Un timo de tomo y LOM

'Ley Orgánica de Mejora de...' LOMLOE, LOMCE.

Los docentes tenemos que 'implementar' los cambios previstos por el calendario de implantación sin saber ni siquiera cuáles son. Pero no pasa nada. Todo es para mejorar.

Los valedores de la última LOM educativa están tan preocupados por mejorar las cosas que no tienen tiempo de publicar los reales decretos a tiempo. Por lo menos, con la suficiente antelación como para que todos puedan adaptarse. Los desarrollos legislativos necesarios para los nuevos currículos de primaria y secundaria que han de ser puestos en marcha en una fecha tan temprana como julio del presente han sido aprobados a nivel dizque estatal entre marzo y abril. Total, no hablan más que de minucias como nuevas asignaturas y una nueva ordenación académica.

Y como en la España autonosúyica en la que vivimos todo lo que viene de Madriz ha de ser cortado en provincias (siguiendo todos los procesos democráticos y administrativos que la cosa requiere, por supuesto) se da la situación, nada extraña, por otra parte, en el país de las maravillas educativas, de que a fecha de hoy, día en el que usted lee estas líneas, todavía no se han publicado en la Región de Murcia los decretos de ordenación académica del próximo curso en el que los alumnos ya se están matriculando. Y hasta eligiendo optativas que no existen en ningún documento oficial.

Se ha tenido tanto tiempo para que todos se adapten que la Consejería con competencias en materia de educación ha dictado órdenes para que, sean las nuevas asignaturas las que sean, los libros de texto del año pasado sigan valiendo dos cursos más, por lo menos. Esto parece y, seguramente, lo es, un dislate. Pero en educación somos así. Todo es diferente a la lógica ordinaria. A ningún docente le resulta nada extraño que haya sido la propia Consejería la que haya filtrado los borradores de decretos autonómicos de los currículos de ESO y bachillerato. A nadie le extraña tampoco que los equipos directivos planeen el próximo curso desde el vacío legal. Y que nadie se eche las manos a la cabeza si descubre que en el instituto de su hijo no le ofrecen la misma optatividad que en el de su sobrino.

Pero todo es para mejorar. Tanto hemos mejorado que los docentes han alcanzado ya ese estado superior de perfección espiritual que llaman santa indiferencia. Esto es, que les trasuda las gónadas el último avatar de la revolución educativa que vende cada cambio legislativo. Que pase la siguiente. Y así. ¿Va a hacer sol mañana? ¿Creen que lloverá? ¿Cuándo dice usted que aprueban una nueva ley educativa? ¿Que esta tarde?

Todavía hay profesores que menean la cabeza con rictus serio diciendo que en qué país vivimos, que qué clase de políticos padecemos, que por qué no se aprobará por consenso ya de una vez por todas una única ley educativa que dé la estabilidad necesaria. Esto también se dice y se comenta cuando no tiene uno nada que decir, como con el vecino en el ascensor. Porque algo hay que decir cuando no hay nada que hacer. O sí.

Porque los mismos que con tanto espíritu de consenso y buenismo quedabien reclamamos una ley ídem somos los primeros que no nos tomamos en serio lo que decimos. Nadie toma en serio eso porque nadie está dispuesto a ceder un milímetro en su propuesta ideológica educativa a las evidencias en investigación sobre enseñanza y educación, presentes los datos que presentes. Menos aún a tus oponentes políticos.

Lo primero que hace un obispo cuando llega a la diócesis es fiscalizar o cambiar al jefe del seminario. Y en educación es lo mismo. Por eso tendremos una nueva ley de educación antes de que esta se implante. Por eso podemos dar clase en una asignatura nueva con un libro distinto. Y así todo.