Mujeres que invierten: un legado histórico
Apartir de la última encuesta de la Asociación Española de Asesores y Planificadores Financieros varios medios de comunicación han recogido en sus titulares que está ... surgiendo un nuevo paradigma inversor: las mujeres invierten cada vez más. Esta es una buena noticia: el aumento de la formación financiera y la mayor capacidad de acción femenina estaría detrás, según el informe, de este cambio. Y siendo cierto, permítanme que les muestra una realidad más compleja. A menudo leemos afirmaciones sobre los avances de las mujeres en las finanzas muy presentistas. Afirmar que hasta hace quince o veinte años las mujeres carecían de tenían conocimientos financieros desvaloriza el legado recibido, y no es del todo cierto.
Urge incorporar una visión de largo plazo para comprender que la presencia de las mujeres en las finanzas, dista de ser algo reciente, sino que existe desde que los modernos productos financieros se pusieron en circulación. Expongo un caso que conozco por mi investigación: las mujeres españolas ya invertían hace cien años. Aquellas que tenían recursos también tenían acceso a activos financieros, los seleccionaban buscando un beneficio y su perfil inversor tenía rasgos propios. La profesora Laura Gómez, de la Universidad Politécnica de Cartagena, y yo en la revista 'Humanities and Social Science Communications' del grupo Nature hemos demostrado recientemente que durante la primera mitad del siglo XX la presencia de mujeres accionistas en algunos de los bancos privados españoles superaba el 30%, a pesar de que el contexto social y político no siempre favoreció el desarrollo de sus derechos, ni su visibilidad social.
Con una base de datos de más de 34.000 observaciones analizamos la evolución de las mujeres en un grupo particular de bancos privados españoles entre 1918 y 1948 para probar varias hipótesis. La primera es que en España, como ya se constató antes para otras latitudes (particularmente Reino Unido), la presencia de mujeres accionistas no se debió a una tesitura excepcional, sino que formó parte de una tendencia histórica. Estas damas contaban con una posición económica que les permitía invertir su riqueza en acciones; también contaban con el conocimiento directo o acceso a terceros que gestionaran sus inversiones financieras. Dado que las entidades bancarias estaban en zonas urbanas, tal era el perfil dominante de las accionistas. Pero ¿cómo se daba el proceso de inversión? Muchas mujeres accedían a las acciones a través del apoyo de sus familias. Esto no eran un rasgo exclusivamente femenino, también los hombres accedían a las acciones por la influencia familiar. La fórmula más frecuente era a través de la herencia. Ofrecer evidencias de que la familia apoyaba tanto a hijos como a hijas en la adquisición de activos financieros es un hallazgo importante, porque contribuye a matizar los estereotipos de género en materia de inversión. En la España de la primera mitad del siglo XX los hombres con dinero tenían una red de contactos derivados de su trabajo y relaciones sociales; las mujeres adineradas casi no trabajaban, por lo que estaban privadas de esa fuente información, así que el apoyo familiar resultaba vital.
Como cabría esperar, las carteras de los hombres suelen ser, en términos agregados, mayores. Sin embargo, analizando los accionistas según su sexo, en carteras de tamaño medio mujeres y hombres tienen una presencia similar, lo que también matiza la creencia de que las mujeres son más adversas a asumir riesgos. Existe además un perfil de accionista varón particular y es el que tiene una única acción; eso lleva a pensar que esta compra se debe a una decisión no económica, sino simbólica, vinculada al valor social de convertirse en accionistas. Las mujeres que tienen acciones parecen tenerlas por motivaciones económicas: buscan un beneficio, un ingreso recurrente. También las conservan más tiempo, lo que constata el valor cultural de que el dinero de las mujeres debía pasar a la siguiente generación, y permanecer en la familia.
Reconocer, visibilizar, y recuperar a las primeras inversoras modernas españolas tiene un valor social que va más allá de conocer la historia que nos ha precedido. Permite desmontar mitos y estereotipos sobre el supuesto desinterés de las mujeres por las finanzas, construyendo una imagen de nuestras antepasadas que trasciende su papel de agentes económicos pasivos. Una imagen que nos permite en la actualidad recuperar referentes y honrar el legado recibido: sí, las mujeres del pasado también sabían de finanzas.
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