Aléjese de la Ley de Parkinson
Horas y horas de una mañana cubriendo papeles irrelevantes para cumplir un trámite sin más sentido que encadenarnos a la burocracia
Esta columna le interesa: le voy a hablar de la importancia del tiempo y de cómo lo perdemos. Por lo tanto, exhorto a la amable ... lectora, o lector, a que emplee cinco minutos en la lectura de esta columna para no perder más su tiempo. No es un mal trato, créame, aunque suene a oxímoron.
Cyril Northcote Parkinson (1909-1993) fue un historiador británico experto en historia naval, y muy eficiente en su desarrollo profesional. Cuenta en su haber con sesenta libros, una reputada carrera en la Universidad de Cambridge, y una no menos exitosa carrera como escritor de ficción. Ya con estas características pueden aventurar que no perdía ni un minuto de su tiempo, pero había algo que lo incomodada: cómo las estructuras administrativas se lo hacían perder. Esto le llevó a escribir con un humor y sátira mordaz una serie de trabajos donde explotaba las paradojas de la Administración, sobre todo pública, aunque la privada tampoco quedaba exenta de su visión cínica sobre la gestión y la productividad. Su reflexión más conocida es la Ley de Parkinson: el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para terminarlo, independientemente de su importancia. ¿Le suena? Lamento pensar que sí: horas y horas de una mañana cubriendo papeles irrelevantes para cumplir un trámite sin más sentido que encadenarnos a la burocracia. Plazos que se posponen y que ocupan más espacio en nuestra cabeza que lo que nos costaría sentarnos a solucionarlos. Agendas llenas de reuniones sin un objetivo y tareas que obligan a correr toda la jornada. Hacer diez cosas a la vez y ninguna con propósito. Todo ese tiempo malgastado que, con solo pensarlo ya provoca tedio, son una telaraña para el aburrimiento, la sobrecarga y el desgaste.
Ahora yo debería decirle cómo se escapa a esta ley. Le advierto que conocer la teoría solo es el primer paso. Si se lo puede permitir, diga no a reuniones sin un propósito; o al menos proponga que sean más cortas y con una agenda. Priorice su atención en lo que realmente importe a sus objetivos, enfóquese en lo vital. Fragmente los trabajos que se antojan titánicos en tareas más asumibles. Estas recetas, sencillas en su formulación, sabrá usted que son muy difíciles de poner en la práctica. Tales soluciones se suponen neutras, como la propia ley. Pero lo cierto es que los usos del tiempo no son neutros. Las mujeres, particularmente aquellas con hijos pequeños, se ven obligadas a estirar plazos, y procrastinar para conciliar. Suelen ser expertas en realizar varias tareas a la vez, cayendo en el riesgo de la multitarea improductiva gestionando trabajo, cuidados y tareas del hogar. Esta combinación incrementa el agotamiento, el estrés y amenaza con que la calidad de los resultados sea menor. Todas tenemos alguna amiga que vive alrededor del tiempo y, que, emulando al conejo blanco de 'Alicia en el País de las Maravillas', llega tarde y no alcanza ni para despedirse. También son las mujeres víctimas y verdugas del siguiente párrafo.
Si se lo puede permitir, diga no a reuniones sin un propósito; o proponga que sean más cortas
Hay una expresión que habría hecho las delicias de la mordaz escritura de Parkinson: microgestión burocrática. Un palabro más que enmascara la falta de eficiencia disfrazada de gozoso perfeccionismo estéril. El control excesivo sobre detalles menores, pidiendo cambios en pos de la mejora continua; atender a nuevas revisiones para obtener un resultado supuestamente mejor; una nueva versión que busca eliminar microfallos y errores de la previa (que ya era la quinta)... pero que en realidad lo único que exigen es más tiempo y energía. Quienes sufren a superiores así ven cómo su jornada de trabajo está comprometida por tareas que abordan cuestiones menores que buscan una ridícula perfección. Y esto, ¿para qué? Yo, que trabajo en un ambiente atenazado por un tipo particular de selecta burocracia, la académica, puedo afirmar que esta es una técnica estupenda para minar la creatividad, la búsqueda de soluciones, y la obtención de resultados. Así que esta columna también la escribo a modo de escudo para frenar aquellas peticiones, ajenas y propias, de revisar una vez más una tarea ya terminada, o cubrir de nuevo el formulario porque puede hacerse mejor... Espero que le encuentre utilidad a estos cinco minutos y recuerde: ¡aléjese de la Ley de Parkinson!
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