. Así lo hizo sin ir más lejos el tercio del Cristo Resucitado, que acudió con la escolta de honores de la Cofradía, equipada con sus fusiles, los cuales, pese a ser civiles, manejaban malabares al aire con sorprendente destreza. También llegaron a la carrera los cadetes de la Policía Nacional, a quienes acompañó el clero y la alcaldesa, Noelia Arroyo.

La Guardia Civil tampoco faltó a la cita, fiel al domingo festivo desde que se incorporaran al cortejo hace dos años. Los agentes de la Benemérita guardaron la integridad del siguiente trono, el del Santísimo Cristo de la Resurrección. Detalles de mucho mimo en el preparado de las imágenes fue la elección de diferentes especies para el adorno vegetal de las tallas. Para esta se escogió el olivo y para la Aparición de Jesús a María Magdalena se optó por el limonero. Con sus vernas amarillas perfectas, algunas acabaron en el suelo cuando los portapasos trataron de marchar cuesta arriba a trote procesionista.

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Con un ambiente cada vez más alegre, los resucitados alargaban el paso con ánimo de recrearse. Sobre las 13.00 horas, un hora y media después de que el último trono cruzara el umbral del templo de la calle del Aire, salieron los primeros rayos de sol. La cosa se animaba y el incienso estaba ya en el ambiente en una ciudad que abandonaba el luto y resucitaba vibrante emulando al trono alegoría del ave fénix.

Dorada y carmesí, pocos se creían, como Santo Tomás la resurrección de Cristo, la fuerza y entereza de las mujeres que portaron las tallas sesenteras del maestro Federico Collaut-Valera. Hombres de poca fe...

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La última secuela de las apariciones fue la que el Mesías protagonizó frente a sus «pescadores de hombres» en el lago Tiberíades. Trono marino donde los haya, no le faltaban detalles como la barca de caoba y sus redes de labor salpicadas de peces. Obra de las primeras producciones de José Hernández Navarro, hoy encumbrado como uno de los más codiciados y demandados imagineros.

San Juan 'del Aire'

La octogésima salida resucitada venía cargada de novedades, aunque ya de por sí muestra algunas singularidades, como que la agrupación de San Juan Evangelista, la única española que porta por emblema la cruz de Malta. Este domingo sus integrantes estaban de celebración. Tras su hermanamiento con el Paso Blanco de Lorca, este año festejaban su unión con el Ejército del Aire. Así, el apóstol más fiel de la docena lució con túnica nueva e insignia de la academia de San Javier.

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Guardaba todavía el cortejo el mejor de sus momentos. La Virgen del Amor Hermoso, la única cartagenera que desfila bajo palio, subía la calle del Cañón a toda prisa para reencontrarse con su hijo. Al girar El Cantón tras un camino sembrado de petaladas, le esperaba una abarrotada calle del Aire, con gente en sus traveseras que apenas alcanzaba a ver con nitidez el mágico momento en el que la madre de Dios, acompañada de cerca por el piquete del Regimiento de Artillería y las damas de velo blanco, escuchaba a su pueblo entonar la salve cartagenera. A las 14.30 la virgen ingresaba dentro de la iglesia poniendo una matrícula de honor a los procesionistas y otra para los meteorólogos, que aconsejaron con excelente criterio a los resucitados.

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