Estamos creando en conjunto, como sociedad, un modelo de relaciones poco reflexivo, poco comunicativo, poco empático y, por tanto, violento. Lo escribía hace poco David Kaplún, antropólogo e investigador, miembro de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género. Se refería a la industria del porno, cada día más violenta y enfocada a prácticas que humillan a la mujer.
Si erradicando el porno terminásemos con esto, la cosa sería hasta sencilla. Sin embargo, es evidente que estos contenidos son la punta del iceberg.
La violencia agrada a muchos desde que el mundo es mundo. Pensemos en el circo romano, donde se acudía a presenciar luchas entre gladiadores donde moría alguien. La violencia es posible que habite en nuestros genes, ¿pero por qué hemos de otorgarla el mando de nuestras relaciones afectivas? ¿Qué nos engrandece? Es evidente que no lo hacen los actos despiadados, quizá solventar las diferencias con el diálogo y un abrazo sincero (cuando podamos volver a abrazarnos).
Roma y su circo no me valen de ejemplo, porque nos muestran una decadencia manifiesta que vemos en programas de televisión, donde el gancho son las discusiones y las palabras malsonantes. Si no hay morbo, pobreza extrema, degradación, no interesa, ¿no interesa a quién? ¿De verdad la gente lo pide? ¿De verdad nuestra vida es tan aburrida que nos gusta siempre lo prohibido? ¿Por qué hay personas a las que les erotiza la violencia?
Me preocupa cómo la mujer pierde puntos en las relaciones sexo afectivas. Lo digo como mujer que soy, claro, pero también como periodista, como madre, como sexóloga. Hay una enorme carencia de educación y los chavales se informan, entre comillas, con el porno. Y el porno no violento apenas suma un 1% del que se consume. Así que imaginen qué visión tienen algunos adolescentes de lo que deberían ser las relaciones. ¿Y nuestras jóvenes asumen que tienen que sufrir en las relaciones sexuales? ¿Consienten y callan porque les da vergüenza decir 'no' a sus novios y vergüenza lo que les hacen y provocan? ¿Por qué lo permiten?
Es preocupante. El sexo debe ser placentero, amoroso, lúdico, solo permitiría una violencia de mentirijillas, en un entorno divertido. Lo que nos muestra el porno son contenidos de dominación y sometimiento. Y la que se somete siempre es ella. Hay clichés acerca de lo que nos erotiza. ¿Cuántas de estas teorías las fabricaron unos pocos y se han convertido en una creencia universal?
Si supuestamente los hombres solo se erotizan con la vista ¿Qué pasa con los invidentes? Si los jóvenes dejan de diferenciar la realidad de la ficción ¿Cómo los protegemos ante la avalancha de datos que aparecen en su tablet o móvil? ¿Y cómo hacerlo sin coartar su libertad? La solución es evidente. Hemos de darles herramientas para que se acerquen a aquello que les engrandece, y no a lo que les hace viles o miserables. Estas estructuras antiguas como la vida de poder y sumisión las sostenemos todos. Tengo una buena noticia: otro sexo es posible. El alegre y positivo, el que sólo te da placer, incluso amor y pasión, y ternura y no dolor ni desgarros, ni embarazos no deseados.
Construyamos un nuevo modelo. 2021 puede ser el año del cambio para que nuestros hijos e hijas no vivan con prejuicios, errores de bulto y disfruten de un modo bonito, no perverso, no violento ni tóxico del amor, las relaciones y la sexualidad.