La segunda bofetada
Este nuevo revés es resultado de la inacción y la irresponsabilidad política
Los peores pronósticos se han cumplido. Meses después de la fecha oficial del inicio de la alerta sanitaria por pandemia en nuestro país y, por tanto, en nuestra Región, la previsión de la segunda ola de la Covid-19 es ya un hecho. Si la pandemia no fue, en un primer momento, causa de colapso sanitario en nuestra Comunidad Autónoma, como sí ocurrió en otras regiones de España, el crecimiento exponencial de las cifras de contagio y hospitalizaciones que vamos conociendo cada día nos conducen a pensar, trágicamente, que en esta ocasión no resistiremos la embestida del virus y en cuestión de días estaremos en el peor de los escenarios: servicios sanitarios muy por encima de su capacidad, un número de pacientes imposible de asumir con los recursos humanos y materiales de los que disponemos en la actualidad, profesionales desbordados y agotados que, aun al 100% de su rendimiento, son insuficientes para dar cobertura a las necesidades asistenciales de la población. El caos absoluto en el sistema sanitario.
Y, si en la primera ola nuestros políticos podían escudarse en que nos enfrentábamos a un enemigo desconocido, en lo complicado de planificar lo incierto, en que nuestro sistema sanitario parecía ser capaz de afrontar la magnitud de la pandemia o en que la propia naturaleza de la pandemia excedía la capacidad de cualquier país... en esta segunda ola no pueden seguir rellenando con excusas el hueco de las responsabilidades y las obligaciones; al igual que no pueden seguir intentando cerrar con parches las fisuras que llevan años abriéndose en el sistema sanitario por la falta de inversión. Porque la pandemia ha sido la gota que ha colmado un vaso lleno de deficiencias estructurales, de presupuestos insuficientes, de déficit de médicos, de recortes nunca repuestos, de falta de atención a un sector que es pilar fundamental del estado del bienestar.
Si la primera bofetada fue consecuencia de no escuchar las advertencias de los técnicos, especialistas y compañeros que, desde otros países, nos ponían sobre aviso de la situación que se avecinaba, el segundo revés es ahora resultado de la inacción y la irresponsabilidad política, y de repetir exactamente los mismos errores.
Y, como siempre, las mejillas que se están poniendo a disposición de cada golpe son las de los profesionales sanitarios, que son los únicos que sostienen el sistema hasta el momento en el que, simplemente, ya no se puede más.
En la mayor parte de las ocasiones, las soluciones han llegado tarde o mal. Es incomprensible que la falta de planificación haya sido la tónica en la lucha contra el virus; que se haya dejado casi al azar el control del turismo y la movilidad entre países en distintas fases epidémicas o la vigilancia del cumplimiento de las medidas de prevención del contagio durante un verano en el que ya sabíamos que nos esperaba una nueva oleada. No alcanzamos a entender que no hayan llegado a materializarse medidas que gritaban todas las voces autorizadas: reforzar Atención Primaria y Salud Pública. No comprendemos cómo se retrasó la planificación de temas que afectan tanto a la gestión de la pandemia como la vuelta al cole.
La excelente labor de los profesionales sanitarios ha ocultado las negligencias políticas: la falta de liderazgo de nuestros gobiernos; la ausencia de decisiones ágiles y efectivas o la toma de las mismas dirigidas al enfrentamiento político en lugar de a aportar soluciones; la incapacidad de los que deben garantizar que, simplemente, los ciudadanos convivamos con el virus de manera segura en una 'nueva normalidad' que no está siendo eficazmente instaurada... El personal sanitario ha estado sin apoyos cuando han denunciado, en numerosas ocasiones, las carencias en Atención Primaria y en Atención Hospitalaria; sin reconocimiento más allá de palabras y homenajes vacíos en actos y discursos institucionales.
Si asfixiamos nuestro sistema sanitario (y vamos camino de ello) no habrá una población sana que imparta clases, que asista a los colegios o que trabaje para mantener una economía productiva. No habrá Estado del Bienestar, perderemos el equilibro social (tan difícil de mantener) y volveremos a una sociedad prehistórica en la que regirá la ley del más poderoso. Un sistema colapsado no podrá atender a la población como se merece y ya no solo tendremos que contar las muertes por Covid-19, sino que nos veremos obligados a abrir otra lista de fallecidos por otras patologías que no hayan podido ser atendidas por la falta de medios en el colapso. Sin salud, solo hay enfermedad y muerte. Garantizar la salud de las personas solo es posible con un sistema solidario y suficientemente dotado en el que el médico es un eje principal.
Ya es tarde para afrontar en condiciones óptimas este nuevo brote, pero sí estamos a tiempo de salvar el sistema sanitario y dar oxígeno a unos profesionales ahogados. Los médicos no pueden más y algunas decisiones tomadas sin consensuar están creando una brecha entre población y sanitarios que no podemos aceptar.
La sanidad regional necesita más profesionales. Entre ellos, 500 médicos. Es imprescindible conseguirlos, pero los responsables, a pesar de la pandemia y de tantas muertes, ni siquiera han cumplido lo pactado para mejorar la plantilla de médicos, manteniéndonos callados con la oferta de contratos temporales fuera de plantilla a médicos de Familia.
Con el punto de partida de la contratación de más médicos y de una financiación sanitaria suficiente, reiteramos que es hora de tomar decisiones inmediatas, consensuadas con los profesionales y expertos, basadas en criterios únicamente técnicos y operativos. Si las administraciones siguen tratando a la sanidad como una pelota de intercambio en el juego político, corren el riesgo de seguir perdiendo cada punto hasta que ya no queden opciones de remontar el partido.