Yo soy el mar
PARALELO 37 ·
Mayol nos recordó que nacimos del agua y que hay un delfín dormido en cada uno de nosotrosIncómodos espías o nuestro campeonísimo Carlitos Alcaraz. Con el primer café y la legaña mañanera trato de decidir a quién dedico la columna cuando leo ... en Twitter: «A punto de sumergirse en aguas de Siracusa, Enzo Maiorca sintió que algo golpeaba su espalda. Era un delfín». Sigo el hilo: «El animal se sumergió y él lo siguió hasta los 12 metros de profundidad donde otro delfín trataba de escapar de una red abandonada». Sí, hubo final feliz: la hembra, embarazada, fue liberada y el macho despidió al famoso buceador con una caricia en la mejilla a modo de beso y en señal de gratitud. «Hasta que el hombre no haya aprendido a respetar y dialogar con el mundo animal nunca conocerá su verdadero papel en esta Tierra», recordaba el italiano cada vez que relataba esta inspiradora historia que me lleva a otras que hablan del mar.
Google me sopla que Enzo fue durante años el rey absoluto de las profundidades marinas, con su récord mundial de inmersión en apnea en 50 metros, hasta que en 1983 el francés Jacques Mayol se lo arrebató al alcanzar los 105 en un desafío a los científicos convencidos de que a esa profundidad sus pulmones estallarían. Madre mía del amor hermoso y yo que bajo el agua solo resisto unos pocos segundos. Luc Besson inmortalizó la hazaña en 'Le Grand Bleu', con la que inventó una nueva manera de filmar el mar que todavía sorprende y emociona, y que Lefteris Charitos la contó después en el documental 'Dolphin Man', no se lo pierdan.
Mayol nos recordó en sus libros que nacimos del agua y que hay un delfín dormido en cada uno de nosotros. Qué bonito. Para él, la apnea no era solo un deporte sino una conexión con el mar y la naturaleza. A partir de los 30 metros ya no hay flotabilidad y se cae a plomo, el ritmo cardiaco puede llegar a bajar a 20 pulsaciones por minuto, los pulmones se comprimen hasta convertirse en pelotas de tenis, la sangre emigra hacia los órganos vitales y la saturación de oxígeno desciende a la mitad, así que entenderán que no queda otra que engañar al cerebro, retrasar el estímulo imperioso por respirar y buscar un estado zen sin oxígeno. El francés lo logró tras refugiarse en monasterios budistas y ashrams de la India donde aprendió yoga y meditación, trasladando a sus inmersiones técnicas la respiración y vaciado de la mente.
«No veo el mar como una frontera para conquistar ni como un nuevo territorio para explorar, sino como un lugar de inspiración interior. Yo soy el mar», escribió Jacques Mayol antes de morir en su casa de la isla de Elba. Lo somos muchos.
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