Tontos autóctonos murcianos
NADA ES LO QUE PARECE ·
Al que más destaca García Abellán, dentro de la fauna tontil, es al 'tontoelpijo', el cual reúne la maldad y el talante negativoMi reciente encuentro con Adolfo Fernández, a quien siempre he admirado desde sus lejanos tiempos al frente de una emisora de radio, en donde realizó ... una labor social y humanitaria impagable, fue providencial. Hablamos de su último libro, 'Breviario de supervivencia', en donde queda fielmente reflejados el espíritu, la grandeza y la generosidad de este personaje; y, ya en despedida, le vine a recordar cierto artículo suyo, publicado en LA VERDAD, en el que, con el humorismo y la fina prosa de Adolfo, abordaba cierto asunto relacionado con los tontos.
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A los pocos días, gracias a su gentileza, ya tenía el texto en mis manos: 'Búsqueda y captura del tontoelpijo', aparecido en agosto de 1998, aunque sigue conservando la frescura y la vigencia de entonces. Adolfo Fernández confiesa que fue su maestro, el profesor y escritor Juan García Abellán, quien, en su día, formuló una ingeniosa clasificación de los tontos autóctonos murcianos, entre los que destacan el 'tontarrón', el 'tontarrilla' (que se localiza en el ámbito de niños y mozalbetes), el 'zorritonto' (el tontico que barre para sí), el 'tontiloco' (generalmente delgado y nervioso) y el 'tonto del culo' (que, además de tonto, es follonero).
Pero al que más destaca García Abellán, por boca de su discípulo Adolfo Fernández, dentro de esta fauna y flora tontil, es al 'tontoelpijo', el cual reúne, en una misma pieza, la maldad y el talante negativo, hasta el punto de convertirse en un 'tonto gilipollas'.
Arturo Pérez-Reverte, unos años después, en su artículo titulado 'Tontos peligrosos', añadiría unos cuantos nombres más a esta tipología. «Un tonto fuera de control –nos advertía el novelista cartagenero– es letal». El autor de 'Línea de fuego', distingue entre 'tontos inofensivos' (están ahí y no pasa nada), 'tontos adorables' (a los que coges cariño) y 'tontos peligrosos' (pueden llegar a destruir un país). La Real Academia de la Lengua, a la que pertenece Reverte, define al 'tonto' como una persona que tiene poco entendimiento o inteligencia. Y aun admite que, en plan coloquial, puede estar señalando a una persona que es ingenua y que carece de malicia. Un infeliz, que diría mi madre.
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El vocablo 'tonto' y sus derivados siempre han dado mucho de sí. Incluso en el mundo de la cultura, fuera del lenguaje ordinario y coloquial. Ana María Matute publicó en 1956 'Los niños tontos'. En él hablaba, sin el más mínimo rencor, de esos rapaces que tiran piedras a otros niños; de niños de pies descalzos y sucios que carecen de maldad, que suelen estar solos y marginados. En los años veinte del siglo pasado, circulaba por Lorca una revista, que cobró enorme prestigio por la calidad de algunos de sus colaboradores, como el mismísimo Federico García Lorca, llamada 'Tontolín'.
Y es que la palabra tonto se ha colado, incluso, en los refranes y aforismos. En las redes sociales, en donde se ha suscitado un verdadero revuelo cuando un servidor ha propuesto hablar de tontos, me han recordado cierto proverbio de origen árabe en el que se dice: «Nunca te pongas delante de una cabra, detrás de un mulo o cerca de un tonto». Y sobre los distintos tipos de tontos me han llegado centenares de propuestas: desde el jumillano 'tonto la nona', hasta 'tontodeltó', 'tontolhaba', 'tontolnabo', etc. Oscar Wilde llegó a escribir que «no hay nada peor que un enemigo tonto». Y mi amigo, el inolvidable Paco Flores Arroyuelo, como ya he dejado escrito aquí en otra ocasión, hasta los últimos días de su vida, siempre me recomendaba, aunque no viniera a cuento, mantenerme lo más alejado de los tontos, «porque son muy constantes. Muy constantes, nene», me repetía una y otra vez.
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Visto todo lo cual, hoy por hoy, habiendo tontos a porrillo, al menos uno en cada esquina, nadie está en disposición de decir, con absoluta certeza, aquello de «yo no soy tonto». Material hay, pues, de sobra para quien, en un futuro, a poder ser cuanto antes, se anime a escribir un extenso tratado sobre los tontos y su mundo. Con un capítulo aparte, necesario a todas luces, en el que se nos proporcionen las instrucciones necesarias para poder defendernos de ellos.
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