Saber competir
Si continúa en esa línea, Carlos Alcaraz será más y mejor recordado por su deportividad que por sus victorias
En el camino para ganar el último torneo tenístico de Roland Garros, Carlos Alcaraz, nuestro Carlitos, tuvo que eliminar a otro joven tenista que apunta ... alto, el estadounidense Ben Shelton, quien puso cara de no creer lo que estaba pasando cuando el juez de silla anunció que el punto que acababan de aplaudir a Alcaraz se le adjudicaba al americano ¡a petición de su rival! La grada había vitoreado en pie aplaudiendo un espectacular punto ganado por Alcaraz quien, desde el primer aplauso, negó con gestos ostensibles y le explicó al juez de silla que el punto no era válido porque cuando golpeó la bola no tenía sujeta la raqueta, sino que la había lanzado a la bola para llegar a ella.
Cambio de deporte. Fútbol. En cualquier encuentro de fútbol vemos cómo se simulan lesiones, se multiplican las protestas y se intenta engañar al árbitro. O sea, todo lo contrario a la deportividad.
En las competiciones deportivas es importantísimo ganar (como bien dijo Perogrullo) pero también, y sobre todo, son el escenario apropiado para cultivar uno de los valores más nobles que pueden desarrollarse en la formación como persona: la deportividad. Las grandes figuras del deporte que muestran humildad y respeto, incluso en la derrota, dejan huellas más profundas que quienes solo buscan el triunfo personal. La verdadera gloria no está en la fama, sino en la actitud.
No se trata solo de seguir reglas o respetar al árbitro, sino de comprender que cada competencia es una oportunidad para crecer como persona. Ser deportista no significa únicamente entrenar el cuerpo, sino también el carácter: aceptar la derrota con humildad, celebrar la victoria con respeto y reconocer el esfuerzo del rival. En una sociedad donde la competencia suele asociarse con rivalidad extrema, la deportividad nos recuerda que el verdadero triunfo está en el juego limpio y en la convivencia.
Cada deportista, profesional o aficionado, es un modelo para quienes lo observan. Un gesto de respeto o una disculpa sincera pueden inspirar más que un trofeo. Por eso, ser deportivo es también asumir una responsabilidad: promover valores positivos que fortalezcan la convivencia y la integridad.
A ver si aprenden los papás y los nenes.
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