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Miguel Ángel Vivas da indicaciones a Arón Piper y Miguel Herrán. Lander Larrañaga

'La tregua': un viaje desde la oscuridad hacia la luz

Arón Piper y Miguel Herrán son un capitán del bando republicano y un teniente de la División Azul que unen fuerzas en un gulag de la extinta Unión Soviética

Iker Cortés

Madrid

Viernes, 3 de octubre 2025

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'La tregua' cala hasta los huesos y magulla el corazón del espectador. Se observa en el vaho que exalan los actores cuando hablan o en la costra de tierra y la falsa nieve de celulosa que se dibuja en sus caras. «Quería que hubiera fisicidad en la película, que se sintiera el frío, el barro o las agujetas de los protagonistas al caminar», cuenta el director Miguel Ángel Vivas. Para el cineasta, el ambicioso largometraje, que se estrenará en las salas de cine el 10 de octubre, es un viaje desde la oscuridad hacia la luz, por eso había que tratar de narrar la dureza «de la forma más realista y cruda posible».

Dureza porque 'La tregua', producida por Plano a Plano, recupera un episodio no muy conocido de la historia, cuando centenares de españoles acabaron en los gulags de la extinta Unión Soviética. Había republicanos, pero también miembros de la División Azul. Todos padecieron el hambre y el frío extremo en los campos de trabajos forzados del estalinismo. La URSS los consideraba traidores a la patria y en España la dictadura franquista no quería saber nada de ellos.

Ambientada en un campo de trabajo correctivo de Karagandá, en la estepa de Kazajistán, la cinta comienza con la llegada al gulag del capitán Reyes, a quien da vida Arón Piper, empeñado en demostrar su inocencia frente al ministerio soviético, mientras trata de seguir cuidando a sus hombres. Dos años después, será el teniente Salgado, encarnado por Miguel Herrán, quien ingrese en el campo junto a los suyos. Pese a las rencillas iniciales, ambos acabarán colaborando para sobrevivir al hostil entorno.

Los números de una ambiciosa producción

El decorado de más de 10.000 metros cuadrados levantado en Dima constituía un auténtico campo de concentración. Cuenta Emilio A. Pina, productor ejecutivo de la cinta, que se levantaron alrededor de ocho barracones, un comedor, un hospital y una dependencia que hacia el final de la película hace las veces de auditorio. Buena parte de los efectos especiales utilizados en la cinta fueron destinados para borrar el exceso de vegetación de este enclave abandonado por el que anduvieron alrededor 2.500 extras. Las secuencias en el interior de la mina se rodaron en Mina Lucía, un yacimiento ubicado en Álava, que dejó de explotarse en los años veinte del pasado siglo.

Pero para los actores el frío y el barro no fueron los mayores problemas de este rodaje que se completó en 48 días. «Para mí, lo peor fue permanecer tanto tiempo fuera de casa y en una localización tan aislada», desvela Herrán. «Echas mucho de menos tu casa, a los tuyos, pero al final haces piña con los compañeros, como una hermandad, cenas con ellos, sales para despejarte...», señala. Piper coincide con él: «Algo guay de nuestra profesión es cambiar de escenarios, pero estar todo el tiempo allí fue agotador».

No en vano, y más allá del evidente atractivo de una historia que ninguno de los dos conocía de antemano, ese fue uno de los retos que sedujeron al actor que se dio a conocer en 'Élite': rodar más del 90% del largometraje en una sola localización, con todo lo que ello implica. Esa localización era el espectacular decorado de más de 10.000 metros cuadrados que la directora de arte, Mercedes Canales, levantó en el antiguo aeródromo de Dima, en el corazón de Vizcaya.

La preparación

Al enclave no llegaron en las mejores condiciones. «Todos estuvimos a dieta los meses previos al rodaje -comenta Piper-, así que estábamos débiles en todos los sentidos». El choque inicial al darse de bruces con el entorno fue grande, pero poco a poco se adaptaron a vivir en esas condiciones. Tal era el complejo de culpa del director, que no dudaba en pedir disculpas a los actores cuando las secuencias incluían enterrar la cara de Piper o Herrán en el barro. «No te preocupes, Miguel. Yo al final duermo en un hotel y quienes estaban aquí no tenían esa oportunidad», cuenta el director que le respondió en una ocasión Piper, cuyo tatarabuelo Julio murió fusilado tras luchar en el bando republicano.

Asegura Vivas que se ha planteado la película como una carta de amor a unas películas, las de los 40, los 50 y los 70, «que ya no se hacen». Habla del genial John Sturges, pero también de Jean Renoir y Akira Kurosawa, autores de un cine «muy humanista, que pone siempre el foco en los personajes, pero sin perder de vista el sentido de la aventura».

Tres fotogramas de la película.
Imagen principal - Tres fotogramas de la película.
Imagen secundaria 1 - Tres fotogramas de la película.
Imagen secundaria 2 - Tres fotogramas de la película.

El director coloca la cámara encima de los personajes y abre el diafragma para que el fondo, de alguna manera, desaparezca, lo que contribuye a cargar el peso sobre el lado «más emocional» de la película. Pero siempre pensó en que el espectador «tuviera la sensación de que estaba viendo una cinta de otra época, con sentido del espectáculo», de ahí que anime a los espectadores a acercarse a las salas.

'La tregua' apela a la reconciliación en un momento en el que la polarización política en España ha llegado a extremos insoportables. «Ojalá haga reflexionar a la gente y si esas personas son de pensamientos extremos, se los suavice un poco, pero creo que estamos lejos de eso», lamenta Piper. «Es importante que vean una historia contada desde este punto de vista para que entiendan que, por mucho que pertenezcas a un extemo u otro, detrás de esas caricaturas no deja de haber personas que al final persiguen los mismos objetivos: estar bien y a gusto con su familia», señala a su lado Herrán.

Por su parte, al director de películas como 'Tu hijo' o 'Secuestrados', le cuesta creer que haya «tanta gente mala». «Simplemente hay personas que no piensan lo que dicen, sino que anteponen la ideología a la moral y a los principios. A mí me cuesta pensar que si una bomba cae en un hospital y mueren setenta niños, alguien pueda justificar eso».

En este sentido, Piper considera que, por aquello de ser un personaje público, los artistas se ven obligados a menudo a dar su opinión ante temas de candente actualidad. «Yo siempre digo que para usar ese altavoz y hablar de algo, primero tienes que saber de ese tema mucho, porque hay gente que te lo va a rebatir. De lo que sí estoy a favor es de que nosotros denunciemos causas que no son ni de ideología, sino que son de justicia e indiscutibles. Por mucho que seas proisrael, deberías estar también en contra de un genocidio», argumenta.

En cambio, Herrán no se ve con «ningún derecho» a opinar sobre un tema «con la alevosía de querer que un grupo de personas cambien su opinión en base a mi punto de vista», sosciente. «Mi trabajo es interpretar y mi Instagram es una herramienta de trabajo y yo intento no meterme y no pensar en ello porque son temas que no me competen», zanja.

El capitán Reyes y el teniente Salgado sumaron fuerzas contra un enemigo cómun, cabe preguntarles qué enemigo necesitarían los españoles para hacer piña. «Como no vengan los extraterrestres...», concluye Herrán entre risas.

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