La vacuna ideal
La mRNA-1273 ya ha demostrado su seguridad y capacidad de estimular el sistema inmune de voluntarios sanos
Estamos presenciando una carrera contrarreloj en la búsqueda de una vacuna frente al SARS-CoV-2 que produce la Covid-19. Un verdadero 'sprint' totalmente inédito en la historia de la humanidad. Lo más cercano pudiera ser la búsqueda de la vacuna frente al VIH (virus que produce el sida), pero se queda muy lejos ante este despliegue de medios, recursos y personal. Estamos expectantes por conocer los resultados de las fases clínicas en las que ya se encuentran mucha de las nuevas vacunas candidatas. ¿Tendrán éxito? ¿Cuándo lo sabremos? Estas son algunas de las claves.
La vacuna ideal frente al nuevo coronavirus debe ser barata de producir, segura (incluso para las personas inmunocomprometidas) y que proteja en la puerta de entrada del virus, las mucosas oculares y respiratorias. Parece sencillo, pero no lo es. Para entender su complejidad debemos prestar atención a los dos protagonistas de este serial: el patógeno y el huésped (en este caso, nosotros mismos).
¿Cómo funciona nuestro sistema inmunitario? ¿De cuántas formas diferentes podemos responder frente a los patógenos? Son tantas y tan variadas que ni siquiera las conocemos todas. Y dependiendo del patógeno deberán activarse unas estrategias inmunitarias concretas y en su justa medida, y no otras. De hecho, es posible que la activación de alguna estrategia no solo no ayude, sino que incluso nos perjudique. Es decir, si recibimos una vacuna inadecuada podría no solo no protegernos sino además producir daños en nuestro organismo.
En este contexto de diversidad inmunológica, es un error muy frecuente definir las vacunas como compuestos que inducen la formación de anticuerpos. La producción de anticuerpos no es sinónimo de respuesta inmune, es tan solo un tipo de respuesta inmune. Es cierto que en numerosas ocasiones tendrá efectos protectores, pero no siempre es así. En algunas ocasiones su producción puede ser inservible e incluso favorecer la multiplicación del patógeno. Hay muchas variables. Una de ellas es la especificad del anticuerpo porque, aun en el caso de que la clave resida únicamente en los anticuerpos, tal vez no seamos capaces de inducir los anticuerpos apropiados. Inducir anticuerpos con una vacuna es muy sencillo, lo difícil para una vacuna es que proteja. Dicho de otro modo, si el objetivo de las vacunas fuera producir anticuerpos, dispondríamos de centenares de vacunas. De todo esto ya podemos ir deduciendo que no es tan fácil producir vacunas eficaces. De hecho, desde la vacuna frente a la viruela (Jenner publicó su descubrimiento en 1798) hasta la fecha, solo han sido aprobadas para su uso en la especie humana 26 vacunas.
¿Qué debe contener la vacuna? El objetivo de la vacuna frente al nuevo coronavirus es estimular apropiada y específicamente nuestro sistema inmune de tal forma que sus componentes sean capaces de reconocerlo y neutralizarlo. Por tanto, la vacuna deberá contener estructuras del virus, o bien, genes que codifiquen para dichas estructuras. Por ejemplo, como ya sabemos que la glicoproteína S es la que emplea el virus para entrar en la célula, muchos grupos de investigación están empleando esta proteína como componente fundamental de sus vacunas. Para producirla están empleando herramientas de ingeniería genética o incluso ingeniería química de síntesis. Parece un enfoque adecuado pero tal vez demasiado simplista y arriesgado. Una estrategia similar se ha probado en diferentes formatos frente al VIH y no ha funcionado. A los virus hay que atacarles desde diferentes flancos. Además, pudiera ocurrir como en el caso del virus de la gripe, cuya vacuna más universal contiene precisamente las proteínas que emplea el virus para entrar a las células en donde se multiplica, el problema está en que debemos vacunarnos cada año porque el virus cambia esas proteínas, se pierde la especificidad y la vacuna ya no es tan eficaz.
¿Y qué sabemos de este nuevo coronavirus? Que muta poco, menos de lo esperado. Se sigue investigando este tema con mucho interés, pero, de momento, los datos indican que no nos debemos preocupar de si habrá que vacunarse periódicamente o no, lo recomendable es centrarse en el presente. Según la OMS, se están desarrollando en el mundo unas cien vacunas contra el nuevo coronavirus, pero algunas son tan sofisticadas que su coste, hoy en día, no las hará idóneas. ¿Por qué importa el precio? Porque se requiere una vacunación masiva. Ya hemos aprendido que un brote en cualquier lugar es un riesgo para todos.
¿Cuándo sabremos si funcionan? Estas nuevas vacunas frente al SARS-CoV-2 están en fases clínicas, probándolas en individuos sanos para valorar su seguridad y su capacidad de estimular el sistema inmune y qué parte de este se activa, ya que hay que activar las adecuadas ramas del sistema inmunitario y en su justa medida. Por ejemplo, no queremos que induzca una cascada de citoquinas inflamatorias que provoquen los mismos síntomas que el propio patógeno. Estas primeras fases clínicas no sirven para demostrar la eficacia, sirven para seleccionar, para eliminar los poco seguros y los que no activan las a priori ramas adecuadas del sistema inmunitario.
Así, de entre todas las vacunas que estaban en línea de salida, la mRNA-1273 ya ha demostrado su seguridad y capacidad de estimular específicamente el sistema inmune de voluntarios sanos. Tanto así que los voluntarios vacunados presentaban anticuerpos neutralizantes del virus. ¿Esto qué quiere decir? Que los anticuerpos generados fueron capaces de neutralizar al virus en pruebas de laboratorio. Además, los resultados son muy esperanzadores porque los niveles de anticuerpos detectados en dichos voluntarios vacunados fueron superiores a los que normalmente se detecten en pacientes que se han recuperado de la infección.
Antes de iniciar las fases clínicas en voluntarios sanos, se realizaron ensayos en ratones y la vacuna funcionó, evitó la enfermedad de los ratones tras una infección experimental. En definitiva, los datos son muy positivos e indican que esta vacuna tiene el potencial de prevenir la Covid-19, tal y como ya lo hizo en ratones. En la especie humana sabremos si funcionan cuando pasemos del conato de incendio (ensayos en individuos sanos) a ponerlas a sofocar el incendio, en situación real, en presencia del virus infectando a la población.
Con todo esto se entiende la complejidad de producir buenas vacunas. La ansiada vacuna llegará, no hay ninguna duda. Se producirá a gran escala cuando se tengan datos sobre su seguridad. Eso sí, hasta que no la pongan a apagar el fuego, no sabremos realmente si son eficaces.
Posdata optimista: con tal despliegue de medios y de recursos económicos, no dispondremos de una, sino de varias vacunas en muy poco tiempo, meses. Segunda posdata aún más optimista: todo este despliegue vendrá bien para que por fin se financie la investigación en vacunas frente a tantas enfermedades infecciosas contra las que los políticos no han estimado oportuno invertir y que, sin embargo, producen más de 15 millones de muertes cada año.