Cronista del alma
Se dice que para educar a un niño hace falta toda la tribu, pero... ¿está educada la tribu para educar?
Sucede a diario. Seguro que habrá escuchado la típica conversación entre amigos que va subiendo de decibelios en relación, directamente proporcional, al aumento del número ... de vasos de cerveza ingeridos. «A ese abusador de menores le cortaba la picha en rodajas»... Sí, sí, no se extrañe, aún hay personas que aportan 'soluciones' tan extremadamente drásticas como simplistas.
El gran pintor cartagenero Ramón Alonso Luzzy, mi llorado amigo, solía decir que «cada cosa son sesenta cosas»: una manera de definir la complejidad que encierran los actos y actitudes humanas, muchas, demasiadas veces dichas sin atender a los porqués y sin tener más datos que lo que ha oído o leído en las llamadas redes sociales, donde los 'influencers' encuentran un espacio ilimitado para difundir sus mentiras o sus medias verdades, convirtiéndose sin saberlo en seguidores del mismísimo Adolf Hitler, el responsable de una de las épocas más oscuras y siniestras de la historia, que dijo aquello de que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad».
Y bien que lo practicó el muy infame.
Junto a las noticias luctuosas, como la violencia machista que lleva asesinados a siete menores en el primer trimestre de este año, leo en este periódico que, a propósito de su nueva novela, 'El niño', el escritor Fernando Aramburu afirma que quiere ser un cronista del alma humana. Encomiable aspiración. Me apunto, aunque esté muy lejos de saber siquiera iniciar ese camino cronístico.
Puede que lo más terrenal del alma esté en la mente, la cual es tan compleja que, a pesar de los avances científicos, todavía queda mucho por saber de ella. Desde hace millones de años, el ser humano ha desarrollado una serie de capacidades, gracias a las cuales nos intercomunicamos y transmitimos la cultura, pero también transferimos los malos sentimientos y las emociones insanas.
Que lo que más hayamos vivido desde la infancia sean las artes, las ciencias, el buen ejemplo, las humanidades, la educación, en suma, a buen seguro que aliviaría el número de casos que conducen a la execrable perversidad de agredir a niños, o de 'solucionar' los problemas a base de violencia. Una tarea que compete, en primer lugar, a los gobiernos –dotando de medios a la educación– pero también a la sociedad en su conjunto. Se dice que para educar a un niño hace falta toda la tribu, pero... ¿está educada la tribu para educar?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión