Toma el dinero y corre
Existen precedentes de fondos europeos que no fueron aprovechados por falta de iniciativas
Cada persona es un poco esclava del modo en que entró a un lugar, de las expectativas que tenía cuando cruzó la puerta, incluso cuando las circunstancias y afanes han cambiado. Algo así les pasa también a los países. Por eso hace unos meses era impensable que la Unión Europea llegara a un acuerdo financiero como el que alcanzó el pasado martes. Incluso hace unas semanas resultaba improbable. ¿Cuáles eran esas expectativas con las que entraron al club unos y otros?
Alemania y Francia crearon la Unión para evitar guerras fratricidas y superar el periodo más negro de la historia de Europa. Siempre han impulsado los avances. Sin embargo, para el primero, caminar hacia la integración fiscal parecía una barrera inasumible. Siempre había un pero, más o menos justificado.
Los países del sur entramos en el club con tanta admiración por los vecinos que nos ha costado tomar iniciativas para la construcción europea y asumir –a unos más que a otros– que, entre socios, hay un 'quid pro quo': te apoyo, pero trabaja tú también para mejorar tu bienestar y el de todos.
Los del norte parecen ver a la Unión Europea como un contable, como si el beneficio de participar se limitase a la diferencia entre el dinero que se aporta y el que se recibe. Como si, por ejemplo, no fueran ellos los que más se benefician del mercado común.
Y para los países del este la prioridad se reduce a recibir fondos. En un extraño contraste con los del sur, no parecen poner gran interés en defender algunos de los valores que han caracterizado a la Unión desde su creación.
Pues bien, pese a estas diferencias, un poco caricaturizadas, la Unión Europea ha aprobado el Fondo de Recuperación de 750 mil millones de euros, para facilitar la recuperación de la crisis creada por el coronavirus. La decisión es un avance de primer orden, y no solo por el volumen de recursos.
El Fondo se financiará con deuda europea emitida por la Comisión y estos recursos se repartirán según la dureza con que la crisis ha golpeado a cada país. Además, más de la mitad del fondo serán transferencias. No se devuelven. Esto se parece mucho al presupuesto de un país, es el embrión de un Tesoro europeo, una pieza clave para gestionar la economía europea con más eficacia. Es verdad que lo que acordado es un Fondo para afrontar esta crisis, pero es un precedente que, como otras iniciativas en el pasado, puede acabar consolidándose si se hacen las cosas bien.
Además, los recursos del Fondo se van a utilizar, según criterios europeos, para ayudar a crear una economía sostenible y digitalizada, dos ejes básicos del mundo de las próximas décadas.
¿Qué ha ocurrido para que se dé este paso?, ¿por qué se han superado las expectativas preexistentes? Sobre todo, que Alemania ha reaccionado a los cambios en el panorama global. Merkel ha visto que Europa necesita trabajar unida para navegar más segura en un mundo dominado por dos colosos menos cooperativos –salvando las distancias–, para recuperar el terreno perdido en innovación tecnológica, para abordar retos globales como la inmigración o el cambio climático, y para superar las crisis que han creado caldo de cultivo para un nacionalismo que en nada beneficia a Europa. Y el cambio alemán, con los apoyos de los otros grandes países de la Unión, ha terminado venciendo las reticencias de los escépticos.
Así pues, bienvenido el acuerdo... con dos advertencias. La primera es que los recursos llegarán entre 2021 y 2023... si presentamos proyectos buenos y ajustados a los objetivos de Fondo. Ahora no se trata de hacer autovías o polideportivos, sino proyectos más sofisticados. Existen precedentes de fondos europeos que no fueron aprovechados por falta de iniciativas. Esta vez, ni la Unión Europea ni los países miembros podemos permitirnos que haya más dinero que ideas. Por eso es preciso coordinar esfuerzos y compartir ideas y conocimiento entre administraciones públicas y sector privado.
La segunda son las reformas que, en cierto modo, condicionarán también la disponibilidad de recursos. En gran medida responderán a lo que establezca cada país en su Plan Nacional de Reformas –que se presenta en octubre– y a las recomendaciones de la Comisión Europea. No se trata de forzar la austeridad, sino de impulsar la productividad, la capacidad de afrontar crisis, de fomentar un crecimiento inclusivo (la renta mínima estaba entre las recomendaciones europeas) y promover la estabilidad financiera. Todo eso no es una exigencia europea, es una necesidad de cada país que desee mejorar su bienestar. Las buenas reformas generan prosperidad. La pasividad, en un mundo cambiante, estancamiento y desigualdad.
Tomemos el dinero, sí, pero corramos a hacer reformas para afrontar los retos de hoy y de mañana, potenciar los efectos de esos fondos europeos y justificar nuevos avances en la integración europea, que tan bien sirven a todos los miembros. 'Quid pro quo'.