Sin vergüenza
PERMÍTAME QUE INSISTA ·
Hay que respetar que están en las instituciones. No somos como ellos. Pero de ahí a apoyarles y hacerles concesiones, va un mundoLa noche del 10 de julio de 1997, el ministro del Interior se dirigía a los españoles. La sociedad celebraba la liberación de las garras de ETA de un empresario vasco y de un funcionario de prisiones. Poco dura la felicidad en casa del pobre y menos aún en los Ministerios del Interior.
Cuando pensábamos que Mayor Oreja nos iba a detallar las claves del éxito, informó del secuestro de un zagal, al que le gustaba la música, de padre albañil, con novia, menor de treinta años, militante del Partido Popular, concejal de un pueblo casi invisible y de nombre Miguel Ángel Blanco. Mayor Oreja fue contundente, logró con sus palabras movilizar a un país, a Europa, a Naciones Unidas, al Vaticano, a medio planeta, pero nunca dijo que fuéramos a conseguir que ETA liberara a Miguel Ángel. Siempre supo que asistíamos a un asesinato a cámara lenta, que solo nos quedaba alzar la voz y suplicar, pero que ante estos desgraciados asesinos nada se podía hacer.
Nueve años después, el presidente del Gobierno anunciaba a bombo y platillo que el fin de ETA estaba muy cerca, casi inmediato. En menos de 24 horas, la banda terrorista respondía asesinando a dos inmigrantes en la T4 de Barajas.
Y así desde los años sesenta y hasta mediados de la década de los 2000.
ETA finalmente fue vencida. Por la persecución de la Guardia Civil y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Por la ilegalización de Herri Batasuna, su sustento político, que propugnó el gobierno Aznar y por el compromiso de Europa, y especialmente de Francia, que tardó años en llegar, pero llegó. Sí, a la sangre de tantos españoles, al dolor de sus familias, al machaque de un país se unía la indiferencia del resto del mundo.
Mientras tanto, contemplábamos a los etarras mutilando a Irene Villa, destrozando a la familia Jiménez Becerril o estallando un coche bomba en un supermercado en hora punta. Y todo eso, en democracia, donde podían haber preguntado a su 'Euskal Herria' si necesitaban asesinarnos y por qué. Después de la desgraciada dictadura franquista nada era justificable, ni antes tampoco, pero a partir del 75 hubo urnas y partidos políticos. Pero ellos prefirieron ponerse a matar que son dos días y un buen negocio. Porque existía un entorno político, económico y social manchado de sangre. Porque se puede cuestionar qué papel jugó durante muchos años el nacionalismo teóricamente blanco del PNV y hasta parte de la iglesia católica vasca.
Podemos atribuirnos el éxito social del fin de ETA si nos sentimos mejor así, pero no sería cierto. Hubo un momento en el que la sociedad española dijo basta ya, pero eso no acabó con estos tiparracos. A los desgraciados terroristas siempre les fueron indiferentes nuestras manos blancas, nuestras pancartas, nuestras manifestaciones, igual que les fascinó nuestro silencio durante muchos años. La sociedad española, mucho antes del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, ya había empezado a decir hasta aquí. A ellos les daba igual.
Pasaron los años y dejaron las armas. Y rezamos por nuestros muertos y buscamos la paz y la reconciliación. Pero también memoria y dignidad.
Y la ley devolvió a Herri Batasuna a las instituciones: solo se cambiaron de nombre varias veces y finalmente pasaron a ser Bildu, pero son exactamente lo mismo y los mismos. Y ahora nos enteramos de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prefiere hablar con estos señores antes de negociar los Presupuestos Generales del Estado con otros.
Y mientras Adriana Lastra decide con qué moneda paga el apoyo, podía aprovechar para preguntarles por los crímenes que hay sin resolver. Por cuántos asesinos siguen paseándose por ahí. O por la responsabilidad intelectual de muchos de esos atentados.
Es posible que Bildu no sepa nada de esos crímenes ni tenga que ver con ellos. De acuerdo. En ese caso les pedimos que pidan perdón en nombre de ETA, que se desmarquen de ella y que denuncien a cuantos sepan que sigue ejerciendo, de un modo u otro, la defensa su irracional utopía.
Tenemos que respetar que están democráticamente en las instituciones. No nos queda otra. No somos como ellos. Pero de ahí a apoyarles y hacerles concesiones, va un mundo. Un mundo de humillación y desvergüenza. Se negocia con Bildu... con la que está cayendo.